sábado, 28 de febrero de 2015

Odiseas en el supermercado (II)

Foto: La Patilla

Sábado por la mañana (o no tan mañana). Estaba sentada en la mesa comiendo unas galletas con café con leche, esa cosa que cada día se nos hace más difícil poder disfrutar. De pronto recibo una llamada de mi padre. Estaban haciendo el mercado, y ¡oh sorpresa!, había harina de maíz, jabón de baño, arroz, desodorante y azúcar. Todos ellos productos regulados en precio por el actual gobierno, y todos ellos consecuentemente muy escasos.

Como de costumbre, una unidad por persona, y por eso solicitaban mi presencia. Para facturar tres veces, y pasar tres unidades de los productos que hacía tiempo no veíamos, y que en el caso del jabón de baño y el desodorante ya habíamos tenido que recurrir al mercado negro. Sí, como lee, mercado negro de productos de higiene personal.

Al llegar, había un gentío por supuesto. Las colas en cada caja daban hasta más de la mitad de los pasillos del inmenso local. Adentro, la gente que iba a hacer una compra de más de 500 bolívares, afuera otra cola de quienes solo iban a comprar regulados, o debo decirles escasos, más bien. Adentro del supermercado había guardias armados, vigilando que nadie robara nada, y claro, que nadie llevara más escasos que lo que le correspondía.

Mientras mi mamá y yo terminábamos de agarrar los enseres, mi padre hacía la interminable cola de la caja, que caminaba a paso de vencedores, que digo, de tortuga. Terminamos de explorar y recontra explorar el supermercado, pillando lo que llevaban los otros en los carritos, no fuera a ser que se nos quedara alguno de esos regulados desaparecidos.

Todavía así, ya llenado el respectivo carrito, estuvimos más o menos una hora en cola antes de llegar a la caja. Resultaba que cada cola se dividía entre dos cajas, y aún así se tardaba uno esa eternidad. Al llegar nuestro turno, todo se volvía más claro con respecto a la tardanza.

En primer lugar, y como yo ya habría acotado, por cada familia iban en promedio tres personas a comprar, para aplicar lo del "truco" de los escasos. Por lo tanto, por cada carrito se hacían dos o tres facturas, y se pagaba dos o tres veces, muchas de ellas por punto de venta, con las mentadas tarjetas de alimentación, lo cual hacía aún más lento el proceso.

Mientras estaban los de adelante de nosotros, entre las facturas de uno y otro de la pareja, la cajera se puso a hacer corte de caja. Sí, en ese momento. Ellos estuvieron al menos 20 minutos pagando. Cuando nos tocó a nosotros, pasa la primera factura. Luego, ¡oh!, tocaba el cambio de turno de la cajera. Sí, sin haber terminado de pasar todo lo de nuestro carrito, pero claro, dejó una factura pagada y cerrada. Mientras ella recogía sus cosas y apagaba el sistema y que sé yo, pasarían como 10 minutos. La otra cajera aún tardó en llegar.

Cuando al fin llega, toca pasar la segunda factura. Mi turno. Voy a pagar con mi tarjeta de alimentación, y ¡oh!, esa tarjeta, precisamente esa, había que pasarla por un punto de venta que estaba en la parte de atrás del local, después de todas las cajas. Me fui, llegué, había dos personas con la misma tarjeta delante de mi que iban a pagar entre ambos una misma factura. En aquel proceso de repartir montos se irían 10 minutos más. Mi turno. Una señora que estaba atrás intento colarse, y yo aún forzando la sonrisa le dije que mi tarjeta también aguardaba allí desde antes. Pasé y pagué.

Finalmente terminamos de chequear toda la compra, que durará como mucho dos semanas (sin incluir la mayor parte de carnes y embutidos), y superó en el total al salario mínimo. Al salir, te revisan las facturas, lo que llevas en las bolsas, y hasta te hacen abrir la cartera "por si acaso".

El sol estridente de la tarde fue toda una bendición.
--

Enumeremos las humillaciones de este relato:

  • Que el Estado regula los precios de productos de primera necesidad, muy por debajo de los precios de producción, llevando a la quiebra a innumerables empresas, expropiando a otras y produciendo a subsidio (es decir, igual disponiendo de nuestros recursos para vendernoslos a un "menor precio"), llevando a una escasez de los mismos y privando a la población de ellos.
  • Que, por tanto, con cierta regularidad uno debe recurrir al mercado negro de productos básicos, como si de sustancias ilegales se tratara, y pagar un precio mayor a un buhonero que no cumple las condiciones de almacenamiento mínimas de los productos y que se lucra a costa de la escasez. Sin mencionar que este mercado opera a plena luz del día en total impunidad.
  • Que debes comprar un mínimo en monto, porque si quieres solo regulados, te toca hacer cola bajo el sol. Brecha de clases, ¿dónde?
  • Que el Estado tiene autoridades armadas en un contexto completamente cotidiano y "normal", dentro de establecimientos privados, para mantener a raya a la población.
  • Que debes perder 3 y 4 horas de tu tiempo, con varios miembros de tu familia, para hacer algo tan simple como un mercado (¿y el trabajo?, ¿y el producir más para el progreso?)
  • Que la misma empresa hace insoportablemente engorrosa una transacción cotidiana (cambiar de turnos en mitad de una facturación, poner colas aquí y allá, puntos de venta al otro lado del local...)
  • Que al salir te revisan las bolsas llenas de productos que ya son tuyos, y la empresa se puede tomar la libertad de revisar tu bolso con la venia de autoridades presentes. Es decir, que aparte de que se violan tus derechos de propiedad, eres culpable hasta que se demuestre lo contrario.
--
Puedes leer el primer post Odiseas en el supermercado. También puedes compartir tu anécdota en los comentarios, pues me gustaría reseñar más de estos trajines humillantes.

--
Recibe las entradas en tu email:
Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

martes, 17 de febrero de 2015

¡Vota por Reflexiones Apresuradas en el concurso #VersionaTuBlog!

Saludos a todos.

El diario zuliano Versión Final ha abierto un concurso para blogs, y ya que tengo varios años actualizando esta modesta bitácora he decidido entrar en él, buscando algo de difusión, y claro ¡buscando ganar también!

Como siempre, necesitaré de la ayuda de mis seguidores. En el enlace de abajo, podrán ver la reseña del blog, tal como la envié, y podrán dar un voto en forma de estrellas (de 1 a 5):

http://versionfinal.com.ve/concursosvf/versiona-tu-blog-reflexiones-apresuradas

Así mismo, hay botones para compartir, que como siempre, si los usan estaría agradecida.

Las votaciones son desde hoy hasta el 1° de marzo, así que si les gustan mis escritos, pueden votarme, y animar a otros a que lo hagan :-)


sábado, 14 de febrero de 2015

El amor y el individualismo

A finales del año pasado leí dos famosas obras con un contenido, digamos, parecido. Explorando un poco en textos que ayuden a ver en nuestro realidad política, en la vivencia del autoritarismo y en la impotencia del individuo en semejante sociedad, leí dos muy mencionadas recomendaciones de muchas personas: 1984, de George Orwell; y Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

Las leí en ese orden, y creo que fue el orden correcto. Leyendo 1984, me sorprendía de la intuición del autor en el funcionamiento de regímenes autoritarios, del culto a la personalidad, del uso contradictorio del lenguaje y de la utilización de la tecnología para el control total de la vida privada del ser humano.

Pero en cierto modo, había algo predecible: el control era ejercido por medio de la represión total de todo atisbo de pensamiento autónomo o de sentimiento muy personal. La sociedad vivía en un engaño masivo constante, que permitía una perenne manipulación por parte del tirano, que era incluso un hombre de dudosa existencia. El gran hermano podía fácilmente estar muerto o no haber existido jamás, era una especie de dios.

Ahora bien, en Un mundo feliz la cosa es totalmente sorprendente. La gente es absolutamente desprovista de su individualidad mediante un sistema que aparentemente les da libertad y placer sin límites. Aunque por un lado, los seres humanos son creados en castas manipuladas genéticamente, y cuidadosamente educados según la labor que se espera de ellos; se vive en una ideología que fácilmente pudiera confundirse con un hedonismo moderno: las castas tenían su razón de existir para que todos fuesen felices haciendo el trabajo que les tocaba; la sexualidad era totalmente libre, es más, lo normal era que todos tuvieran sexo con la mayor cantidad posible de personas, compartieran sus experiencias, y nada de amor ni familia, la reproducción corría por cuenta de la ciencia; y el Estado proveía a todos de una ración de droga semanal: para que fueran felices y olvidasen cualquier posible pasión o profundidad.

La trampa de Huxley es impresionante: el placer también puede ser peligroso, por medio de la aparente alegría y la perenne satisfacción también puede desaparecer nuestra individualidad, aunque aparentemente eso es lo que todos queremos. En el mundo feliz, nadie se enamora, nadie llora la muerte, nadie sufre por otro ser humano.
________________________________________________

Al adentrarme en la lectura de la segunda novela, algo me estaba pareciendo muy interesante: a pesar de que se presentan distopías, aparentemente llevadas por la sumisión del individuo por métodos diametralmente opuestos, ambas tenían un punto en común: en una sociedad donde el individuo es anulado, el amor es subversivo.

¿Ser amante es subversivo? ¿Qué más subversivo que eso? Nuestras mentes jóvenes parecen intuirlo, pero uno se anda con cuidado: en nombre del amor romántico también se defienden cosas de lo más conservadoras y reaccionarias.

Esto llamó mucho mi atención. Toda la segunda parte de 1984 esta prácticamente dedicada al amor clandestino que mantenía Winston con una muchacha. Tenían que verse a escondidas, en las afueras de la ciudad, y luego escondidos en un cuarto alquilado que acabó siendo su trampa. En Un mundo feliz, la entrada de un personaje "salvaje", limpio de civilización, y que se enamora de una de las féminas " alfa", pero no quiere simplemente "saciar su deseo por ella" (y que de hecho prefiere no hacer nada con esa "puta"), viene a poner el cuestionamiento de todo el sistema.

Es en esta última novela que hay una frase avasallante en este sentido: el amor es darle demasiada importancia a otro individuo.

¿Es el amor romántico un acto individualista? No se debe confundir individualismo con egoísmo, es un error común, y no es lo mismo. Individualismo es la filosofía según la cual la sociedad se construye a partir de la acción individual y la libre asociación de individuos en instituciones (en contraste con en colectivismo que pretende que el individuo sea moldeado por y para la sociedad); y el egoísmo es actuar por intereses propios y listo. Un individuo puede ser egoísta y altruista, y creo que de hecho todos tenemos un poco de ambas dimensiones.

Me refiero aquí entonces al amor como ese sentimiento de que el otro es un ser único e inigualable y eso le hace especial y adorable para nosotros; el amor libre, que incluso nos lleva a aparentemente anularnos a nosotros mismos, o sentir que el otro es lo más importante del mundo. Sin importar si esto es pasajero, durable, o si conlleva a alguna institución con condiciones determinadas (matrimonio, etc.)

Quizás en un entorno colectivista el amor tiene poco sentido, pues es una vivencia profundamente individual. También pienso que curiosamente, una de las épocas más individualistas en el arte, el romanticismo, fue también la de los amores suicidas.

Pero quizás cometo un error, quizás el amor es algo demasiado biológico para darle dimensiones ideológicas. O cabe preguntarse, ¿qué tanto dependerán nuestras convicciones ideológicas de nuestra biología?


--
Recibe las entradas en tu email:
Enter your email address:

Delivered by FeedBurner
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...