jueves, 30 de enero de 2014

La ineficiencia en atención al cliente en Venezuela

Últimamente hay una escena que se repite mucho en mi vida. Uno llega a comprar cualquier cosa en un supermercado, panadería, charcutería o incluso farmacia (sobre todo en franquicias que venden algo más que medicamentos), y las colas de gente son horribles, puedes tardar hasta media hora esperando para que te atiendan y otra media hora más para pagar, sin que sea necesariamente hora pico.

Uno no sabe qué pensar. ¿Será acaso una ineficiencia general en los que atienden las cajas registradoras? ¿No hay suficientes? ¿Hay demasiados clientes o la gente está comprando más que antes?

La última opción parece ser improbable. Cada vez que uno va a comprar cualquier cosa al supermercado o panadería, se sorprende de nuevo por el monto que tiene que pagar por cada vez menos cosas. A lo mejor, la imposibilidad de comprar muchas cosas de una vez hace que la gente vaya con más frecuencia a comprar unos pocos víveres, pero no creo que eso impacte tanto.

Escuchando diversas opiniones, y según mi experiencia personal, considero que hay varios factores que han hecho decaer la atención al cliente en muchos de estos negocios. Podrán decir que "como buena opositora, le voy a echar de nuevo toda la culpa al gobierno", pero espere, considere los siguientes factores:

Foto: Panorama

La búsqueda constante de productos regulados. Es normal que se vean colas larguísimas frente a cualquier supermercado, o gentíos en las panaderías. ¿La razón? Llegó la leche, la harina de maíz, el papel, o cualquiera de los desaparecidos productos regulados. Por un lado están los que buscan aprovechar los bajos precios y revender (bachaqueros), y por otro quienes no los consiguen, los necesitan y se calan la cola.

Muchas veces, si uno no va a comprar ningún producto regulado, puede omitir esa cola, pero al entrar al supermercado, resulta que hay varias cajas destinadas solo al pago de los mismos. A veces ni siquiera eso, y el gentío se aglomera en todas las cajas, formándose colas interminables en los pasillos de los supermercados.

La inseguridad jurídica y algunos puntos de la Ley del Trabajo. La empresa privada cada vez se las ve más negras en Venezuela. Por un lado, la escasez, la falta de divisas, las regulaciones, hacen que sean menos rentables, y por lo tanto, no les convenga contratar muchos empleados. 

Por otro lado, algunas políticas con respecto al empleo, como la obligación de dos días seguidos de descanso, la inamovilidad, el cálculo de liquidaciones, hacen que las empresas (sobre todo las pequeñas) no quieran (o no puedan) contratar el suficiente personal para atender eficientemente a toda la clientela. Como consecuencia, no hay suficientes cajeros, o panaderos, o charcuteros para atender la alta demanda sobre todo en horas pico.

El ineficiente sistema de facturación. Va a cancelar una pendejada, digamos, un chicle. Pasa por la caja, en el mejor de los casos, da la cédula y si está registrado en el sistema, no debe dar más datos. Lo más frecuente es que tenga que dar: cédula, nombre completo, dirección, teléfono... para que le den su factura por un chicle.

Los modos de pago. Ya nadie quiere tener efectivo en la mano en Venezuela (incluyéndome), no vaya a ser que lo roben a uno por ahí. Todo el mundo quiere pagar con la tarjeta de débito o crédito, y esto requiere más tiempo. 

También está el pago con Cestaticket (o cupones de alimentación, en Venezuela todo empleado debe cobrar una parte de sus ingresos de esa forma), en el mejor de los casos con tarjeta, en el peor, con el maldito talonario de cupones: hay que dividir el total, decirle al cliente cuántos debe arrancar, contarlos, y luego pagar la diferencia (porque nunca es exacto con los cupones).

Los sistemas internos de las empresas. Ya esto no es culpa de la situación del país, ni nada, sino de cada empresa en particular. En muchas de ellas tienes que hacer una cola (cola real o "por numerito") para que te atiendan, y luego otra cola para pagar. Una pérdida total de tiempo. Y por lo general, cuando es así, tienen que repartir al personal para las dos tareas, total que nunca dan abasto los pobres. A veces las mismas personas están haciendo ambas cosas, por lo que su eficiencia por supuesto disminuye.

Puedo dedicarle aquí un apartado especial a los bancos. Nunca hay suficientes cajeros, los numeritos parecen ser peores a veces que las colas, y nunca falta el vivo que pasó aparentemente porque es amigo del cajero. ¿Cómo es posible que uno pueda tardar hasta tres horas en un banco para hacer una simple operación de depósito o retiro (ni hablar de cuando vas a pedir un crédito)?

Concluyendo, en nuestro país no solo la atención en el sector público ha decaído, también en el sector privado. Creo que la situación económica y social en general afecta, por las cosas que mencioné, por el estrés y ansiedad constantes del ciudadano y también por el poco amor al trabajo, generalmente mal remunerado, que tenemos.

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miércoles, 29 de enero de 2014

¿Matrimonio igualitario para Venezuela?

El tema del matrimonio igualitario se ha puesto sobre la mesa en nuestro país. En dos días, este viernes 31, varios colectivos por la diversidad sexual entregarán ante la Asamblea Nacional un Proyecto de Ley de Matrimonio Civil Igualitario.

Invitan al evento a través de las redes sociales. También han dejado un enlace donde se puede visualizar el proyecto de ley en cuestión.

Sé que en el país tenemos problemas agobiantes, quizás otras prioridades dirán, pero cualquier paso en pro de las libertades civiles y la inclusión (la de verdad), es bueno. Aplaudo la iniciativa.

Yo me encuentro en Maracaibo, así que no podré acompañarles, pero estaré muy pendiente. Particularmente, he expresado mi opinión personal sobre el matrimonio gay y la adopción gay. En definitiva, creo que todos debemos tener los mismos derechos civiles, sin importar nuestra raza, sexo, credo u orientación sexual, y de asegurarnos de no tener esos limbos legales para parejas del mismo sexo, solo por ser lo que son.

Deploro las manifestaciones retrógradas, homofóbicas y religiosas que se han dado en medios o redes sociales en contra de este movimiento que considero, es imparable e inevitable.

Les deseo la mejor de las suertes, que su proyecto se haga realidad, a pesar de este gobierno que no se ha caracterizado precisamente por dar loas a la diversidad sexual.

jueves, 23 de enero de 2014

Una democracia devaluada

Justo hoy, celebramos en Venezuela el Día de la Democracia, aludiendo a la caída de nuestro último régimen dictatorial (¿o eso creemos?), el de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958. Justo ayer, se anunció que los dólares "preferenciales", esa tasa de 6,30 bolívares solo existirá para casos específicos, quizás alimentos, quizás medicinas, quizás trámites del mismo gobierno. El dólar para particulares será de 11,30 y además pasaremos al SICAD, quiere decir, estaremos sometidos a una subasta.

Qué pensaría el difunto Hugo de sus sucesores, que a menos de dos años de su partida, han llevado al Bolívar a una fosa increíblemente profunda. No hay duda de que él dejó las bases y el sistema para que el desastre ocurriera, sin embargo, logró contener aquel dólar a 4,30 mientras el negro le llegó a poco menos de 15 bolívares antes que, luego de aquel proceso electoral, él desapareciera.

Febrero de 2013 y nos devaluaron en su ausencia. Al mes siguiente, y sin que él volviese siquiera a aparecer, declaran que ha fallecido. Toman el puesto sus "sucesores designados". El dólar negro llega a superar por 1000% al oficial, cosa que al señor difunto nunca le pasó. Devaluación oficial de 2013 en 56%, cifra que el difunto nunca alcanzó. Hoy nos devalúan casi a la mitad nuestro "fuerte", y el mercado negro sigue desbocado.

No soy economista, pero no hay duda de que algo Maduro está haciendo demasiado mal. Hugo lo hacía mal, pero éste nos está hundiendo de manera insospechada. Y mientras la economía siga mal, lamento decirlo, la violencia seguirá en aumento. ¿Acaso no se da cuenta que su devaluación, que su sistema de subastas, que sus controles y regulaciones, que su ineficiente sistema de seguridad a quien más afectan es al pobre? Y con el pobre y la justicia social como bandera hacen todas sus estrategias de (des)gobierno.

Nuestra democracia hoy está devaluada. Nuestro poder adquisitivo, nuestro acceso a cualquier producto, nuestra moneda, nuestra seguridad, nuestra paz, han sido tan devaluados, que hay gente que ha tenido los cojones de extrañar a Pérez Jiménez. Pero esos son otros locos más. Que no olviden por qué se supone que es feriado nacional el día de hoy.

Hoy seguimos teniendo las urnas electorales, con una desconfianza en ellas que sólo aumenta. Hoy sólo me limito a lamentarme por esta democracia devaluada.

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sábado, 18 de enero de 2014

La inteligencia holística y la práctica musical (3/3)


(Viene de La inteligencia holística y la práctica musical 2/3)

El aspecto creativo o "transformador".
"Quizás esta sea la tarea de un artista, de un creador. Bajar del auto, ver las cosas de manera distinta, desde otro punto de vista y, siguiendo sus necesidades, encontrar los medios y las palabras precisas para manifestar y comunicar sus emociones, hasta que otras personas puedan vivirlas y compartirlas" (4)
Este aspecto, si se quiere, es obvio, por tratarse la música de un arte. Pero dicho aspecto creativo puede aplicarse en general a cualquier quehacer humano.

El discurso musical, no sólo es creativo en el momento en que se escribe o se compone. La ejecución es también un acto creativo, que puede transformar cualquier cosa escrita. De hecho cada ejecución es una creación en sí misma porque, ya que tiene que hacerse cada vez que se hace (valga la redundancia), se crea todo el tiempo en el acto. Sólo que la práctica nos dará creaciones mejores y más perfeccionadas.

La creación por supuesto puede ser individual o compartida, entre varios músicos, con el director y a veces con el público, si se le invita a participar.

Por otro lado, en el acto improvisatorio, la creación es obvia, y cada construcción del discurso afecta a lo siguiente, afecta a la mente misma de quien improvisa y en función de ello continuará con su discurso.

La creación siempre es transformadora, pues nos muestra nuevas perspectivas, nuevas formas de ver las cosas. Dicha transformación ocurre dentro del músico y en el espectador. Puede hablarse de estados psicológicos, de puntos de inflexión que renueven totalmente nuestras visiones, o de la inspiración de nuevas creaciones.

La creación es la construcción de cultura, y por lo tanto, todo lo que hacemos, y todo con lo que trascendemos. Pero no es sólo ser un ente creador (que todos lo somos), es estar conscientes de ello y hacerlo con inteligencia.


El aspecto "valorativo" o ético.

A través del cultivo del arte (y de la música), se desarrolla el conocimiento, la auto-consciencia, se aprenden a dominar las emociones y el cuerpo, y por lo tanto se cultiva una importantísima dimensión del ser: la sensibilidad.

La sensibilidad y la empatía, aparte de la inteligencia, nos ayudan en la visión ética de la realidad. Conocer la historia de la humanidad, desde sus más profundos y abstractos discursos, acercarse, intentar comprender y recrear todo eso, nos pone en contacto directo con las sensibilidades de nuestra civilización, con nuestras maneras de ser.

El proceso de ejecución necesita el desarrollo de una auto-consciencia y autocontrol de las emociones, sino ¿cómo haría un músico que está tocando algo sumamente conmovedor para no llorar? O ¿cómo hacer para construir la emotividad necesaria en cada estadio del discruso, en cada fase de tensión y distensión, y mantenerse concentrado y a la vez dominar la técnica? Hay en el artista una formación emocional constante y rigurosa, que no sólo le ayuda a comprender sus más profundas emociones, sino a conectarse y desconectarse voluntariamente con ellas.

Ser músico también te obliga a aprender a escuchar. Sonará obvio, pero no es tan sencillo. Y cuando tocas por primera vez con otra persona, te das cuenta de ello. No es solamente llevar el tempo, calar en la afinación, es sincronizar la articulación y más allá, sincronizar las emociones.

El desarrollo de la sensibilidad creo que es indispensable para la valoración de la realidad, y para lograr diálogos productivos con los demás. Hay artes que no implican el entrar en sintonía con otros en el momento de la creación, o al menos no de manera directa. La música como arte esencialmente colectivo (difícil que todo el repertorio fuese para solistas) y como arte escénico necesita de ese diálogo y retroalimentación con los otros constantemente.

Si quieres consultar el texto completo, está disponible aquí.
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(4) Belcastro, Luca. Sacbeob. Editorial Moretti & Vitali. Bergamo, 2010.

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viernes, 17 de enero de 2014

La inteligencia holística y la práctica musical (2/3)


(Viene de La inteligencia holística y la práctica musical 1/3)

El aspecto multidisciplinar o "transversal".

La música, como arte, toca muchas disciplinas. Como construcción cultural, como trabajo técnico, puede verse desde muchas perspectivas.

Desde tiempos antiguos se ha asociado la música con las matemáticas (y con la física, por supuesto). Las relaciones entre los sonidos, que constituye la base de la teoría musical y los sistemas musicales, son relaciones matemáticas, que fueron estudiadas siglos atrás por Pitágoras, estableciendo el sistema de afinación “natural” o pitagórico, en el cual se basa la construcción de las escalas básicas o modos que se utilizaron durante toda la Edad Media en el mundo occidental.

Luego este sistema pasa a ser sustituido por el actual sistema temperado en el Renacimiento tardío, cuando se logra dividir satisfactoriamente la octava en 12 semitonos (3), lo cual permitió hacer música con modulaciones lejanas y abrir las posibilidades de la armonía.

Aparte de las implicaciones físicas y matemáticas en el sistema musical, tenemos los instrumentos musicales, grandes obras de la ingeniería humana. Los instrumentos dependen enteramente del avance tecnológico de la civilización. Antes de la producción industrial, por supuesto, eran máquinas completamente artesanales. El manejo de la madera, del metal, y de los materiales orgánicos (la tripa, el cuero…) influyó directamente en la evolución de los instrumentos y su precisión y afinación actual es gracias a la industria. Siguen produciéndose algunos instrumentos artesanales, muy costosos. Por supuesto que el registro y los timbres han cambiado a través del tiempo.

El conocimiento técnico y tecnológico del instrumento, aunque no es dominado del todo por el músico en general, es de su competencia, sobre todo cuando se trata del instrumento que uno toca. Hay ciertos detalles que deben estar en nuestro conocimiento para tratarlos, afinarlos y sacar los mejores recursos sonoros de los mismos.

De más reciente data es la influencia de la tecnología computarizada en la música. La música electrónica abre un abanico de posibilidades tímbricas y expresivas nunca exploradas.

Hemos hablado de la influencia de las disciplinas científicas en la música, pero hay más. Como cualquier arte, la música está directamente influenciada por la filosofía y las corrientes de pensamiento de la época en que está inscrita. La música de cada período está determinada por el “espíritu” de la época, y la técnica se ha volcado a manifestar la estética buscada en cada caso.

La sobriedad del canto gregoriano, con sus intervalos “perfectos”, la polifonía vocal renacentista, la polifonía y yuxtaposición melódica, y las formas y suites barrocas, el clasicismo con sus frases y articulaciones cortas y armonía tonal algo “transparente”; el sentimentalismo y densidad, y el orgullo nacional de los compositores románticos y posrrománticos; la ruptura de la tonalidad en el siglo XX… nos dan testimonio de nuestra propia historia y cultura.

Así mismo, la música en muchos casos se ve directamente influenciada o elaborada en función de la ejecución de otras artes escénicas, como el teatro, la danza o el cine.

Aparte de los aspectos intelectuales, la ejecución musical depende enteramente de nuestra fisonomía, y ella requiere todo un entrenamiento por parte del músico. El uso de nuestras extremidades, de nuestros diez dedos, de nuestro aparato fonador y respiratorio, influye claramente en la construcción de los instrumentos y en la explotación de sus posibilidades. La educación del cuerpo es indispensable en el aprendizaje musical y el perfeccionamiento de la técnica.

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(3) Una octava es el intervalo que hay entre dos sonidos del mismo nombre, pero distinto registro, por ejemplo Do3 y Do4. La razón matemática entre sus frecuencias es 2:1

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jueves, 16 de enero de 2014

La inteligencia holística y la práctica musical (1/3)


No hace mucho vi en la universidad una materia obligatoria, de esas a las cuales el profesor da el rumbo que le parece. En este caso, la profesora decidió dedicar la cátedra a la ética profesional. Se tocaron muchos temas interesantes. Uno de los que más llamó mi atención fue el de la inteligencia holística.

Dicho con pocas palabras, la inteligencia holística se refiere a la habilidad de ver las cosas desde diferentes perspectivas, disciplinas y metodologías, teniendo una visión sintética de los hechos o del conocimiento. Esto llamó especialmente mi atención, puesto que considero que uno de mis principales talentos es la síntesis.

Como han podido verificar a través de las ideas que he expuesto en este blog, el meollo multidisciplinar me fascina, y esa capacidad globalizadora muchas veces tendió a confundirme en cuanto a mis metas de vida. Qué digo, todavía me confunde.

Esta vez he querido abordar el problema de la importancia de la inteligencia holística, o de la importancia de la visión englobadora de las cosas en la práctica musical, según mi experiencia.

En cuanto a la definición de inteligencia holística, estuve revisando algunos conceptos por la red. Acá les dejo el que me pareció mejor redactado y sintetizado:

"El neuropsicólogo alemán Kurt Goldstein (1878-1965) publicó una obra en 1934 en donde estudiaba el organismo, sus órganos y estímulos como un proceso interactivo e integrado. De allí la holística se propagó a distintos ámbitos de aplicación.
La inteligencia holística es también denominada globalizadora, que importa tener la capacidades de captar totalidades, formas globales, generalizar y realizar relaciones interdisciplinarias. No se limita a la aplicación de tal o cual método, sino que sabe seleccionar el más conveniente al caso, incluso integrando diversas metodologías. No parcializa, aprovecha todo lo conocido, de modo sistemático y organizado, incluyendo el componente ético o valorativo.
Se trata de una mente con un estilo de pensar integrador, brillante, sabio, trascendente y poco común, propio de los grandes filósofos atenienses o de hombres renombrados del Renacimiento como Leonardo o Miguel Ángel, pero que sin embargo puede aprenderse y desarrollarse. Quienes saben usar esta inteligencia, ven el fenómeno desde diferentes perspectivas, captan no solo imágenes sensibles y elaboran conceptos delimitados, sino que pueden aplicarlos a distintas situaciones y realizar relaciones interconceptuales, lo cual es muy útil para el avance científico, aunque puede aplicarse a todos los campos de la cultura, sobre todo los artísticos. Ven el universo abierto a inagotables posibilidades, y están dispuestos a transformarlo, percibiendo como hacerlo.
Incluimos el elemento valorativo, dentro de la inteligencia holística como fundamental, pues si bien es conveniente desarrollar mentes abiertas, que interrelacionen conceptos, creativas y abarcadoras, no es menos importante que sus hallazgos no sean para la destrucción, sino para el progreso no solo científico y cultural, sino moral de la humanidad." (1)

En este concepto hay varias ideas importantes que recalcar:

  • El aspecto "englobador", "abarcador", "totalizador", y tomando prestado un concepto biológico, "orgánico". No soy ni remotamente la primera en llamar a esto "orgánico".
  • El aspecto multidisciplinar o "transversal".
  • El aspecto "creativo" o "transformador".
  • El aspecto "valorativo" o ético.


La música como organicidad.
"Los límites de la piel se tornan semi-permeables, después irrelevantes, los ejecutantes, el público, los instrumentos, la habitación, la noche puertas afuera, el espacio, se convierten en un único ser palpitante." (2)
La ejecución musical es en sí misma un acto de integración de factores. No sólo en el sentido de las disciplinas que en la música confluyen (que trataremos en el “aspecto multidisciplinar”), sino también por las múltiples capacidades que entran en juego en el momento de la práctica o ejecución musical.

Cuando un ejecutante está interpretando una obra, debe tener presentes múltiples factores, que van desde la conciencia general del propio cuerpo, pasando por aspectos intelectuales y hasta aspectos emocionales.

El propio cuerpo necesita todo un juego de sincronización y coordinación, que se va desarrollando con la práctica contínua. Dicha práctica puede estar orientada a la ejecución en general, y también a la obra específicamente. Desde la postura, el uso de cada extremidad y de los dedos, se forman en un entrenamiento constante que se da en el estudio.

Cuando ejecutamos también la mente entra en juego. En primer lugar, en el desciframiento de la partitura y en la memorización de la misma. Dicha memorización puede apoyarse de muchas maneras. Hay quienes aprenden las notas, hay quienes aprenden acordes. Yo, por ejemplo, soy más armónica. Necesito una conciencia del plan armónico para memorizar mejor. Y no tengo necesidad de anotarlo, simplemente leo siempre con la conciencia de acordes y funciones. Hay instrumentistas que por el contrario son más melódicos, memorizan notas. Y por supuesto, creo que todos necesitamos apoyarnos en la estructura o forma musical de la obra, qué es primero, qué después, y ejecutar en consecuencia.

Así mismo, dentro del aspecto intelectual, entra en juego la contextualización histórica de lo que se ejecuta. Si la obra es propia, probablemente no sea necesaria semejante profundización, pero en la interpretación de grandes autores sí lo es. La conciencia del estilo es fundamental al momento del montaje y toque. Las frases, las cadencias, los adornos, la “manera de decir las cosas”, no es igual para un autor u otro, para un período de la música u otro, e incluso el ejecutante puede tomar decisiones personales en el cómo hacerlo y por qué.

El aspecto emocional por supuesto, no puede faltar en la música, y en mi opinión, está muy unido al aspecto intelectual. Lograr interiorizar y luego exteriorizar las tensiones y distensiones en el curso de la música, dar un sentido, y una emocionalidad al discurso es algo que debe tenerse siempre presente, y aunque no lo crean, se entrena en ello también.

Todos estos aspectos los he puesto desde el punto de vista de quien toca. Quien toca lo hace con todo su organismo, y por ello la música actúa como mecanismo de integración de la misma persona.

El acto de tocar, el concierto, también puede verse como una organicidad, en el que el o los ejecutantes entran en sincronización entre sí y con el público. La diferencia entre, por ejemplo, un concierto al estilo occidental y una fiesta popular, es el nivel de participación en la creación de mensajes, o digamos el nivel de “autoridad”. Pero aunque el público esté simplemente escuchando, siempre tiene una participación.

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(1) Fuente:  http://educacion.laguia2000.com/general/inteligencia-holistica
(2) Nachmanovitch, Stephen (1990). Free Play: La importancia de la improvisación en la vida y en el arte. Ed. Planeta. p. 120.

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sábado, 11 de enero de 2014

El infinito hacia adentro


Los músicos sabemos todo lo que puede pasar en un segundo. La dimensión del tiempo puede cambiar mucho con la percepción del mismo, y con lo que hagamos con él. Pero esta subjetividad en la percepción del tiempo no es un secreto para nadie.

El misterio del infinito se plantea de dos maneras: el infinito como la máxima magnitud posible, o el infinito como todas las subdivisiones posibles de una misma cosa.

En matemáticas se habla de infinitesimales. Hablar de ellos es tan escabroso como hablar del infinito. Les dejo un fragmento sobre ellos, con un punto de vista geométrico:

"¿Se puede concebir la línea recta como algún tipo de sucesión de puntos? ¿Se puede filetear un plano en líneas rectas paralelas, o un cuerpo sólido en planos? El punto de vista moderno es que «sí», pero sin embargo el veredicto de la historia ha sido un «no» abrumador. La razón principal de esta discrepancia es que la interpretación de la cuestión ha variado.

Si una línea recta sólo se pudiera subdividir en una cantidad definida de partes, entonces los puntos serían como pequeños «átomos de linealidad» y seguirían el uno al otro como las cuentas ensartadas en un hilo. Después de cada punto habría un punto siguiente único. Si fuera así, ¿cuál sería el punto «siguiente» al origen? ¿Sería el 0,001? No, porque 0,0001 está más cerca del origen. Pero 0,00001 está aún más cerca, y 0,000001 todavía más, y... uno empieza a compadecerse de Aquiles.(1) Lo que quisiéramos hacer es escribir 0,00000... y luego poner un 1 en el ultimísimo lugar, pero ¡no hay ningún lugar que sea el último! Existen dos formas de salir de este dilema. Una de ellas consiste en afirmar que existe en realidad un número siguiente, pero que es infinitesimalmente mayor que 0, lo que significa que sería menor que cualquier número de forma 0,00...01. La otra vía es aceptar que no existe ningún «número siguiente» mayor que 0. La consecuencia sería que una línea recta se puede subdividir indefinidamente y no existen «átomos últimos» o indivisibles. Esto significaría que no se puede concebir la línea recta como algo formado por puntos que están colocados todos juntos ordenadamente en una ristra. Por otra parte es evidente que cualquier posición concreta en la línea recta es un punto: basta con dibujar otra línea recta que la corte en esa posición y aplicar el axioma de Euclides que dice que «dos líneas rectas se cortan en un punto». Es un auténtico lío, ¿verdad?" (2)

(1) Se refiere a la paradoja de «Aquiles y la tortuga», mencionada en páginas anteriores. La nota es mía.
(2) Stewart, Ian. De aquí al infinito. Las matemáticas de hoy. 3ra. edición. Traducción: Meredes García Garmilla. Editorial Crítica. Barcelona, 2004. pp. 81-82.

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viernes, 10 de enero de 2014

Compartir con el barrio

Soy una "niña de clase media". Guárdese adjetivos denigrantes, que si hay algo que ha sido depreciado y devaluado en estos últimos 15 años, es la clase media venezolana. Muchos de los trabajos asociados a las artes tienen un enfoque social. En ese meollo he andado desde hace años. Y he trabajado con gente de todos los estratos sociales.

En primer lugar, mientras estuve activa en la movida coral, se hacían numerosos conciertos comunitarios. Muchos de ellos en escuelas y en iglesias (nuestros segundos teatros). Era agradable compartir con la gente y llevar un repertorio que difícilmente podían conocer de otro modo.

Cuando aún estudiaba mi primera licenciatura, me ofrecieron un trabajo, parte de un proyecto de la difunta Orquesta Sinfónica del Zulia, en el que se hacían coros infantiles en las comunidades de menos recursos.

Me asignaron un coro en la zona oeste. Iba dos veces a la semana, en bus, con mi cuatro en la mano. Por esos días los índices de criminalidad no andaban como hoy. Tenía un coro pequeño y ensayábamos en la parte de atrás de una iglesia que me parecía estaba abandonada. 

Yo no tenía mayor cuidado. No me metía con nadie, socializaba con algunos de los representantes que vivían por allí cerca, y trataba bien a los niños. Montamos algunas canciones venezolanas al unísono, pero como yo vivía muy lejos no duré mucho en eso. Era más el tiempo que tardaba trasladándome que el que ensayaba. Planteé que me dieran un coro en algún barrio cercano, pero nada. Cada vez que iba, mi madre me decía que la dejaba muy preocupada por lo que pudiera pasarme.

Un poco después trabajé en una escuela en San Rafael del Moján. Daba clases de piano, en un instrumento bastante destartalado una vez por semana. Había un chico que vivía por esas zonas rurales y tenía una familia un poco disfuncional. Vestía ropa vieja y tenía unas manos muy usadas para su edad. Recuerdo que no sabía nada de música, pero se sentaba al piano e improvisaba cualquier cosa. Disparates, pero fluidos, qué no podría hacer con un conocimiento de la armonía. Lamentablemente él no era muy constante.

También hubo una muchacha, la más constante, muy talentosa. Montó un par de estudios y un vals venezolano. Más tarde me la encontré en la universidad ¡estudiando música! Entonces se siente que el trabajo de uno sí tiene trascendencia. La escuela se disolvió por problemas políticos y no fui más hasta allá.

Luego vino el trabajo con el Sistema, que todavía ejerzo. Son muchas las zonas populares que he visitado. Los niños son increíbles, e igual de inteligentes y activos sin importar su estrato social. Y lo quieren a uno como maestro, incluso los que veo con menos frecuencia.

Es satisfactorio poder enseñar algo valioso a estos niños, algo que les servirá, recordarán y probablemente atesorarán por el resto de sus vidas. Muchos de ellos se mueven en medio de peligros, de malas influencias y delincuentes, pero ahí están, haciendo música. Y lo mejor es que entre ellos no hay resentimientos de clase, ese "tú eres rico y yo pobre" o viceversa.

Hace unos días me invitó un amigo a tocar con su coro, en una barriada por Milagro Norte. Barriada de paredes de lata y caminos de arena. Cuando le conté a mis padres, prácticamente me regañaron. Pero, si las condiciones están dadas, ¿por qué no hacerlo? ¿Por qué negarles un pedacito de esa calidad de vida que da el arte?

Negarse a visitar los barrios es un retroceso en nuestra cultura. La inseguridad ha aumentado considerablemente, y es la gente que vive en esos lugares la que más sufre. Y sufren porque hay muchísima gente honesta que sólo le alcanza para vivir allí.

Creo que el gobierno de los últimos quince años ha contribuido a aumentar los resentimientos entre las clases. La envidia del pobre, la paranoia de la clase media y del rico. La agresión se manifiesta físicamente en muros, cercos eléctricos, y no estoy pretendiendo decir que dicha agresión sea unilateral, esas cosas se colocan porque efectivamente hay robos, atracos a mano armada, etc.

Cuando hago música, las barreras desaparecen y a lo mejor, aquel que pudiera generarme la mayor desconfianza en la calle, resulta que está ahí, y estamos compartiendo. Dejar de compartir con el barrio, sería dar razón de que las clases no pueden convivir y perpetuar la relación agresiva que predomina hoy en nuestro país. El arte también es un arma de integración.

Concierto en el Barrio La Chamarreta. Hace unos meses
con el Coro Infantil Rafael Urdaneta
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jueves, 9 de enero de 2014

No lo llame "falta de valores", llámelo impunidad

El tema de la inseguridad ha salido a flote de nuevo a través de nuestras redes y medios. Aunque es un mal que nos afecta día tras día, siempre algún caso conmociona a la opinión pública, y por lo tanto, la gente habla más. En ese hablar más se exponen cualquier clase de argumentos y dentro de la indignación y la sed de justicia, algunos comentarios resultan fuera de lugar, y nos sorprenden algunos radicales por allí que hasta se ponen a defender "pena de muerte" y demás.

Un mensaje muy repetido es que la delincuencia es culpa de todos, que todos nosotros, a través de nuestro comportamiento poco cívico, somos en cierta medida delincuentes, y que con ello tenemos el caldo de cultivo de bandas delictivas, ladrones, secuestradores y asesinos.

Esto no es del todo falso, cierto es que atendemos a una falta de civismo, más allá de una falta de valores a secas. La crisis en nuestro país es muy profunda, y hay aspectos fundamentales, como la deficiencia de la calidad de la educación y la crisis económica, que afectan directamente ese comportamiento del ciudadano venezolano. La educación y la economía son responsabilidades del Estado, así como la seguridad.

Hay crímenes dentro del ámbito económico, mucho se habla de la "guerra económica" para acá y para allá, pero en primer lugar existe un sistema que propicia los comportamientos ilícitos, al propiciar (a través de innumerables regulaciones y limitaciones) la existencia por todos lados de mercados negros. En los mercados negros no sólo no se respetan las regulaciones. Tampoco se respetan los impuestos, y a veces la propiedad y la vida.

Pero, ¿quién vela por que esto no suceda? Se habla por todos lados de los raspacupos, de los contrabandistas de alimentos, del mercado negro de divisas, pero ¿alguien ha caído preso o ha sido severamente multado por estas acciones?

Hablan por ahí que el mero gesto de lanzar un papelito por la ventana, de estacionar el carro donde no se debe, de tragarse la luz roja, dice mucho de nosotros como ciudadanos y nos hace cómplices de la delincuencia hasta cierto punto, lo cual tampoco es falso, pero ¿acaso usted ve a los fiscales de tránsito en la calle multando a la gente? En Maracaibo, por ejemplo, es normal que los mismos policías cometan infracciones de tránsito al circular, y de vez en cuando, si se les antoja, o si se les atravesaron muy mal, paran a algún ciudadano que se trague la roja o "invente el cruce".

A pesar de los muchos controles, ¿alguien ha parado el contrabando de alimentos y gasolina por la frontera? ¿Dónde están los cuerpos policiales y militares? ¿Han hecho algo al respecto? Nada. El problema no es que la gente haga, es que nadie la castiga por ello.

Eso del comportamiento cívico "persé" no es un mito, pero requiere al mismo tiempo educación y represión de las ilegalidades. Vaya usted al centro. ¿Quién le dice a los buhoneros que la acera o el canal alterno no son lugares para su tarantín? ¿Quién le dice que está ocultando el frente de cientos de negocios que tienen su local legal y pagan impuestos? ¿Quién lo hace? Nadie.

En Venezuela la impunidad es de todos. Tenemos unas cárceles abarrotadas, y sin embargo, en la calle la gente hace lo que le da la gana. Las mismas cárceles carecen de programas de rehabilitación, y son focos del crimen desde donde funcionan bandas que operan por toda la ciudad, donde hay armas, drogas que pasan por allí, entran y salen, ante la obvia complicidad de las autoridades, no hay otra explicación.

Ni hablar de los asesinatos, sean por hampa, por venganza, etc. La gente anda armada en las calles como si nada, y dispara alegremente sin que las autoridades hagan gran cosa por investigar y atrapar a los criminales.  La gente mata porque sabe que lo más probable es que no sea castigada. Es sorprendente cómo en el caso Spears aparentemente ya tienen a los culpables, y con el resto de los 20 mil y pico de asesinados no se hace justicia.

Sin duda la solución no sería meter preso a todo el mundo. Para empezar ¿dónde meteríamos a tanta gente? Pero tiene que haber campañas, multas para que la gente empiece a comportarse. No solamente presencia de los cuerpos policiales. Las autoridades tienen que hacer ver los abusos, y mínimo llamar la atención de quien lo está cometiendo. Hacer quitar al que está en el puesto de minusválidos, perseguir al que tiró el papelito por la ventana, y así. Porque mientras podamos hacer las cosas mal, y nadie nos reprenda por ello, las seguiremos haciendo.

Y para reafirmar un poco la idea, me tomo el atrevimiento de citar a mi amigo Jesús Guevara:
No hay justicia sin castigo. No hay castigo si no hay ley. No hay ley si no se aplica. Y sí, sonará de perogrullo, pero es eso.
Los valores y la cultura del asesinato (y buena parte de la cultura premoderna típica venezolana) son los síntomas; no la causa. La causa auténtica de la inseguridad no es "la gente" (en todos lados cualquiera puede matar hasta con tenedores), es que a la gente no se le castiga. Y el que castiga los delitos en nombre de la sociedad es el Estado. Punto.
No hay prisiones, solo sucursales del infierno. No hay policías ya que estos no sirven (los corruptos andan matraqueando, haciendo de alcabalas, o hay muy pocos), los fiscales andan atiborrados de trabajo, los jueces están politizados y propensos a la corrupción.

Y sí. Las prisiones son necesarias; el castigo es necesario; la reeducación para la civilización es necesaria. Y la vida más o menos pacífica de los países que se toman el orden y la paz en serio lo certifica. Venezuela obviamente no está en ese grupo...
Fuente

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miércoles, 8 de enero de 2014

¿Y por qué tengo que dejarme robar?


Hace más o menos cinco años, luego de una exhibición de kungfu en un evento de computadoras, me fui con un par de compañeros a cenar algo. Tenía carro prestado. Decidimos comer en una venta de pollo en brasas. Comimos tranquilos, todo muy bueno. Yo había estacionado en una calle un poco sola (como la mayoría de los locales en Maracaibo, no dispone de estacionamiento), en una "Y" en paralelo a la acera, y había un carro estacionado delante del mío.

Cuando salimos, miramos para todos lados, costumbre de nuestros días, y nos montamos en el carro para irnos a nuestras casas. Cuando me monté, noté que dos hombres caminaban del local hacia el carro, pero al principio asumí que se montarían en el vehículo que estaba delante. Nada, pasaron de largo, hacia el nuestro. Uno "kilúo" de sombrero y con un koala atravesado en la parte frontal del tronco se pegó en mi puerta y el otro, un flaco de chemise, se pegó en la puerta de atrás. Yo tenía la sana costumbre de cerrar los seguros apenas me montaba y aunque forcejeaban no pudieron abrir las puertas.

Yo estaba confundida (sería cuestión de segundos), cuando mi compañero en el puesto del copitoto gritó "¡Arranca, arranca!", y eso hice. Salí sin retroceder (considerando que había un carro ahí enfrente), virando rápidamente, salí al semáforo y haciendo caso omiso de la luz roja me metí en el tráfico de la avenida. Zigzagueé por toda la avenida, en medio de una extraña paranoia de que nos seguían, y apenas pude crucé. Apenas caí en cuenta de que no había quitado el freno de mano.

Cuando finalmente estaba circulando por allí, ya convencida de que no había nadie persiguiéndonos, empecé a temblar descontroladamente. Los muchachos me ofrecían parar para calmarnos, pero la paranoia no me lo permitió. Los dejé a ambos en sus casas, en una barriada algo peligrosa, y me fui a la mía. Aún estaba mirando a la calle como loca con la idea de que me buscarían.

Comenté lo sucedido en mi casa, y todos reprocharon mi reacción. "Estás loca. Así han matado a muchos. Van a quitarles el carro, ellos se van y les disparan por la espalda. Ese carro no es blindado. Pudieron haberlos matado". En fin, más alimento para mi paranoia. Mi compañero aseguraba haber visto un arma. Yo para ser sincera nunca la vi. A lo mejor no tenían, a lo mejor no estaban cargadas, a lo mejor no se molestaron en disparar... Digamos que corrí con suerte.

Un año y medio antes de ello, atracaron a mi padre para quitarle el carro. Eran varios, él no puso resistencia, y sin razón aparente, le dispararon a quemarropa de tal forma que pudieron haberle matado. Sobrevivió. A lo mejor el ladrón mal entendió un gesto, a lo mejor solamente lo quiso matar con saña, a lo mejor se le escapó el tiro...

Lo cierto es que no hay garantía al momento de deducir por qué un atracador te dispara o te asesina. En ese momento uno puede reaccionar de cualquier forma, y uno mismo no lo sabe.

Triste es que cuando matan a alguien en un hecho delictivo, la primera razón sea que "probablemente opuso resistencia". ¿Y acaso ahora tenemos que ser entes pasivos y dejar que nos quiten nuestras pertenencias? ¿Acaso nuestras pertenencias no son cada día más difíciles de conseguir en esta economía desgraciada? ¿Por qué tiene que venir un extraño a someterme y obligarme a que le entregue mi trabajo, mi duro trabajo?

Ya sé que es una regla básica de seguridad. Uno debe dejarse robar y ya. Pero no es tan sencillo. No se puede evitar sentir el orgullo en lo más profundo del pecho, sentir la impotencia de que te robarán, nadie averiguará nada, nadie te devolverá nada. Y claro, de todas nuestras pertenencias supongo que la vida es la que vale más. Pero ¿hasta cuándo, carajo, hasta cuándo?

En contraste con las vidas arrebatadas, no nos ha quedado más remedio que minimizar el crimen del robo, admitirlo como algo pequeño en comparación a que te asesinen y ceder ante el terrorismo del hampa diciendo, "bueno, mejor que se lleven mis cosas a que me maten". Lo peor no es eso, lo peor es que las autoridades digan públicamente que asesinaron a alguien "presuntamente porque se resistió", culpando indirectamente a la víctima, y dando el mensaje de que mejor nos conformemos con el robo si es que queremos proteger nuestras vidas, dejando de lado completamente nuestro derecho a la propiedad.

Derecho a la vida, derecho a la propiedad. Obviamente el primero vale más. Pero ambos son derechos fundamentales.

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martes, 7 de enero de 2014

2014 a la venezolana: comentarios vacíos

El gobierno de Maduro ha ido mal. El 2013 nos fue mal, y el 2014 no se ven los ánimos de arreglo. El fin de año nos dieron nuestra trágica y "oficial" cifra de inflación: más de 56% y la más alta de la región. No va una semana del año nuevo, y ya se ratificó la directiva de la AN, ya el presidente anunció un (como siempre) insuficiente ajuste salarial, y hoy quedamos todos conmocionados e indignados ante la muerte de una artista y su pareja frente a los ojos de su hija en nuestro suelo.

Nada de esto es de extrañarnos, nada en los hechos, nada en la manera de actuar del gobierno, nada en la manera de actuar en la gente. Mil comentarios de indignación se han vertido en las webs y redes sociales, y no es que yo esté haciendo nada diferente.

Como decía en Twitter, el año pasado me ha dejado la sensación de que mi trabajo vale cada día menos, así que cada día a lo mejor la indiferencia crezca más, a lo mejor cada día haya menos miedo, y a lo mejor estoy pensando en la esperanza de que la gente en Venezuela se indignará suficiente, ya no querrá más nunca aceptar hacer una cola para tener un paquete de harina o para llenar el tanque de gasolina, que ya sinceramente no querrá más que nadie siga muriendo, que preferirá ver en bien la economía de su país que sacar provecho de nuestro viciadísimo mercado financiero, en fin.

Nada es de extrañarnos. Nada de lo que ha pasado son hechos aislados. Pasa todos los días frente a nuestras narices, en nuestros hogares, en nuestras vidas, frente a las narices de una administración criminal. Y eso es lo peor.

A veces queremos hablar de derechos, pero nuestros derechos fundamentales parecen inexistentes. A veces uno se las quiere dar de reflexivo, pero qué coño se puede andar pensando si no está garantizado lo mínimo de la vida, la comida, la vivienda, el transporte, el futuro, y ni siquiera la vida misma.

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