En estos días recordaba esta memorable frase que nos repetía una y otra vez el profesor Isea en la universidad: "el arte es calidad de vida". Él la mencionaba a propósito de la cultura generalizada que hay en este país de no pagar por el arte, porque el arte "no aporta nada a la sociedad" o algo por el estilo.
Luego de un toque el sábado pasado, se me acerco un señor entrado en años haciéndome comentarios sobre lo excelente que la habían pasado, cantando, bailando, bebiendo y compartiendo. Me decía que hace mucha falta que se hagan eventos culturales, sobre todo en momentos de tensión política como los que vive Venezuela.
En ese momento me acordé de la susodicha frase: la gente en ese espacio había hecho una catarsis, fundamental en mi opinión para mantener la salud emocional, que solo puede lograrse a través de la cultura. Cultura, arte, llámese como se llame. Eso por lo que nadie quiere pagar.
Lo escabroso del asunto es que en épocas de crisis, una de las primeras cosas que se recortan es la cultura, y el momento que estamos viviendo no nos favorece a los artistas para nada. Primero, por la poca bonanza económica, que hace que la gente gaste en lo básico, y allí el arte lamentablemente no está, y segundo por la falta de libertad de expresión y difusión de contenidos, o la obligación de servir a intereses ideológicos determinados en las instituciones culturales.
Yo a veces me pregunto para qué rayos sirve el arte, pero eso, el arte es fundamentalmente el único espacio en el que el hombre es libre y auténticamente él mismo, es la única manera de ser locos justificadamente, de sacar fuera nuestros demonios, y de expresar lo inexpresable. Pero considero que es la única forma de expulsar tensiones que de otro modo no saldrían. Hay gente medio loca como yo que decide dedicar la vida a ello.
Por estas razones precisamente, el arte es fundamental en la educación. No como enseñanza de historia del arte, sino como espacio para la creatividad y la improvisación. Ese renglón está muy descuidado en nuestro país, y esto ha traído como consecuencia que haya generaciones que no aprecian la creación artística, y que no tienen criterio alguno para seleccionar contenidos artísticos.
Nuestra pobre calidad de vida está en detrimento del arte, y la falta de arte en detrimento de nuestra ya pobre calidad de vida. Así, el ciclo se repite y se refuerza. Ese reforzamiento viene muchas veces incluso desde los cultores que piensan que la gente no tiene por qué pagarles, o que es el gobierno el único que debe ocuparse del sector cultural.
Y así, seguimos sin arte. Seguimos sin calidad de vida.
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