domingo, 22 de junio de 2014

Cada apagón es una tragedia

Así es, así he decidido verlo. Cada vez es más frecuente el estar en una actividad cualquiera, cotidiana, y que de pronto se vaya la luz, y uno tenga que interrumpir, o que continuar en medio de la oscuridad.

Hace tiempo reseñé una experiencia en un festival de coros en el que hubo un apagón. Así es nuestra vida todo el tiempo. Por ejemplo, cada vez es más frecuente que en medio de un entrenamiento en la escuela de kungfu se nos vaya la luz, en ese sector la cortan bastante, y en horas nocturnas.

A veces pienso en la particularidad de contar estas experiencias a otra gente o a próximas generaciones: yo di conciertos en medio de apagones, yo entrené muchas veces en medio de la oscuridad, bajo el techo de las estrellas, yo he basado mi vida en un calendario de racionamiento (cuando éstos eran fidedignos), y pasé horas en casa y en casa de otros esperando que la luz llegara.

Definitivamente son cuentos de tiranías, y esa es una de nuestras tragedias cotidianas.



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jueves, 12 de junio de 2014

Escasez hasta en el piano

Esta tarde le daba una clase de piano a una pequeña alumna, de diez años de edad. En un momento, le hablaba del paso de una posición a otra en el teclado, y le decía que hay que hallar la via más corta para llegar a la próxima posición, y no mover tanto la mano, para así no perder tiempo.

En eso, ella busca una metáfora para entenderlo mejor, y me dice: "entonces, estos son los dedos, y aquí está... ¡la Harina PAN! Sí, deben encontrar el camino más corto a la Harina PAN".

Una niña de apenas diez años intenta imaginar un tesoro, un premio al final de un laberinto, y lo primero que se le viene a la mente es Harina PAN (la marca más vendida de harina precocida de maíz en Venezuela). Quizás ella verá cómo en nuestro mundo adulto socialista, luchamos tanto por una harina, y lo que nos alegramos de conseguirla, pensará ella que es un tesoro. Un alimento de la cesta básica es un tesoro.

Ya no son los juguetes, alguna joya preciosa, algún conocimiento sublime... la comida es eso que nos dedicamos a encontrar los venezolanos todos los días en un tortuoso laberinto, si es que la encontramos. Y ya es lo que nuestros niños imaginan.


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domingo, 8 de junio de 2014

Venezuela, no te (re)conozco

Ayer por la mañana me desperté con la "depre" alborotada. Ese estado de ánimo en el cual nuestra realidad nos hace caer constantemente, un círculo vicioso de pesimismo, desesperanza e inacción, que pueden enloquecer a cualquiera. Había encontrado una noticia en la que un señor de más de 50 años había muerto de un infarto en una cola para comprar productos de la cesta básica. Luego de pararse de madrugada, haber ido hasta el lugar, esperar por un número que supuestamente aún no le daban, y hacer cola en medio del calor veraniego, sumado a su quizás mal estado de salud, llevaron a su cuerpo a no aguantar más.

Estas situaciones por las que pasamos todos los días los venezolanos, que son infrahumanas, y que NO acepto ni justifico bajo ninguna circunstancia: colas para comprar alimentos y productos de primera necesidad, colas para surtir combustible, robos y asaltos constantes, asesinatos de seres allegados, una inflación enferma que hace que tu trabajo cada día valga menos, un transporte y urbanismo deficientes, fallas constantes y sin aviso de la electricidad, todo esto con los discursos políticos apasionados,etc.; hacen que nuestro entorno sea un lugar insalubre a nivel físico, mental y emocional.

Todo esto lo expresé por Twitter en palabras más o menos similares, y concluí con una frase un poco osada, un poco radical, si se quiere:


A esto recibí una respuesta, que me extrañó que fuese una sola, pero me pareció interesante: "Se nota que no conoces nuestro país".

Conocer es un término que puedo tomar de dos maneras. La primera como que no he "paseado" suficiente a Venezuela. La segunda como que, sin importar lo que lo haya paseado, no me he dado a la tarea de conocer, de sensibilizarme ante él, de ver en sus virtudes, como para andar diciendo semejante cosa. Mi interés no es entrar en polémica, no es entrar en un hilo largo de discusión sin fin, sino simplemente afirmar que lamentablemente, sí conozco a Venezuela, en cualquiera de los dos sentidos.

Venezuela no solamente es el país donde nací, y prácticamente el único espacio que conozco. Venezuela soy yo y me duele. ¿He paseado Venezuela? A lo mejor no lo suficiente. Desgraciadamente no conozco Auyantepuy, la Gran Sabana o el Salto Ángel. Pero no creo que eso me haga mala conocedora de Venezuela. De haber hecho presencia, conozco Maracaibo, mi ciudad natal y donde he pasado prácticamente toda mi vida, y ampliamente el estado Zulia. Las ciudades de la Costa Oriental, alguna vez di pasos por el Sur del Lago, y he ido con frecuencia a las islas de Zapara y San Carlos, pasando por El Moján. Conozco el estado Falcón, Coro, Punto Fijo y las playas de la Península de Paraguaná: Buchuaco, Adícora, El Supí, Piedras Negras, y cada vez que voy me bajo en los Médanos y me tomo fotos. Conozco de pocas visitas a Barquisimeto y Valencia, y hasta hice un taller en Nirgua. Fui a la Isla de Margarita y también a Caracas. Viví tres años en el estado Mérida, en La Azulita, en el campo, y conocí por supuesto Mérida, los pueblos de la carretera andina y El Vigía. Como buena maracucha conozco La Puerta, Trujillo y Valera.

Ahora ¿de qué me sirve decir todos los lugares de Venezuela donde he estado? Usted bien podría decir que no he sentido a Venezuela. Pero sí la siento, y mucho. De hecho la conozco, lo malo es que ya no la reconozco.

Tanto sufro porque de hecho jamás he soñado con algún otro país. Yo sueño con bienestar, con seguridad, con paz, con laicismo, con oportunidades, con educación, con mis propios sueños, pero ojalá y fuera todo eso en Venezuela. Pero no va a ser. Y sufro porque emocionalmente no sueño con ningún otro lugar. Y aún soy romántica, porque quiero salir de aquí, pero sueño con países latinoamericanos, como para no alejarme demasiado, perdida en esa ilusión tal vez de homogeneidad identitaria del latino; y peor aún sueño con irme y tener algún día muchas ganas de volver.

Yo no solo conozco Venezuela, en sus matices y paisajes. Yo he amado sus espacios. He hecho odas a Maracaibo y a los parajes andinos, que son los lugares donde he vivido. Mi más reciente proyecto discográfico es una oda entera a las montañas azulitenses. Yo suspiro en la belleza del Lago, y quiero estar despierta siempre que paso el Puente. Me inscribí en una Media Maratón sin tener muchas condiciones, solo por el placer de trotar por el Puente. He vivido en zonas de clase media (en muchas, más de las que quisiera), y he trabajado en zonas populares, mayormente con niños. Me gusta presenciar las fiestas populares venezolanas, y reconozco que he presenciado pocas. Me gusta conocer la historia venezolana, sobre todo la de Maracaibo y la de las artes en Maracaibo. En mi canal de YouTube lo único que hay son unos videos de unas charlas de Rafael Rincón González y Víctor Hugo Márquez.

Me gusta la música venezolana, y me molesta que la mayoría de los venezolanos no la conozca. En mi disco hay dos valses y una danza. Soy pianista, y adoro los valses venezolanos. No aprendí a tocar guitarra como complemento, sino cuatro. Soy amante de la gastronomía venezolana, y la única vez que estuve en otro país, este me pareció pobre en cuanto a ello, casi nadie supo ofrecerme platillos tradicionales, mientras aquí yo podría hacer a cualquiera todo un tour gastronómico.

Señor, yo no entiendo a aquéllos que dicen "la patria no existe", "la patria es un apego irracional por un pedazo de tierra", y más bien puedo cantar mil veces "Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al embrujo incomparable de su sol...", o canciones que hablen del lago y de la China (aunque soy atea), o de amores en medio de nacientes montañeras o matas de mango.

Pero ¿qué hago yo? En qué puedo convertir eso cada día cuando paso por el supermercado y veo colas infinitas de gente humillada, cuando veo presos políticos, cuando veo que otro joven fue asesinado y que no habrá justicia, cuando veo que todo es imposible para mi y para todos los de mi generación.

No reconozco a Venezuela, y por ello la vi como a un pantano. Si te quedas aquí parado te entristeces y te hundes.



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