Siempre he dicho que el recorrido psicológico del ritual de la misa católica no es casual. Todo está bien establecido, para empequeñecer un poco tu humanidad y engrandecer bastante a dios.
La misa comienza con el canto de entrada y la salutación del sacerdote. Pero la primera parte es el acto de contrición. Dicho de otro modo: arrepiéntete y tendrás entonces el derecho a disfrutar del banquete eucarístico.
Hay dos oraciones que detesto principalmente: el Credo y el Yo confieso. El Credo por todas las cosas que dices que crees y pues yo no las creo. Y el Yo confieso, porque hace quedar a todos los partícipes como pecadores que necesariamente deben arrepentirse de algunos de sus actos o pensamientos.
"Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa", versa la oración terrible, y nos sume en la más profunda vergüenza de nosotros mismos. Suena aún más abominable cuando la recita un niño, ¿de qué tendría que arrepentirse un niño? ¿Qué acto infantil merecería semejante arrepentimiento?
Recuerdo cuando en la primaria nos preparaban para hacer la primera comunión, y un acto necesario era la confesión. Si les digo la verdad, yo nunca sabía qué decir, porque no me sentía arrepentida de nada. Errores he cometido como todos, pero arrepentida no he sido nunca.
La culpa es patológica, y como decía Dawkins en su documental, los religiosos hacen lo mismo que los no creyentes en general, la diferencia es que ellos sienten mucha culpa.
Yo prefiero ser y vivir en toda mi humanidad con conciencia, cometiendo mis errores, en un aprendizaje constante y sin ningún arrepentimiento. Allá aquellos que suplican piedad por existir, como si debiéramos algo por ello.
"Pensamientos de una mente joven y estúpida"... haciendo la aclaración, esos dos adjetivos no tienen por fuerza que ir juntos; pero debo admitir, después de leer este post, nunca mejor utilizados.
ResponderEliminarY supongo que Ud no es estúpido. Lamentablemente no tendré manera de saberlo si no es con algún argumento de verdad. Este está abierto para ello.
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