Venía de ensayar con un coro hacia el oeste. Me dejaron en Galerías Mall para tomar ruta. Galerías, uno de nuestros nodos urbanos, y tal vez el más improvisado y desorganizado de todos. Varias rutas de carros por puesto confluyen, y se ha convertido en punto de articulación entre el norte, el este y el oeste de Maracaibo, llenándose de comercio informal por doquier.
La cola de pasajeros era como de 50 personas. Tendría que esperar que llegaran unos 10 carritos para que llegara mi turno. Serían las 12 y algo, el sol inclemente. El pasajero que iba delante mío rondaría los 7 años de edad. Iba bien vestidito, con una pinta sport, quien sabe a qué, y sus dos padres delante en la fila.
Él se divertía, mirando los carros ir y venir. "¡Ahí viene uno!". "Ay, ese es de la otra parada". "¿Y ese por qué no paró?". "¡Allá viene otro!" Exclamaba todo esto, mientras yo le señalaba que caminara cuando la cola avanzaba, y se reía.
Atrás de nosotros un señor moreno bastante mayor miraba pacientemente a todos lados, y a veces escuchaba a un muchacho que estaba más atrás quejándose de que cómo era posible, que seguro llegaría a su casa casi a las dos. Creo que llegó antes, pero igual le doy la razón y a mis adentros decía "sí, mijo, este transporte no sirve para nada".
Pero el niño delante quizás hasta se divertía con toda la situación, a pesar de que pasaba un calor infernal, respiraba el aire contaminado por los por puesto y la basura de Galerías, del bullicio y las infracciones en vivo en La Limpia, y el peor sistema de transporte que he conocido.
Al rato llegó una señora a la parada con una niña más pequeña a su lado y un bebé en brazos, y se colocó al inicio de la fila por derecho. No pasarían cinco minutos cuando llegó nuestro por puesto al fin.
Un Malibú no tan destartalado. Íbamos en total 9 personas en él. Atrás se montó el niño con sus dos padres, y la señora que iba con el bebé y la niña. Adelante, el chofer, el señor mayor que me seguía en la fila y yo. Todavía pensé en lo inseguro que sería aquello en caso de algún accidente. Ni hablemos de la temperatura, que aire acondicionado en el transporte, ni soñarlo. Tres niños en esa inseguridad y ese infierno.
Todos íbamos "largo". El chofer era un señor que se veía apacible o al menos lo estuvo todo el viaje. Un viaje de casi media hora del que cuando mucho sacaría 50 bolívares. Eso, según el nuevo cambio de Sicad II es menos de 1 dólar. En el parabrisas estaba apoyado un periodiquillo cuyo titular más grande decía algo así como "Arias quiere la paz", haciendo referencia a nuestro gobernador y a la situación de protestas que atraviesa el país.
Pensé que yo, el chofer, los niños, cualquiera... merecemos algo mejor.
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