viernes, 26 de abril de 2019

4 días en la Maracaibo apagada

Razones más, razones menos, esta Semana Santa debía ir a Maracaibo. Conocemos la grave situación en que está la ciudad. En el mes de marzo y abril padecí de lejos los apagones de días, y los saqueos generalizados en la ciudad. No es ni de cerca como vivirlo, pero tener tanta gente cercana aún viviendo allá, hace que de uno u otro modo, uno lo sienta. Fueron muchas las ansiedades e incertidumbres que pasé estando sola aquí del otro lado de la raya, y hubo días y noches que lloré. Una cosa es que se metan con tu país, otra muy diferente que se metan con tu ciudad, es como tu patria al cuadrado.

No vengo a echar cuentos ajenos, a eso me he dedicado en las redes sociales todos estos días. He retuiteado y reposteado anécdotas, y he escrito toda aquella información que me parece relevante en mis cuentas. Sólo narraré cómo fue este breve viaje.

Estaba ansiosa con la idea de ir allá en esas condiciones, pero tocaba. Salí el viernes santo, camino a Maicao vi un hermoso amanecer, y al llegar allá estuvo difícil conseguir transporte hacia "la raya" por el festivo, pero finalmente logré irme. El viaje estuvo normal y relativamente tranquilo, sin paradas ni contratiempos. Llegando a mi casa, no había electricidad. Mi familia me recibe con el calor de siempre, y me comentan que en lo que iba de semana no les habían quitado la luz, pero que ese circuito es muy afortunado por ello. A mis tíos, mi abuela y muchos amigos les quitan la luz sin falta todos los días, y de hecho, tienen entre 4 y 12 horas con electricidad diariamente, apenas.

La noche anterior apenas había podido dormir 2 horas, pues tuve un compromiso musical, y debía salir muy temprano. Medio me recosté en una cama, y caí rendida. Ni pensé en el hambre, había distraído el estómago con algunos panes en el camino. Desperté como a las 5 de la tarde, y mi almuerzo estaba aún en las ollas. Me dispuse a comer, y luego a atender a unos panas que fueron a buscar mi asesoría con el tema de la salida del país. Al rato, llegó la luz.

Aprovechando la electricidad, y que la bomba de la casa estaba en funcionamiento (por suerte, el tanque se había llenado dos días antes), lavé los platos y me bañé. La señal móvil era todo un martirio. En casa, entre todos los teléfonos hay las 3 operadoras principales de Venezuela: Movilnet prepago y pospago, Digitel y Movistar. Nunca tenían señal las 3 al mismo tiempo. Correspondía a quien tuviera señal, encender la función de zona WiFi y proporcionar datos a todos los demás.

En la noche se fue la luz por 3 o 4 horas más. Estábamos en la terraza. Mi abuelo, de 86 años, desvariaba. Hablaba de que había que prender más velas, de cómo hacíamos para averiguar qué pasaba, y se quejaba un poco del calor. Nos habíamos rendido y nos recostamos entre los muebles, y algunos en su cama. La luz volvió tarde.

La madrugada de viernes para sábado dormí con electricidad, y por muchas horas. Al día siguiente íbamos a visitar a mi abuela. Después de desayunar tarde, fuimos hasta su casa. A los quince minutos de llegar se fue la luz. De hecho allí casi nunca hay. Al entrar en la sala, está una de las camas puesta junto a la ventana, donde duerme mi abuela casi todas las noches para que le dé algo de fresco. Tiene 88 años, y apenas hace 2 meses murió el viejo. A veces hasta pensamos que menos mal se fue antes de todo este padecimiento.

Todo el rato que pasamos en su casa no hubo electricidad. Normalmente cuando ellos no tienen luz, los vecinos de atrás sí, y pasan una extensión, donde conectan las neveras y un par de ventiladores para echarse fresco. Echamos cuentos con mis tías, mi primo y mis hermanas. Cuando pegó el hambre decidimos volver a la casa. 

No abre el portón de la calle. No había luz. Mi mamá había hecho almuerzo para todos, y comimos. Más o menos a las 6 de la tarde, la luz volvió. Prendimos los aires, llenamos los tobos, lavamos los platos, cargamos los teléfonos... la misma rutina. Aparentemente la noche venía con luz de nuevo, pero había tiempo de lluvia. Nos acostamos con el aire encendido, pero alrededor de las 2 de la mañana había llovizna y tormenta eléctrica. Comenzaron los bajones. Por alguna razón, las alarmas de algunos cercos eléctricos de la zona no paraban de sonar, y se oían transformadores explotando de cuando en cuando, y algunos truenos, había demasiado ruido. Finalmente la luz se fue.

Terminamos de dormir esa noche sin luz. El apagón era generalizado en la ciudad, y cuando es así, es cuando menos hay esperanzas de que vuelva pronto. Normalmente los domingos en casa acostumbrábamos a comer fritanga maracucha de desayuno (pastelitos, empanadas, mandocas...) y salí con mi padre a ver qué había y si había la posibilidad de pagarlo (no por falta de dinero, sino por falta de efectivo, de luz, y por lo tanto, de puntos de venta). En Pastelitos Pipo las freídoras no estaban encendidas, estaban friendo en paila y sacando por lotes. Tenían una pequeña planta para medio refrescar la cocina y que funcionara el punto. Después de una espera como de veinte minutos logramos llevar unas empanadas de pollo y unas mandocas para todos.

Ese día se cumplían dos meses de la muerte de mi abuelo, y lo mandaron a nombrar en la misa. Comentaron que aunque no hubiera luz la misa se celebraba. La dieron dentro de la iglesia y estaba repleta, las crisis avivan la fe y de paso era Domingo de Resurrección. Por colaboración de algunos feligreses había una planta para el sonido. Yo andaba buscando la manera de algún modo participar musicalmente. Resultó que entre los músicos había un buen amigo que participa mucho en esta iglesia y le pedí unirme y seguir los cantos en el teclado que normalmente tienen ahí. A partir del Cordero fue que me pegué. Prefiero ver las misas desde esa posición.

Era mediodía y pegaba el calor a pesar del día nublado. No había noticias de por qué se había ido la luz. Por la lluviecita, claro, pero dónde fue el problema. Nadie tenía señal. Imposible consultar redes sociales o escribirle a algún contacto. Nos fuimos a la casa. Ya las neveras tenían mal olor, a pesar de no tener mucha comida. Yo estaba que lloraba por medio kilo de queso semiduro que habían llevado el día anterior, aunque ese aguanta, decía mi padre.

Una de las razones de mi ida a Maracaibo era que mi hermana se venía conmigo. A mudarse. En medio de este largo apagón ella terminaba de hacer su maleta. Y yo acomodaba mi bolsito. A mi abuelo lo llevaron donde un tío que tiene planta, para que al menos, no pasara tanto calor. Ahí me despedí de él. Más tarde fuimos a buscar unas pizzas, en el local tenían una pequeña planta para la nevera de los refrescos y un WiFi al que nos pegamos esos veinte minutos que esperamos. En algunos grupos de Whatsapp y Telegram se hablaba de una línea caída, nada de información oficial. Comimos. Supimos como a las 7 de la noche, que había sectores donde estaba llegando la luz.

Como a las 8 de la noche la luz volvió. Prendimos los aires, llenamos los tobos, cargamos los teléfonos... Y nos acomodábamos para dormir, pues el chofer nos iría a buscar el lunes en la madrugada para regresar. A la 1 se volvió a ir la luz. A las 3 AM sonó la alarma de que debía levantarme. Me bañé con tobo, terminé de acomodar mis cosas y a las 4 y piquito llegó el chofer. Nos despedimos ahí, sin luz. Luego nos enteramos que tarde en la mañana volvió.

Esto fueron cuatro días en Maracaibo. Desde que regresé comenzaba una nueva rutina de trabajo, pero dentro de todo, he estado alejada de las redes y hablando poco. Algo de impresión espantosa sentí en esos días. Prácticamente no salí, pero supe que dos grandes centros comerciales, Doral Mall y Galerías Mall, están cerrados hasta nuevo aviso. Lo mismo la primera etapa de Delicias Norte. Y quién sabe cuántos negocios más.

La gente está huyendo porque a duras penas puede vivir, mucho menos trabajar. Y lo que describo aquí, es el día a día de Maracaibo desde principios de marzo. Sumado a la falta de agua, y los amedrentamientos de delincuentes en toda la ciudad. De pronto me sentí perdida. Aún aquí donde estoy, un pedazo de mi alma está como gangrenado. Y los pedazos de alma no se amputan.

Mi abuelo mirando las sombras que hacía la linterna en la pared de la terraza de la casa en medio del apagón
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lunes, 15 de abril de 2019

Comunicación no verbal

En nuestro tiempo se ha vuelto costumbre comunicarnos escribiendo. A través de ello, hemos logrado acortar distancias, conocer gente que de otro modo no hubiésemos conocido.

Pero también hemos descubierto en este proceso, lo inútiles que muchas veces pueden ser las palabras solas. Genios son quienes han logrado realmente conmover almas a través de un montón de caracteres.

Una cosa es la literatura, compartir cartas, conversas de debate, pero otra cosa es la conversación íntima, la emocional, o las discusiones con gente de nuestro entorno, gente que nos importa.

A veces es necesario, y urgente, escuchar el tono de voz de la otra persona, ver su mirada cuando nos habla, sus gestos. No pocas veces me pasa que algo que escribo es malinterpretado por ser leído con determinado tono, que mi interlocutor adjudica al no tener referencia, o viceversa.

Yo siempre he sido incapaz de tener relaciones intensas con alguien con quien no comparto personalmente. He conocido gente interesantísima en internet, he concertado encuentros, hemos intercambiado números, pero que una persona a quien no se le ve la cara con frecuencia, pretenda escribirme todos los días, me parece intensidad absurda. Yo lo siento vacío y carente de sentido.

Aún menos pensar en enamorarme de alguien sin haber tenido su presencia frente a mi. A veces nos obsesionamos con famosos, a veces vemos a algún usuario de alguna red social que nos produce una inquietud especial. Pero particularmente no concibo enamorarme de alguien de quien no he escuchado la voz, alguien de quien no he sentido el olor, o que no ha reaccionado con una sonrisa frente a la mía. 

A lo mejor es algo muy personal. Pero así lo siento.

Photo on Foter.com
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martes, 9 de abril de 2019

Los servicios públicos "gratis" de Venezuela

Son muchos los comentarios que leído últimamente en redes afirmando que si los venezolanos salen del país, o si Venezuela llega a salir de la crisis, los ciudadanos tendrán que acostumbrarse de nuevo a pagar precios reales por los servicios en general, públicos o privados, haciendo alusión a que allí en este momento son gratuitos o demasiado baratos.

Más allá del tema del costo real en dólares, y que los venezolanos en su mayoría no producen en dólares, voy a retratar un poco cómo "funcionan" los servicios en este momento en Venezuela, y por qué, a pesar de que efectivamente son relativamente muy baratos, a veces terminan saliendo muy caros. Hablaré específicamente del caso Maracaibo, puesto que es mi ciudad y es donde viví hasta marzo de 2018, y consíderese, que es la segunda ciudad más importante de Venezuela.

Electricidad

Empezaré con el tema "en boga", el tema de la electricidad. El servicio eléctrico en Venezuela siempre ha sido de administración pública, pero antes del chavismo, era descentralizado. Los estados o regiones eran manejados por empresas regionales. En el caso del Zulia, existía la empresa Enelven, que gozaba de gran prestigio por su eficiencia y buen funcionamiento. Según rastreo en la web, en 2007 se centraliza la administración de la energía eléctrica, con la creación de Corpoelec, y todas las empresas pasan a ser sus filiales.

Por ser yo relativamente joven, no puedo hablar con propiedad de las tarifas que se pagaban por luz antes del gobierno de Chávez, pero recuerdo que en casa, nos tenían prohibido encender los aires acondicionados durante el día, y en épocas de crisis, los fines de semana en la mañana mi padre nos apagaba los aires. Al menos, se puede decir que el costo era significativo, al menos lo suficiente para considerar ahorrar y bajar un poco el impacto de la factura en el presupuesto familiar.

La decadencia del sistema eléctrico nacional es de larga data. En el año 2009 comienza a manifestarse, con los primeros racionamientos que recuerdo en el estado Zulia. Estos fueron oficiales, con horarios programados, que ya en esa época comenzaron a afectar nuestras actividades diarias. Comenzaron siendo de 4 horas interdiarios, y luego pasaron a ser de 2 horas diarios. Con las bajadas de consumo, desaparecían un poco, y con el tiempo, en épocas de alto consumo volvían, ya sin horarios establecidos, simplemente se iba la luz por 2, 3 o 4 horas exactas en determinados sectores.

Este mes hemos vivido el gran apagón nacional (han sido varios, pero al final es uno solo del que no se termina de recuperar el sistema), y el gobernador del Zulia ha llegado al colmo de anunciar que los sectores de la ciudad sólo pueden tener de 4 a 6 horas diarias de luz.

La inflación poco a poco fue consumiendo el precio a pagar por el servicio eléctrico, y por el corte populista del chavismo, las tarifas no aumentaban conforme a la inflación (porque ésta además era negada descaradamente por ellos). No conforme con ello, el funcionamiento de las oficinas fue entrando en decadencia, y al día de hoy, las oficinas de Corpoelec están cerradas en su mayoría, y aunque llegue por ahí la factura de la luz, es imposible pagarla.

El servicio poco a poco, ha pasado a ser prácticamente gratuito, pero inexistente. Sumado a ello, desde hace dos años, la crisis ha consumido la vida urbana a tal punto que es pan de cada día el robo de cables, además de la explosión de transformadores y estaciones por sobrecarga del sistema. Si las autoridades llegan al sector afectado, no tienen cómo responder, y piden a la gente sobornos en dólares, o que los mismos ciudadanos financien los cables y transformadores, los cuales tienen que importarse en dólares también. Se han corrido rumores de que los mismos trabajadores del sector eléctrico roban los cables para venderlos luego a los usuarios.

¿Es gratis la luz en Venezuela?

Foto: Panorama

Agua

Hablemos ahora del "vital líquido". Con el gran apagón nacional la crisis del agua se ha agravado, por los problemas de bombeo, teniendo que ser testigos de escenas indignantes, como familias agarrando agua y bañándose en alcantarillas urbanas o en el río Guaire. Pero la crisis del agua es de larga data.

Hace más de cinco años, ya en Maracaibo la mayoría de la clase media se había armado de bombas para halar el agua, cuando el bombeo era pobre la mayoría de las veces. Mucha gente se indignaba y echaba la culpa a quienes poseían estas bombas por el escaso suministro. Pero digamos la verdad, si el bombeo fuera suficiente y constante, los tanques en los domicilios estarían llenos la mayor parte del tiempo. Hay edificios donde desde hace tiempo se manejan horarios de agua de dos horas diarias para racionarla.

Las facturas de agua hace rato que no llegan en muchos sitios, y donde llegan, el precio es ínfimo, pero nadie quiere pagar por un servicio que es absolutamente insuficiente. Incluso las empresas estatales llegan a amenazar de corte del servicio a quienes no pagan, y éstos no tienen más que reírse de ellos.

Y aquí viene la peor parte. Los camiones cisterna. Ante la crisis de bombeo, son muchos los particulares que recurren a ellos, y son bastante costosos. Obviamente si hay camiones cisterna, quiere decir que en las fuentes hay agua, y se teje una amplia red de corrupción para el llenado de éstos. Hasta el año pasado, tenían las agendas copadas, y había que apartarlos con varios días de antelación. Los mismos propietarios de camiones sufren amenazas de las autoridades, a veces los obligan a llenar tanques de sus familiares antes de que salgan a trabajar, y muchas veces son asaltados en zonas populares, no para quitarles el camión, sino para desviarlos, y quitarles el agua.

¿Es gratis el agua en Venezuela?

Aseo urbano

Esta parte es asquerosa y triste, y una de las cosas que más me disuadieron de seguir viviendo en Maracaibo. El servicio de aseo urbano es inexistente. No recuerdo exactamente, pero el cobro se hacía en la factura de la luz o del agua, por lo que tampoco se está pagando por él. La crisis económica y de los repuestos automotrices, hicieron que la flota de aseo urbano poco a poco fuera menguando, hasta quedar prácticamente en nada.

En Maracaibo desde hace aproximadamente cinco años se recoge la basura cada vez menos. Los depósitos en casas que disponen de ellos y en edificios se desbordan de basura. La gente, desesperada, la bota en los contenedores públicos provistos para ello, que se desbordan, y en terrenos vacíos que se convierten en pequeños rellenos sanitarios en zonas residenciales. Muchos particulares, para deshacerse de ella, pagan camiones para que la lleven a algún lugar lejano, y de más está agregar que no hay ningún control sanitario para ello.

Pero los mismos terrenos y depósitos colapsan, y la misma gente recurre a la quema de basura. Recuerdo en 2017, cuando me levantaba temprano, a las cinco o seis de la mañana, el olor que comenzó a caracterizar a mi ciudad, era el de la basura quemada. Salía uno a la calle en la madrugada, y aparte de la oscuridad por el deterioro del alumbrado público, se divisaban las fogatas inmundas por todos lados.

Con esto, aumentan las plagas y la contaminación del aire, Maracaibo desde hace un tiempo es un mosquero, y por consiguiente, aumentan las enfermedades, sumado a la crisis del sistema de salud.

¿El aseo urbano en Venezuela es gratis?

Foto tomada por mi en el Centro de Maracaibo, diciembre de 2014

Telefonía e internet

Al igual que las tarifas de todos los servicios, la inflación se come las tarifas de telefonía fija, móvil y de internet. Solo que en este caso, hablamos tanto de proveedores públicos (Cantv y sus servicios: Movilnet y ABA internet), y de servicios privados (Movistar, Digitel, y servicios satelitales de internet), por lo cual el cobro siempre se ha realizado a los usuarios.

Para pagar los servicios como tal, hay problemas con las plataformas bancarias, con la hiperinflación, los montos caducan rápido, y siempre es difícil pagar. Por otro lado, los usuarios pagan en bolívares, tarifas ínfimas en comparación con el mercado internacional (y que sin embargo golpean su bolsillo, sobre todo cuando se hacen los aumentos), y las telefónicas no reciben los dólares "asignados", por lo que hay una fuerte desinversión en todos los sistemas.

Todo esto provoca una bajísima calidad del servicio. En el caso de Cantv y filiales, incluso se ha caído el servicio de tenefonía fija e internet, para nunca más volver en muchos sectores. Las comunicaciones por móvil son sumamente lentas, tanto para llamadas como para datos móviles. Uno llegaba al colmo de intentar hacer una llamada 10 veces antes de que cayera. Los datos van y vienen, y son sumamente lentos. A esto se suma el problema de los apagones, por lo que muchas repetidoras dejan de funcionar y los sectores intermitentemente se quedan absolutamente sin señal de alguna de las tres operadoras.

Mucha gente ha recurrido a servicios satelitales para tener acceso a internet. Estos se pagan en dólares y son costosos. La conectividad en Venezuela es sumamente baja, por deficiente ancho de banda, ahora por problemas de acceso debido a la caída del sistema eléctrico.

¿Es gratis la conexión en Venezuela?
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La intención de estas anécdotas es hacer reflexionar a quienes juzgan a los venezolanos de "no querer pagar los servicios públicos", o a "estar acostumbrados a no pagarlos". No es verdad. Los servicios en Venezuela no funcionan, y buscar alternativas suele salir muy costoso. Yo vivo en Colombia desde hace un año, y no tengo problema en pagar todos mis servicios, y tengo el placer de que funcionen.

Agradezco en los comentarios sus anécdotas personales.

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