Hay una vergonzosa anécdota de mi infancia, a lo mejor tonta, pero no irrelevante, que en mi hogar gustan de recordar.
La primera vez que me tocó tomar un antibiótico en pastillas, nunca me atrevía a meterla en mi boca, y tragarla. Qué se yo, me consumía el terror de quedarme atragantada, de que se fuera esa cosa tan grande "por el camino viejo"...
Lo cierto es que yo permanecía un tiempo absurdo (hablo de media hora, quizás más), con la monstruosa pastilla en la mano, contemplándola irracionalmente, y el vaso de agua en la otra, pensando y buscando la voluntad necesaria para poner la pastilla en mi lengua y acto seguido beber agua y tragármela. A veces lloraba; tanta era la desgracia de tragarme aquel objeto que no podía masticar.
La anécdota, cosas de niño asustado, no me avergüenza por lo que fue, sino porque mi actitud ante la novedad suele ser más o menos esa. Lo cierto es que al final, al menos mil pastillas ya me habré tomado a lo largo de mi vida.
Esta historia puede parecer una redundancia del primer escrito que publiqué en este blog, y que como es de esperarse, casi nadie leyó. Pero es que acaso solemos ser estructuras basadas en patrones, y nos repetimos hasta el cansancio. ¿Cómo podría existir un individuo, ser autónomo, si no es repitiéndose, auto perpetrándose?
La graciosa metáfora de la pastilla, hasta me hace recordar la metáfora de Morfeo en Matrix, solo que, pequeña diferencia, Morfeo daba a escoger a Neo entre dos pastillas, una azul y una roja, yo tenía solo una en la mano, y era incapaz de tomármela. A veces pasa justo así, ni siquiera hay que elegir entre una opción u otra, sino entre tomar la única opción o no; o es que, como he visto decir, no hacer nada es también una opción, muchas veces elegida por muchos.
¿Soy una persona cómoda, perezosa, cobarde? Me gusta aplicarme esos adjetivos, pero no sirve de nada, pues en mi vida creo que no es lo que he demostrado, y aunque el momento de decidirse a tomar la pastilla puede parecer eterno, luego la tomo mil veces, y recuerdo con no mucha gracia, mi fatídica indecisión inicial. ¿Acaso una persona cómoda, perezosa, cobarde, se molestaría siquiera en escribir esto? ¿Para qué molestarse?
Déjenme pues, es que ando ahorita con la pastilla en la mano.
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me hiciste recordar algo de mi infancia muy parecido. Con las píldoras ningún problema, pero de repente a mi mama le dio por creer que si me bebía la pastilla con te caliente y no con agua multiplicaba su efecto X10. Nunca pude completar esa hazaña y mas nunca he probado una bebida caliente.
ResponderEliminarMe ha hecho mucha gracia tu comentario. ¿Ninguna bebida caliente en serio? Vaya que los padres a veces no saben lo que hacen y en su ignorancia nos dejan algunos pequeños traumas, jeje.
EliminarGracias por tus comentarios.