jueves, 16 de enero de 2014

La inteligencia holística y la práctica musical (1/3)


No hace mucho vi en la universidad una materia obligatoria, de esas a las cuales el profesor da el rumbo que le parece. En este caso, la profesora decidió dedicar la cátedra a la ética profesional. Se tocaron muchos temas interesantes. Uno de los que más llamó mi atención fue el de la inteligencia holística.

Dicho con pocas palabras, la inteligencia holística se refiere a la habilidad de ver las cosas desde diferentes perspectivas, disciplinas y metodologías, teniendo una visión sintética de los hechos o del conocimiento. Esto llamó especialmente mi atención, puesto que considero que uno de mis principales talentos es la síntesis.

Como han podido verificar a través de las ideas que he expuesto en este blog, el meollo multidisciplinar me fascina, y esa capacidad globalizadora muchas veces tendió a confundirme en cuanto a mis metas de vida. Qué digo, todavía me confunde.

Esta vez he querido abordar el problema de la importancia de la inteligencia holística, o de la importancia de la visión englobadora de las cosas en la práctica musical, según mi experiencia.

En cuanto a la definición de inteligencia holística, estuve revisando algunos conceptos por la red. Acá les dejo el que me pareció mejor redactado y sintetizado:

"El neuropsicólogo alemán Kurt Goldstein (1878-1965) publicó una obra en 1934 en donde estudiaba el organismo, sus órganos y estímulos como un proceso interactivo e integrado. De allí la holística se propagó a distintos ámbitos de aplicación.
La inteligencia holística es también denominada globalizadora, que importa tener la capacidades de captar totalidades, formas globales, generalizar y realizar relaciones interdisciplinarias. No se limita a la aplicación de tal o cual método, sino que sabe seleccionar el más conveniente al caso, incluso integrando diversas metodologías. No parcializa, aprovecha todo lo conocido, de modo sistemático y organizado, incluyendo el componente ético o valorativo.
Se trata de una mente con un estilo de pensar integrador, brillante, sabio, trascendente y poco común, propio de los grandes filósofos atenienses o de hombres renombrados del Renacimiento como Leonardo o Miguel Ángel, pero que sin embargo puede aprenderse y desarrollarse. Quienes saben usar esta inteligencia, ven el fenómeno desde diferentes perspectivas, captan no solo imágenes sensibles y elaboran conceptos delimitados, sino que pueden aplicarlos a distintas situaciones y realizar relaciones interconceptuales, lo cual es muy útil para el avance científico, aunque puede aplicarse a todos los campos de la cultura, sobre todo los artísticos. Ven el universo abierto a inagotables posibilidades, y están dispuestos a transformarlo, percibiendo como hacerlo.
Incluimos el elemento valorativo, dentro de la inteligencia holística como fundamental, pues si bien es conveniente desarrollar mentes abiertas, que interrelacionen conceptos, creativas y abarcadoras, no es menos importante que sus hallazgos no sean para la destrucción, sino para el progreso no solo científico y cultural, sino moral de la humanidad." (1)

En este concepto hay varias ideas importantes que recalcar:

  • El aspecto "englobador", "abarcador", "totalizador", y tomando prestado un concepto biológico, "orgánico". No soy ni remotamente la primera en llamar a esto "orgánico".
  • El aspecto multidisciplinar o "transversal".
  • El aspecto "creativo" o "transformador".
  • El aspecto "valorativo" o ético.


La música como organicidad.
"Los límites de la piel se tornan semi-permeables, después irrelevantes, los ejecutantes, el público, los instrumentos, la habitación, la noche puertas afuera, el espacio, se convierten en un único ser palpitante." (2)
La ejecución musical es en sí misma un acto de integración de factores. No sólo en el sentido de las disciplinas que en la música confluyen (que trataremos en el “aspecto multidisciplinar”), sino también por las múltiples capacidades que entran en juego en el momento de la práctica o ejecución musical.

Cuando un ejecutante está interpretando una obra, debe tener presentes múltiples factores, que van desde la conciencia general del propio cuerpo, pasando por aspectos intelectuales y hasta aspectos emocionales.

El propio cuerpo necesita todo un juego de sincronización y coordinación, que se va desarrollando con la práctica contínua. Dicha práctica puede estar orientada a la ejecución en general, y también a la obra específicamente. Desde la postura, el uso de cada extremidad y de los dedos, se forman en un entrenamiento constante que se da en el estudio.

Cuando ejecutamos también la mente entra en juego. En primer lugar, en el desciframiento de la partitura y en la memorización de la misma. Dicha memorización puede apoyarse de muchas maneras. Hay quienes aprenden las notas, hay quienes aprenden acordes. Yo, por ejemplo, soy más armónica. Necesito una conciencia del plan armónico para memorizar mejor. Y no tengo necesidad de anotarlo, simplemente leo siempre con la conciencia de acordes y funciones. Hay instrumentistas que por el contrario son más melódicos, memorizan notas. Y por supuesto, creo que todos necesitamos apoyarnos en la estructura o forma musical de la obra, qué es primero, qué después, y ejecutar en consecuencia.

Así mismo, dentro del aspecto intelectual, entra en juego la contextualización histórica de lo que se ejecuta. Si la obra es propia, probablemente no sea necesaria semejante profundización, pero en la interpretación de grandes autores sí lo es. La conciencia del estilo es fundamental al momento del montaje y toque. Las frases, las cadencias, los adornos, la “manera de decir las cosas”, no es igual para un autor u otro, para un período de la música u otro, e incluso el ejecutante puede tomar decisiones personales en el cómo hacerlo y por qué.

El aspecto emocional por supuesto, no puede faltar en la música, y en mi opinión, está muy unido al aspecto intelectual. Lograr interiorizar y luego exteriorizar las tensiones y distensiones en el curso de la música, dar un sentido, y una emocionalidad al discurso es algo que debe tenerse siempre presente, y aunque no lo crean, se entrena en ello también.

Todos estos aspectos los he puesto desde el punto de vista de quien toca. Quien toca lo hace con todo su organismo, y por ello la música actúa como mecanismo de integración de la misma persona.

El acto de tocar, el concierto, también puede verse como una organicidad, en el que el o los ejecutantes entran en sincronización entre sí y con el público. La diferencia entre, por ejemplo, un concierto al estilo occidental y una fiesta popular, es el nivel de participación en la creación de mensajes, o digamos el nivel de “autoridad”. Pero aunque el público esté simplemente escuchando, siempre tiene una participación.

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(1) Fuente:  http://educacion.laguia2000.com/general/inteligencia-holistica
(2) Nachmanovitch, Stephen (1990). Free Play: La importancia de la improvisación en la vida y en el arte. Ed. Planeta. p. 120.

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