martes, 24 de julio de 2012

Desprendimientos

I.
Yo creo que el ser humano es esencialmente obsesivo y aferrado. A lo mejor lo creo porque yo soy así. Sin embargo es interesante cómo las filosofías orientales ven en el desprendimiento de las cosas terrenales la elevación del espíritu. Hace algún tiempo, me impresioné por un artículo que salió en alguna revista dominical sobre los mandalas de arena tibetanos, alrededor de los cuales los monjes hacen todo un ritual, en el cual dibujan una figura y la rellenan cuidadosamente y entre varios con arenas de colores, para finalmente destruir la obra, y simbolizar con ello el principio de impermanencia reinante en el universo.

Lo que más me impresiona de esto es la concepción artística alrededor del ritual, en el cual se lleva a cabo una hermosa obra, y finalmente se destruye. Un concepto del arte diametralmente opuesto al de occidente, donde la relación del artista con su obra puede llegar a ser totalmente fetichista, fetichismo encarnado al máximo en el extremo del mito de Pigmalión, enamorado de su estatua, y que por gracia de los dioses, acaba cobrando vida.

Pero el arte del día a día nada tiene que ver con esto. Decía Nachmanovitch en su libro "un artista se mide no por la cantidad de material que publica, sino por la cantidad de material que descarta". Y sin embargo, aunque mucho descartemos, pareciera que el arte solo vive en el momento que la creamos, que la elaboramos, mejor dicho. Pero una cosa es crear una obra, y otra contemplarla al día siguiente. Podemos enamorarnos de ella, obsesionarnos con ella, pero también podemos sentir una aversión tan grande hacia ella, que acabemos destruyéndola.

Los monjes tibetanos en sus mandalas hallan un punto neutral. Es quizás en la brevedad que hayan dicha neutralidad. Crean la obra, y seguidamente la destruyen. Ya no habrá oportunidad de volver a contemplarla, ni de desarrollar sentimientos extremos hacia ella. Ya vivió, ya existió, ya murió. Mientras tanto los occidentales hacen récords de las canciones más repetidas en la radio, tienen museos de obras milenarias, y hacen constantes mantenimientos de las viejas obras arquitectónicas. Obviamente los mojes tibetanos no destruyen sus templos, pero saben que al final, en algún punto del tiempo, todo es perecedero, y no conservan la mínima esperanza de que algo no lo sea, y tratan de recordárselo a sí mismos cada día.

II.
Yo con mi arte soy muy occidental. Soy predominantemente fetichista. Y con mis pensamientos y gustos soy predominantemente obsesiva. Sólo que mis obsesiones van cambiando todo el tiempo, se van moviendo, y a veces las obsesiones del pasado no sólo las considero olvidadas, sino que también desarrollo cierta aversión hacia ellas.

Me considero artista desde que nací. Nadie tiene que certificarme para ello. Considero que todos lo somos, cada vez que hemos garabateado: notas, palabras, rayas, lo que sea. Tengo buenas dotes para el dibujo, y en mi adolescencia solía dibujar mucho. Ya no lo hago. Llegué a tener una caja de ciento y tanto de creyones, y resmas de dibujos hechos por mi. Los temas solían ser obsesivos. Alrededor de los diez y once años gustaba mucho de un comic japonés archi-conocido, llamado Sailor Moon. Y de Sailor Moon hice dibujos como nunca los he hecho de nada más. Imaginaba un motivo general y lo repetía con las cinco "sailors". Así en una sentada hacía fácilmente cinco dibujos. A veces hacía dibujos colectivos y les dedicaba más. Normalmente rellenaba toda la hoja de color, y si era hecha con creyones, lo que me gustaba era afincarlos. Al final me podían doler los dedos. Cada tanto iba a la librería a sustituir los creyones ya gastados de mi caja. Perfeccioné mi técnica dibujando a las muñequitas de ojos grandes y faldas cortas de colores.

En dos años debí haber acumulado una resma o más de dibujos de Sailor Moon. Si viajaba, los llevaba conmigo, y hacía algunos nuevos. A veces los llevaba al colegio y alardeaba de ellos. Fetichismo occidental. 

Un día, sin tener alguna razón muy específica, vi el montón de dibujos, y los detesté. Sentía que me estorbaban, que eran demasiados, y los primeros me parecían de poca calidad, horribles. Así que después de haber carreteado tanto tiempo con los dibujos de Sailor Moon, de pronto los tiré a la bolsa negra, para no volver a verlos jamás. A veces me acuerdo de ellos. 

Es el acto de desprendimiento más grande que recuerde haber hecho.

III.
Más o menos a los 16 años dejé de dibujar paulatinamente y empecé a escribir letras y música. Al empezar la universidad ya nunca hice un dibujo con la dedicación de antes.

Descubrir la música poco a poco, me hizo madurar en muchos sentidos. Y uno de los aspectos más importantes de la música es la impermanencia. Hacer música es parecido a hacer un mandala tibetano. Se empieza la obra, se va haciendo, y a medida que se va sucediendo, la conducimos a su muerte. Cada vez que tocamos, destruimos una obra.

La música en sí misma es demasiado perecedera. Y los occidentales son los únicos que han pretendido inmortalizarla. Y han tenido la ilusión de lograrlo. En primer lugar, inventaron la notación musical, mediante la cual la música "se puede escribir". Se escribe un código, una maqueta, pero sin alguien que ejecute el proyecto, la música no existirá. Cada interpretación es una obra, y siempre muere. La música clama la necesidad de muerte. Todo el que ha estudiado armonía o formas y análisis, lo sabe. Todo el que ha compuesto una obra, lo sabe. Y todo el que ha ejecutado un solo improvisado, lo sabe. La música exige morir, y nosotros tenemos que llevarla a la muerte.

Luego aparecieron las grabaciones de audio. Y así finalmente hemos logrado ser fetichistas con la música. Lo irónico es que yo muero por grabar la mía. Eso me da la ilusión de más trascendencia. 

Lo cierto es que la trascendencia es algo que puede ocurrir todos los días, en los actos mínimos. La trascendencia no está en la inmortalidad. La trascendencia es una consecuencia de la existencia, y la existencia es impermanente.

Sin embargo, al parecer la única forma de que la cultura en sí misma exista es a través de la memoria y de la superposición de conocimientos.

Mandala en ejecución. Pienso que si ha sido fotografiado, ha sido despojado de su esencia.
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sábado, 21 de julio de 2012

¿Por qué #NOalChip?



Una de las situaciones más graves que se está viviendo en el estado Zulia, es la decisión del Gobierno Nacional de implementar un "chip" (consistente en un pequeño código de barras asignado a cada vehículo), con el cual se establecerá un límite en el consumo de combustible, con el objetivo de "contrarrestar el contrabando de gasolina hacia la frontera". A lo mejor ese es un buen objetivo, pero la medida es ineficiente y en mi opinión, no solucionará el problema, haciendo de paso que todos paguemos por la corrupción y la ineficiencia de las autoridades.

Pero todo esto suena a palabrotas repetidas por un montón de gente-que-odia-a-Chávez, así que me veo en la necesidad de expresar mi opinión un poco más detalladamente en cuanto al asunto.

En primer lugar, y porque sé que tengo lectores de otras latitudes, explicaré brevemente la situación del contrabando de gasolina en Venezuela. En este país, por ser un gran monoproductor de petróleo, el combustible es sumamente barato. Pero no sólo es barato a un nivel accesible, sino que es absurdamente barato, al punto de que el Estado tiene que gastar una gran cantidad de dinero para subsidiarlo, pues no se cubren los costos de producción. Por un lado, el precio se ha devaluado por sí solo, debido a la alta inflación de la economía venezolana. Según leo en varias fuentes, no se ha modificado el precio desde 1996, el cual es de 0,097 Bolívares (antiguos 97 Bolívares). Para darles una idea, actualmente Bs. 0,097 equivalen a poco más de 2 centavos de dólar americano (cotizado en la actualidad en Bs. 4,30). A finales de 1996, el dólar se cotizaba en Bs. 475,61, (equivalentes a 0,48 Bolívares actuales)(Fuente); para entonces el precio de un litro de gasolina sería entonces de unos 20 centavos de dólar. Quiere decir que, considerando nada más la devaluación de la moneda, el precio de la gasolina no se ha mantenido, más bien se ha abaratado. Dicho de otro modo, aquí todo aumenta TODO menos la gasolina.

Llenar un tanque de 40 litros es más barato que un pasaje de bus en Maracaibo. El primero sale en Bs. 3,88, el segundo en 4. Este precio hace que los contrabandistas encuantren un jugoso negocio en comprar gasolina en el país, y revenderla fuera de él, lo cual por supuesto es absolutamente ilegal. Sumado a esto, Colombia es uno de los países con el precio de combustible más elevado, con un costo de entre 1,2 y 1,5 dólares por litro. Negocio redondo. He escuchado anécdotas de que los pueblos de la frontera "huelen a gasolina", pues de eso viven, y es normal que los habitantes almacenen combustible.

Ahora bien ¿cómo es que es tan fácil pasar gasolina de un lado para el otro? ¿Dónde está la guardia fronteriza? He ahí el problema, y es por ello que al principio del post hablé de corrupción. Quienes resguardan la frontera se enriquecen descaradamente todos los días en este país, gracias a los contrabandistas de combustible. Ellos sólo pagan la suma que se les pida, y listo. Y como vimos que la ganancia puede llegar a ser bárbara, los sobornos simplemente forman parte de sus costos operativos normales.

Este problema es demasiado antiguo. Nunca se ejerció un control en la frontera, y los contrabandistas se han articulado en inmensas mafias muy difíciles de controlar. La situación se les ha escapado de las manos a las autoridades. Prueba de ello fue el incidente que ocurrió hace poco tiempo en Maracaibo, en el cual un grupo de la mafia le cayó a tiros a una sede de la Policía Municipal, porque les habían decomisado un camión de combustible. En el tiroteo cayó un civil. Los contrabandistas afirmaban que los intentaron extorsionar, y como se negaron les iban a decomisar el combustible. Así de descarados son. Y así de normales son los sobornos a las autoridades, que los usan para defenderse, como si además eso los exonerase de su crimen.

Hoy en día, los "bachaqueros" (como los llaman coloquialmente) andan a sus anchas en la ciudad y en los pueblos fronterizos, manejando como les da la gana, desobedeciendo las señales de tránsito y poniendo en peligro la vida de los demás dentro de la ciudad y en las carreteras, sin que aparentemente nadie pueda tocarlos. Recuerdo que hace algún tiempo se implementó la medida de que hubiera un guardia en cada bomba de gasolina, pero acabaron siendo igual de corruptibles, y a pesar de que en cada surtidor hay un aviso de "no se coloca más de un tanque al vehículo", un poquito de plata para el encargado basta para solucionarlo. Y a 14 años de la llegada al poder del actual gobierno, finalmente se plantea un plan contra el contrabando, pero resulta que acabamos pagando "justos por pecadores".

La idea en sí misma es limitante para todos los ciudadanos inocentes, al poner el gobierno una cantidad arbitraria de combustible para cada vehículo. Ya los problemas se han hecho ver, en cuanto a las particularidades y necesidades de cada quien. Por un lado, la forma de medida es de por sí injusta: dos tanques de combustible a la semana. ¿Dos tanques? Los vehículos tienen capacidades muy distintas de almacenamiento de gasolina, por lo cual, ya por ahí la distribución estaría bien desigual. El que tenga una camionetota tendrá derecho a más gasolina que el que tenga un carro pequeño, y así. Además no hay ninguna consideración a nivel individual. Maracaibo es una ciudad inmensa, y el hecho de que una persona viva en la zona norte, por ejemplo, y trabaje en la zona industrial sur, y de paso tenga que hacer sus diligencias, ya podría implicar que necesite un tercer tanque semanal. Así mismo, muchos trabajan en la Costa Oriental del Lago y viajan todos los días. Y están los que trabajan en ventas, los que hacen transporte particular, y etcétera. Se supone que el transporte público y los taxistas tendrán un chip especial que permitirá poner más gasolina, pero la situación con los taxistas está un poco difícil, puesto que aquí existen no solamente muchos taxis "piratas", sino también taxis de líneas, que no tienen la placa debida. Pero, en primer lugar, los han dejado circular por años, y ahora tienen este problema. Esta clase de cosas son las que han generado un descontento en la población marabina.

Hablando claro, el chip es un sistema de racionamiento. Hay un límite de consumo. Y el racionamiento solamente genera más contrabando. Al menos en este país donde las autoridades no son eficientes y son demasiado corruptibles, es así. ¿Quieren un ejemplo? Nos vamos pues nada más y nada menos que al rubro de los alimentos. El gobierno nacional hace unos años decidió regular los precios de los alimentos de la canasta básica para que fueran accesibles a la población. ¿Qué pasó? Los productos desaparecieron de los supermercados, por un lado por la falta de rentabilidad, y por otro lado por casos de acaparamiento. Y cuando llegan los productos, la gente corre como loca a comprarlos antes de que se terminen, lo cual ocasionó, que solo se permitiera vender cierta cantidad del producto a cada persona (ejemplo: dos litros de leche por persona), entonces acabamos en una situación de racionamiento indirecto. Así pues, los comerciantes informales vieron una gran oportunidad, y cuando llegan los productos corren la voz y abarrotan los supermercados para llevarse toda la mercancía (y se va la familia completa para poder llevarse los productos de dos en dos), y luego que la acaban, la venden a sobreprecio en la calle, al doble y a veces al triple. ¡Otro negocio redondo! ¿Y dónde está la guardia? ¿Y el Indepabis? Nadie sabe, porque lo cierto es que los buhoneros venden la leche, el aceite, el café y el azúcar a plena luz del día, incluso al lado de los supermercados, y nadie les hace nada.

¿Quién me dice que no va a pasar lo mismo con la gasolina? Como lo dije por Twitter, el chip será la apertura de un nuevo mercado: el contrabando interno. Porque quien necesite un tercer tanque de gasolina ¿ustedes qué creen que va a hacer? A buscarlo por otro lado. Y estoy segura de que los vendedores ilegales no van a faltar.

Se supone que las bombas que surtan por el sistema chip, no abastecerán gasolina al vehículo que no lo tenga, y esto será automatizado. Pero hay un punto débil. ¿Dónde surtirán gasolina las personas que vengan de otras ciudades y no tengan el chip? (Creo que no lo había mencionado, es un plan solo para zonas fronterizas). Ya se ha dicho por ahí que van a quedar ciertos puntos donde no haga falta el chip. Es necesario. ¿Y quién nos garantiza que los "bachaqueros" no aprovecharán esos puntos?

¿Y entonces qué hacemos? En mi opinión, hasta que no haya una lucha real en contra de la corrupción fronteriza, y hasta que no se haga nada por desarticular a las mafias, no habrá nunca un control del contrabando. Y sí, es injusto que al ciudadano común se le racione el combustible por culpa de los contrabandistas.

Otro punto importante es el precio de la gasolina. Yo creo que hay que aumentarla. El problema es que ese es un tema tabú en Venezuela. Apenas asoman la medida, todo el mundo empieza a quejarse. Yo misma he comprobado que muchísima gente defiende irracionalmente que el precio de la gasolina debe mantenerse. La realidad es que el precio de la gasolina es tan irrisoriamente bajo, que no afecta significativamente al sector transporte. En serio. Ni siquiera con un aumento del mil por ciento. Ya puse el ejemplo del pasaje de bus. Un tanque (no un litro) en promedio cuesta entre 3 y 4 bolívares. Una carrera mínima de taxi cuesta 25 bolívares; un kilo de leche en polvo (regulada) cuesta más de 26 bolívares; un litro de agua mineral (regulado) cuesta casi 9 bolívares. Y todavía la gente habla de que no se aumente la gasolina, cuando representa un costo altísimo para el gobierno, que se pudiera invertir en otras cosas, y de paso ha ocasionado que su contrabando sea uno de los más grandes negocios.

Hablando de la implementación del chip en sí, los problemas no se han hecho esperar. Este país se carateriza por la falta de planificación, sin importar el color de la autoridad. Para la instalación del mismo los ciudadanos acuden a un cuartel militar donde tienen que hacer largas colas, y han denunciado que tienen que amanecer para que les den número. Por supuesto, ya hay cuentos (y tengo algunos de primera mano), de que están vendiendo puestos en la cola, o dejan pasar a los conocidos de los militares: pura idiosincracia venezolana. Aparte de esto, ya hay bombas funcionando con este sistema, y están al borde de la quiebra, puesto que solo un porcentaje mínimo de la población posee ya el chip. A esto hay que agregar que las ventas por sí mismas pueden bajar luego que el sistema esté bien implementado. Ok sí, por lo menos es bueno para el medio ambiente, pero ya de por sí "regalar" la gasolina no lo es. Aparte de todo esto, el sector transporte público no está muy contento con la medida, lo cual puede llevar eventualmente a paros y conflictos que afectarán a los usuarios. Hay tanto descontento, que incluso hay rumores de suspensión del plan.

Por supuesto nunca faltan los oportunistas de la tolda oficialista diciendo que quienes rechazan el chip apoyan el contrabando, y cosas por el estilo; y hasta han sacado unas calcomanías por ahí que dicen "sí al chip, no al contrabando", sugiriendo que una cosa lleva a la otra y que quien dice "no al chip" diría entonces "sí al contrabando". Con esas sutilezas poco a poco van convenciendo a la gente de que esta es una estrategia necesaria. Pero esto va más allá de un problema político. El problema del contrabando de gasolina en Venezuela es un problema serio, y el chip no es una solución eficiente, y acabará afectando la calidad de vida de todos los ciudadanos.

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También publicado en: http://li.co.ve/hB5

Actualización: Enlaces de interés
BBC: Por qué una potencia petrolera como Venezuela importa gasolina
Chip no frenó contrabando en el Táchira
Denuncian que el chip generó la aparición de un mercado negro de gasolina

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