Foto: La Patilla |
Hacer compra en Venezuela se ha convertido desde hace tiempo en algo tortuoso. Menos mal en mi casa no nos ha faltado nada hasta ahora. Para empezar, somos muchos, y uno por aquí, otro por allá, nos tropezamos o estamos pendientes de los productos de la cesta básica que mucha gente tiene semanas sin consumir, como la harina de maíz, la leche, el café o el pollo.
Así, hemos logrado mantener la despensa, y ni hablar de que ocasionalmente quienes viajan al exterior traen regalitos: los regalitos ya no son souvenir con el nombre de la ciudad de visita, sino por ejemplo, un kilito de azúcar. Lo que nos ha tocado vivir.
Pero las últimas dos veces que hemos ido a hacer compra, ha sido una odisea en algún sentido. Sabemos ya que si hay algún producto de la cesta básica en el supermercado, al menos media hora de cola en la caja te tocará hacer. Aquel día había galletas de soda. Nosotros mismos teníamos meses sin probar una galleta de estas, que no es que son absolutamente necesarias en el régimen, pero son buenas y no muy altas en calorías.
Por supuesto, dos paquetes por persona. Afortunadamente, habíamos ido los 5 miembros de mi grupo familiar casualmente, y esta vez sí íbamos a aprovechar. Sacaríamos los 10 paquetes que podíamos, no solo para nosotros, sino para llevar a nuestras abuelas dos respectivamente también. Hay que brindarse apoyo en esta realidad bizarra.
Pueden pensar que somos unos acaparadores o que se yo, pero de hecho hacerlo no es nada agradable. Consideren que en mi grupo familiar ya no hay niños, todos somos laboralmente activos, así que podríamos hacer compras separadas, aunque la situación venezolana no ha ayudado a que ni mis hermanas ni yo hayamos decidido dejar el nido. Es sumamente irritante estar en la caja y pasar una compra en 5 facturas. Y te preguntas 'por qué', 'por qué tengo que comportarme de esta manera, agarrando tanto producto que consumiré a mediano plazo, pero si no lo hago, puede que en meses no vuelva a verlo'; 'por qué, yo no soy así'.
Así fue que esa noche nos dimos el 'lujo' de comer galletas de soda con ensalada de atún.
A la siguiente compra había aceite, atún en agua (¡aleluya!), harina de trigo y papel higiénico. No teníamos urgencia de ninguna de esas cosas, compramos un poco de cada una y ya. Pero ¡oh tortura! la cola y ciertas situaciones en la caja.
Dejaban sacar 4 botellas de aceite por persona. Nosotros solo llevábamos 2 porque no necesitábamos más, teníamos en casa. Pero mucha gente que iba en grupo usaba la misma estrategia de las galletas de soda en la compra anterior nuestra (estrategia que usa todo el mundo mientras pueda en este país). Y ya no quedaba aceite en los anaqueles, sino en unas cajas que tenían los cajeros y las iban repartiendo al que llegara a facturar y no hubiera agarrado del producto.
Pero había gente que aún no tenía, estaba en la eterna cola de alguna de las cajas, y optó por que alguno de los miembros fuera a estar 'cuidando' que nadie se llevara demasiada mercancía para que alcanzara para todos. Por supuesto, muchas situaciones incómodas se desencadenaron con la presencia de los ciudadanos en la caja, que juzgaban quién según ellos llevaba demasiado aceite, y de paso tenían la osadía de reclamar a los clientes, a la cajera que ya estaba bastante atribulada, y veían lo que facturaba todo el mundo. La seguridad del supermercado no estaba evitando que esto sucediera.
Nosotros pasamos normalmente, pero los clientes que estaban más adelante se tardaron más por esta situación, lo cual nos afectó también. ¿Por qué algo tan cotidiano como ir a comprar comida tiene que ser tan engorroso? Y eso que ninguno de nosotros ha estado dispuesto a hacer una cola bajo el sol por ningún producto, cosa que mucha gente se ve obligada a hacer ya. Es tan humillante, tan indigno, y además vergonzoso ver a la gente día tras día peleando, discutiendo por comida.
Eso estamos haciendo ya, peleando por comida, y mucha gente no acaba de caer en cuenta. ¿A dónde iremos a llegar?
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