Así fue. Entrenaba, como cualquier día de la vida. De pronto, en plena carrera ¡crac! Y todo se derrumbó. Dolor y más dolor. Me levantaron. Me llevaron a la emergencia. Esguince. Haz esto, haz aquello. Diez días de reposo. Y me parecieron muchos. Me fui, resignada a casa.
Los días pasaban lento, pero el dolor no menguaba. Busca las placas y revísalas. "Aquí parece haber algo en el hueso, parece una fractura". ¿Qué? Busquemos una segunda opinión. Efectivamente, tienes una fractura. ¿Cómo es que no la vieron el día que ocurrió? ¿Cómo? Los médicos también cometen errores, me digo. Llevas trece días en reposo, pero lamentablemente serán cuatro semanas más. Y entrenar... olvídalo por un buen tiempo. Doble resignación, triple resignación...
Cómo rayos pasa eso simplemente corriendo, sin golpe, sin caída, solo corría. Hago el recuento, lo hago cada día que paso aquí en la cama, entre los libros, el teclado, la televisión y la computadora. Sí, abusé, abusé de mis músculos, el calentamiento fue insuficiente, quién sabe cuántas veces lo hice antes, pero nunca tuve tan graves consecuencias. No lo vuelvo a hacer, lo juro. (Lo más probable es que sí).
Apenas empieza esta amarga vacación obligatoria. Y pensar todo el dinero que he perdido, y todo el que no haré, por estar en este encierro, sin trabajar, y sin desahogar mis penas y angustias a través de los poros.
Mala racha de estos días. A lo mejor pasan más rápido de lo que espero.
P.D.: De estos días lo que sí pueden esperar son muchas entradas en este blog.
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