lunes, 10 de enero de 2011

La Cultura de lo Desechable

Hace dos días el canal español TVE estrenó un interesante documental, Comprar, Tirar, Comprar, que trata sobre el motor de la economía consumista: la obsolenscencia programada de las cosas. Sí, esto es más que obvio en nuestro mundo actual.  De hecho, hace poco compartía un artículo sobre ello.  La mayoría de las cosas que compramos y usamos son desechables, aunque así no lo digan expresamente.  Ya la vida útil de las cosas es nada: las telas se rompen de nada, los celulares están hechos para ser cambiados anualmente, las impresoras y sus cartuchos no duran nada, y el mercado tecnológico avanza a un ritmo tan vertiginoso que lo que compras hoy, a los meses, aunque sirva, ya será obsoleto. Sí, no es sólo la vida útil de las cosas, es también la publicidad y las modas, que hacen que pensemos que lo de hace apenas 5 años ya no sirve para nada, en cuanto a forma y en cuanto a fondo.  Y ni hablar de la cantidad de cosas expresamente desechables que usamos diariamente, desde el papel sanitario, pasando por los envases de comida rápida, hasta los bolígrafos: basura, basura y más basura.


Fuente: Hoymujer.com


Tal y como lo resume Serge Latouche, uno de los entrevistados en el documental, "quien crea que un crecimiento ilimitado es compatible con un planeta limitado o está loco o es economista". Sí, porque ese es el otro detalle.  Con todo respeto, veo economistas hablando siempre por aquí o por allá y siempre hablan de cambios, bolsas de valores, acciones, divisas, índices, números, números y más números; pero jamás he visto a un economista, o a muy pocos, hablando de recursos o de la producción concreta, sólo hablan de dinero, y para mi, a fin de cuentas, ese poco de números no dice nada, cuando hay países del tercer mundo que son basureros de los desarrollados, y cuando el mercado internacional aconseja a los países especializarse en un rubro agrícola, antes de decirles que siembren comida para su población. Es absurdo.

Yo particularmente creo que la ecología y la economía deben dejar de ser enemigos, o verse como contradictorios.  Muchas veces se ve al ecologista como un idealista loco que tiene una filosofía de la era de las cavernas (no es que extremistas no hayan), y por otro lado los economistas son como una élite académica, que todos oyen, pero que nadie entiende qué coño es lo que dicen, a la final, creo que la economía también tiende a ser idealista, pues entienden al mundo como un montón de números, y la economía es una ciencia social, que no puede ser totalmente cuantitativa, pues el objeto de estudio es de mucha mayor complejidad.  Yo creo que la ecología debe ser más práctica y ayudarse de la ingeniería y de la tecnología, no negarlas o pensar que van en contra de la naturaleza; y la economía debería ser más concreta ¿los economistas hablan de basura o de agotamiento de los suelos? No los he visto en esas, a lo mejor me equivoco.

Por otro lado tengo en mi país a un payaso charlatán que toma ciertos detalles a conveniencia de la situación mundial, y se proclama ecologista ¡Ja! Lo menos que es este gobierno es ecologista ¿Es acaso Venezuela potencia mundial en Reciclaje, o en Energías Alternativas? No, sólo seguimos vendiendo petróleo por coñazos y consumiendo gasolina que jode.

Y bueno, sin querer escribir más, porque no quiero terminar hablando del gobierno venezolano, les dejo con el documental, que está muy bueno, y les recomiendo que lo vean pronto pues aparentemente estará puesto en la red sólo durante dos semanas.  También recomiendo que, si pueden, vean un documental que se estrenó hace poco en Discovery Channel titulado Un Mundo de Gente, en el que se cuestiona a cuántos seres humanos podría mantener el planeta Tierra.









Fuente del video: RTVE.es

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martes, 4 de enero de 2011

El silencio y la oscuridad

No, esto no es un texto sentimental. Vengo aquí a hablar de dos recursos naturales que poco a poco se han ido perdiendo irrecuperablemente: el silencio y la oscuridad.  En nuestro mundo, cada vez más urbanizado, cada vez hay más ruido y más luz, nuestros sentidos viven totalmente sobresaturados, sobreestimulados, y a pesar de que en teoría aceptamos que existen la contaminación sónica y lumínica, cada vez nos olvidamos más de lo que estamos perdiendo, cada vez lo vivimos menos.

Yo particularmente tengo la fortuna de vivir en una ciudad relativamente pequeña, Maracaibo, donde aún se pueden ver las estrellas más brillantes y donde aún en ciertos momentos del día y de la noche, puede sentirse un silencio relativo, excepto por uno de nuestros más grandes cánceres, que es el aire acondicionado.

El desconocimiento que tenemos del silencio es tal que no lo soportamos.  Muchas personas dentro y fuera de mi casa he escuchado decir que no soportan estar con todos los aparatos eléctricos apagados porque no soportan el silencio, es más, prenden el televisor solamente para que haga ruido, ni siquiera para prestarle atención.  Yo misma admito que me molesta tocar el piano con el aire acondicionado apagado, pues siento que todos me oyen.  Estoy tan habituada a su sonido que no puedo construir el de mi instrumento si no es sobre ese colchón.  Pero cuando voy a algún lugar donde no hay aire acondicionado, siento que puedo oír todo lo demás y, de una forma u otra, mi oído descansa.

Hablando de la oscuridad, quizás lo más hermoso de ella, es poder ver las luces más sutiles y lejanas que podamos apreciar: las estrellas en el cielo nocturno.  Las estrellas se han convertido en una extrañeza para la mayoría de los seres humanos.  Uno de los momentos más tristes de mi vida fue cuando el año antepasado viajé a Santiago de Chile, esperando con ansias al menos poder ver las principales constelaciones allá, ya que el cielo del hemisferio sur me es totalmente desconocido.  Cuál fue mi sorpresa al percatarme de que la contaminación lumínica y el smog no dejaban ver ni una estrella, es más, las más de las veces ni siquiera podía ver la luna.  Y todos mis compañeros felices de que estaban en aquella capital tan desarrollada, y yo sólo pensaba ¿desarrollada y no pueden ver las estrellas?  Qué triste me pareció el desarrollo en ese momento.



Pienso que no es casualidad que uno de los lugares más hermosos en que he vivido y uno de los que ha despertado más mi inspiración y pensamiento creativo, sea un pueblo en el medio de Los Andes venezolanos.  Quizás no tenga los mejores cielos porque hay mucha nubosidad, pero como viví allá unos años, viví muchas cosas que en un viaje no se pueden experimentar más que como una leve impresión.  Allá todo se oía mucho más nítido, desde la propia voz hasta la lluvia.  Y en sus cielos despejados tuve la oportunidad de ver estrellas como no las volví a ver jamás y la mismísima Vía Láctea atravesando el cielo.  Es un espectáculo que no tiene comparación y que hoy día sólo veo en la pantalla de la computadora.

Afortunadamente hay movimientos ya para recuperar el silencio y la oscuridad en el mundo.  Los mismos que graban paisajes sonoros dicen que prácticamente no queda ya ningún lugar en la superficie del planeta en que no se oigan sonidos humanos.

Yo estoy segura de que si pudiéramos escuchar más seguido a los grillos y mejor los sonidos de nuestro propio cuerpo, y si pudiéramos ver mejor las estrellas, nuestro pensamiento sería radicalmente diferente.

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Les dejo un par de enlaces en inglés:
International Dark-Sky Association

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