sábado, 28 de agosto de 2010

Una breve simplificación

Últimamente se me han pasado por la cabeza muchas cosas que detestar. No sé si es que ando en un círculo de negatividad, lo cierto es que no me siento deprimida, sino que más bien puedo decir que a través de la negación se afirma uno a sí mismo, y afirma cosas también. Y me di cuenta de que hay algo que detesto y que en una persona tan irreverente como yo es raro detestar, y es precisamente la arrogancia y la irreverencia que muchos tienen frente a la complejidad.

La "realidad" es compleja, y es esto lo que la hace fascinante, y a la vez, inaprehensible y, por lo tanto, incomprensible del todo ¿Es esto tan difícil de aceptar?

Cualquier intento que haga el hombre por explicar cualquier cosa es una simplificación, es siempre insuficiente. Así es. Cualquier discurso, sea del tipo que sea, es un intento desesperado de nuestras mentes por simplificar algo inaprehensible que siempre está ahí, dentro, fuera, alrededor, que es demasiado complejo para nuestra comprensión tan primitiva. La ciencia, el arte, la mismísima palabra, son simplificaciones de diferentes aspectos de esa complejidad, y es que quizás en ella, esos "aspectos" ni siquiera existen como tales. Hasta este escrito es una simplificación. Es más, creo que simplificar es nuestro mejor talento.

Entonces, cómo es que alguna gente, y no precisamente de la más experta, puede creer que es capaz de comprender e incluso predecir cosas tan complejas como un individuo, una economía, una partícula, yo que sé. Admiro todos los esfuerzos que se hagan por conocer, por indagar, por cada vez simplificar un poco menos lo simplificado. Pero, por favor, más respeto por el caos, la complejidad y el devenir, sólo así seréis capaces de comprender un poco más.

Texto escrito originalmente el 08/05/2010

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lunes, 23 de agosto de 2010

El escabroso comienzo

Siempre lo más difícil es empezar... muchos lo dicen y vaya que tienen razón. No sé si será un aspecto muy taurino de mi personalidad, pero especialmente he notado que lo más costoso es comenzar, después de eso, todo fluye. Y me refiero a cualquier aspecto de la existencia: en general no soy una persona impulsiva, y esta particularidad me ha llevado a meditar a fondo sobre dos aspectos de la interpretación: la improvisación (a la que no me referiré por ahora) y al comienzo de cualquier obra de repertorio (estudiada previamente).

Señores, nada más determinante que la primera nota, ella es la puerta que nos dará paso, como ejecutantes o como oyentes, a todo lo que vendrá. Y con la primera nota no me refiero a la simple vibración de la cuerda persé (en el caso del piano), la primera nota es la actitud con que se camina al entrar en el escenario, es la reverencia, es sentarse frente a la monstruosa máquina, es la idea que te venga a la mente, es a dónde dirijas la mirada, es la respiración, es el levantamiento del brazo, y finalmente es el ataque de la tecla. Y aunque no parezca creíble, uno se ha preguntado la forma correcta de llevar a cabo todas estas fases para cada obra en particular, para hacer que nuestra mente misma "sea" esa nota antes de hacerla vibrar por los aires... y teniendo en cuenta que en la música lo que sonó, sonado está.

Concluiré con una anécdota en una clase magistral con una gran maestra, en la que, al oírme interpretar una obra, y notar mi mal abordaje de la misma y del instrumento, me dijo una frase que no olvidaré: "Siempre debes tocar la primera vez como si fuera la segunda". Pienso mucho en ella, y no crean, no es fácil, y no sólo para tocar.

Texto escrito originalmente el 16/09/2009

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