viernes, 25 de abril de 2014

Cuentos de sermón IV: dios para discernir el bien y el mal

Este es un argumento bien conocido en defensa de la religión: dios es un medio para discernir el bien del mal. Fue pronunciado en un sermón que presencié, pero en una versión educativa: ¿cómo sería posible educar bien a un niño sin mostrarle a dios, cómo podría distinguir lo bueno de lo malo?

El sermón además formó parte de un ritual de bautismo. La criatura, como es de la usanza católica, tenía escasos meses de edad, así que no recordaría nada. Por supuesto, el mensaje iba dirigido a padres y padrinos.

La ética sin dios es perfectamente posible. La bondad, la maldad, el actuar respecto de los otros, respetando sus derechos no requiere de autoridad divina alguna (autoridad que por cierto, nadie ha conocido en persona, y nadie ha sido reprendido por dicha autoridad). Sólo el uso de la lógica, y de la empatía, son suficientes para el buen actuar. Estar consciente del otro, de su espacio, y de su rango como ser humano igual a mí, es suficiente para el buen actuar. Un niño podría aprender a ser ético, aprendiendo a ponerse en el lugar del otro.

No sólo eso, la ética religiosa puede ser vista como una inmadurez. La necesidad de sentir que hay un ser superior que observa nuestros actos, y que algún día nos reprenderá por aquellos que no le agradaron, es una actitud ciega, irracional e infantil. No hay cuestionamiento, y siempre se tiene la actitud del niño dependiente de que le digan qué hacer y qué no, sin reparar mucho en el por qué, y actuando por la posible recompensa o castigo luego de esta vida.

Ya muchos han hablado de dios como una proyección del padre. Ese padre tanto amenazador, como protector.

La ética religiosa es además, en líneas generales, anticuada. La religión institucionalizada ha sobrevivido y sigue  buscando sobrevivir gracias a la  perpetuación de dogmas, que no resisten la evolución de los tiempos, pero que siguen convenciendo a muchos de ser correctos e incuestionables. Por lo tanto, la ética religiosa puede constituir fácilmente un atraso, inducir al pensamiento retrógrado.

A ello sumemos la relatividad de los valores cuando comparamos las religiones entre sí. Es necesaria la construcción de una ética laica, es decir una ética real que no distinga credos, y que no actúe en base a supuestos no comprobados por nadie.

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2 comentarios:

  1. En discusiones sobre el tema que sostuve alguna vez, cuando todavía gastaba energías en eso, saqué en claro el siguiente razonamiento, muy extendido entre creyentes: cuando un no creyente actúa mal es por no creer, pero cuando un creyente actúa mal es por otras razones. Conveniente.

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    1. Hola, Federico. Supongo que esta lógica también aplica al revés: si el creyente actúa bien es porque cree, el que no cree, será por casualidad pero hay que tenerle cierta desconfianza jeje

      Sí, supongo que todavía ando opinando sobre estas cosas. A veces no veo mucho sentido en ello, pero es para mi como un pequeño ejercicio de escritura, de diálogo conmigo y con los demás, como pa' ver qué sale.

      Saludos, grato verte por aquí :)

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