viernes, 30 de mayo de 2014

La relación platónica con el piano

La mayoría de los instrumentistas tienen su instrumento. Mejor dicho, todos debemos tenerlo. Pero la mayoría de ellos no sólo lo usan en casa: lo llevan a las clases, a los ensayos, a los conciertos... Tocan siempre con su instrumento.

El caso de los pianistas es diferente, y por razones obvias: no se puede llevar un piano a todos lados. Me refiero a un piano acústico, por supuesto, los otros son "teclados". Esto conlleva a una serie de problemas e incomodidades. Y los demás músicos lo entienden, nada más pregúntele a cualquier ejecutante qué sentiría si tuviera que tocar con un instrumento diferente por vez.

Yo a veces los veo, enamorados de su instrumento, de su sensación, de su sonido, y no comprendo del todo ese  sentimiento pues yo cada vez debo tocar en un piano diferente. Uno los va conociendo, mi piano, el piano de la profesora, el piano del compañero, los pianos de la universidad, el piano del Teatro Baralt, el del auditorio de Banco Mara (ese lo extraño), etc.

Cada uno es diferente, cada cual su sensibilidad, cada cual su sonido, cada cual día dificultades de adaptación, y aquí en Maracaibo, cada cual con sus peos por falta de uso.

Quizás esto es bueno en parte porque desarrollamos una mayor capacidad de adaptación. Quizás afecta nuestra  ejecución todo el tiempo. Quizás es malo y fastidioso y ya.

Cierta vez una compañera violinista me describió eso de un modo que me gustó: la relación de ustedes con su instrumento es más platónica. Mira, a lo mejor.


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jueves, 29 de mayo de 2014

Caraqueando

La semana pasada apenas, conocí la capital de Venezuela. Debo reconocer que como una primera vista, algo superficial, es una ciudad de contrastes que sobrepasó las expectativas que tenía de ella. Por aquí de echan muchos cuentos de los cerros, del tráfico insufrible, del smog de Caracas, pero con todo y eso me pareció una ciudad bonita.

Las montañas hacen su trabajo por el paisaje, y la temperatura, aunque hacía algo de calor, es mucho más tolerable que la de mi ciudad/infierno. No pude evitar todo el tiempo tomar a Maracaibo como punto de comparación, y en líneas generales, Caracas está mucho mejor en cuanto a urbanismo, transporte público y arborización.

Fue un viaje muy ajetreado e imprevisto. Por razones ajenas a mí, cambiamos de hospedaje a diario, lo cual hizo aún más tortuoso el viaje. Sin embargo, conocí lugares nuevos y gente nueva, lo cual siempre me llena de entusiasmo.

Al llegar en el sistema de buses que trasladan del aeropuerto de Maiquetía a la ciudad, lo primero que apareció ante mis ojos fue el majestuoso Teatro Teresa Carreño, un complejo cultural como no he visto otro, ni en Maracaibo ni en otros lugares que he visitado. Uno de los días tuvimos la fortuna de entrar a sus salas, y ver de cerca semejantes espacios inmensos.

Anduve sobre todo por las zonas de Parque Central, Chacaito, Sabana Grande, Las Mercedes. Me gustó la comida que probé, aunque en general mucho más cara que en Maracaibo. Me gustaron las aceras y plazas en general, y debo decir que el problema de los buhoneros no está ni remotamente cerca de la gravedad que tiene acá, a menos que no haya estado en las zonas peores.

Me decepcioné un poco de ver todo el dinero que mueve el gobierno en cultura allá, mientras en Maracaibo andamos arañando presupuesto todo el tiempo. Conocí el Centro de Acción Social por la Música de la Fundamusical Bolívar, un lugar excelente, bien dotado, con varias salas y pianos, y morí al recordar la precariedad de las casi inexistentes instalaciones marabinas. Vi cómo son los pendones, afiches y programas de mano de los eventos en Caracas, mientras aquí son prácticamente nulos.

El metro, a pesar de todas las quejas que veo de los usuarios en las redes sociales, es un metro y funciona. Así decimos los venezolanos, "al menos", y más aún recordando los incompetentes y anticuados carros por puesto, reyes del transporte colectivo de Maracaibo. Además, irónicamente, las tarifas son más económicas en Caracas.

Conocí el Guaire, y una señora en un bus me echó el cuento de un ladrón al que habían agarrado y tirado al río sin compasión la noche anterior. Esa señora por cierto, me habló de la escasez en Caracas, y según noté, no tenía ni idea de dónde queda Maracaibo.

Hubo también cosas tristes, aparte del centralismo evidente, por ejemplo, la vista de los cerros cuando uno va saliendo de la ciudad. Una noche nos animamos a conocer el Hard Rock Café, pero nos echaron temprano, por trabajos eléctricos en el Sambil, toda una venezolanada.

En fin, conocer, admirar, comparar, compartir. Todo siempre vale la pena. Los dejo con dos vistas contrastantes de Caracas:




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sábado, 24 de mayo de 2014

Neil, Wilfrido, mi mamá y yo

"Internet es la primera cosa que la humanidad ha construido y no entiende, 
el experimento más grande de anarquía que hemos tenido." 
Eric Schmidt

Hace poco me llegó esta frase al correo, de una lista de "frase del día" a la que estoy suscrita desde hace años. Así es la internet, anarquía sobre todo, donde funcionan mecanismos propios de ella, donde los nodos de información se construyen espontánea y colectivamente (aunque muchas veces no), sobre todo después de la aparición de las redes sociales.

En este frenético devenir de ideas, surgen cosas graciosas, y de pronto uno trasciende de la manera menos esperada. Trascendencia que es fugaz y hasta cierto punto falaz, puesto que la sustitución de ideas viejas por nuevas parece ocurrir de un momento al otro. Y ha pasado algo gracioso (más que trascendental) en estos días.

Un martes cualquiera, estábamos cenando en casa, tipo normal, toda mi familia y yo. Teníamos sintonizado (porque nos acordamos como casi nunca) el canal National Geographic, con la nueva versión de la serie Cosmos. En medio de una clásica reunión de familia en torno al televisor y la comida, donde es más lo que no te dejan oír que lo que pones atención a la serie, lanza mi mamá un comentario singular refiriéndose a Neil deGrasse Tyson: "Mira, pero qué hace Wilfrido Vargas narrando Cosmos".

Las carcajadas no se han hecho esperar, y buscamos imágenes del merenguero en los móviles y constatamos ese parecido en algunos ángulos. Y como cualquiera de esos momentos espontáneos, me dispuse a lanzar la anécdota por Twitter:

En el momento, no causó gran revuelo. Pero recordándolo luego por Facebook, @LuisCarlos, un pesado de las redes venezolanas, ha dado con el tuit y se le ocurrió nada menos que dar RT.

Bueno, aparte de los respectivos retuits y respuestas, un tuitero al que ni conocía, @webjac, hizo una imagen al puro estilo meme, y la publicó en Twitter y Facebook, donde ha tenido una viralidad regular:


















No es mi intención señalar el super éxito memético que ha creado mi madre. Más bien, resaltar esta anécdota graciosa, y si alguna vez llegan a recibir esta imagen (que ya me ha salido por Facebook y no desde el hilo que originé yo), sepan que mi mamá (que por cierto tiene tuiter) es la autora de la idea, jeje.

Qué linda es la internet.


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