Hoy, otro día del músico más, pretendo publicar este texto inédito, que una vez sirviera de introducción a una pequeña obra programática que escribí hace unos 5 años. Debo confesar que está incompleto, porque lo demás venía a constituir el programa de la obra en sí, y sería insensato publicarlo sin publicar la música. Se los debo. Debo muchas cosas en realidad. Y disculpen que he estado tan inactiva, en este mes del músico, he tenido mucho trabajo. Afortunadamente tengo aún muchas cosas escritas sin publicar. También me disculpo por el exceso de puntos suspensivos, en ese entonces me gustaba abusar de ellos, como si la prosa quisiera ser verso, no sé. Decidí dejarlo tal cual.
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Percibir el pálpito del universo
Sólo queda el olor, sólo el éxtasis,
sólo un suspiro de la tempestad carnal… tempestad solitaria e infecunda como
siempre ha solido ser… aún se siente la humedad mental que me ha dejado el día
lluvioso… de mi cabeza no sale la melodía del segundo movimiento de la Sonata
de Mozart, sutil y deliciosa… la practicaba esta tarde, o al menos lo
intentaba… mis dedos son demasiado torpes… observo el exquisito contraste entre
el turquesa del lápiz con el que escribo y el rojo del plástico bajo mi cuaderno…
este es el contexto… ¿qué siento? ¿qué percibo? Se me ocurre un nombre muy apto
para describirlo… es simplemente el pálpito del universo, es la materialización
del tiempo, el eterno movimiento de la materia y de la energía… ese movimiento
admirable e insistente que con mucha razón los físicos llamaron armónico… armonía… equilibrio… eso es la
onda, el pálpito del universo. Ella es
la manifestación más diminuta de aquel principio de que todo tiene un inicio,
un punto cumbre y de allí un retorno al nivel inicial… eso es la onda, la
oscilación del espacio… y ella es la que conforma o, mejor, dicho, viene a ser,
la que es cada una de esas cosas que
hemos considerado acaso bellas… la luz es onda… el sonido es onda… y ella es en
toda su variedad la que le ha dado razón a mi percepción, la que le da vida a
la forma, ella siempre vibrante, no permite que el todo de este cosmos sea
estático… es el corazón de la realidad.
Mis ojos las ven, mis oídos las
escuchan y son la única razón de ser de mis ojos y mis oídos, son lo único
verdadero para ellos y es en sus formas más esenciales que me resultan más
bellas… todo lo demás es derivado, es su pureza la que me produce el éxtasis,
es su proporción inherente, lo que hace la armonía… es ella la energía a través
de la cual los seres y hasta los objetos inertes de este universo transcienden
su propio espacio y se dejan percibir antes de ser palpados, hacen sentir su latido,
afectan el espacio que los rodea y finalmente el tiempo se hace concebible… me
recuesto en el pecho fecundo del cosmos y siento su cálido latir… sólo
concluyo… el calor es movimiento, la luz es movimiento, el sonido es
movimiento… es la onda lo más sublime y placentero que se pueda imaginar, o al
menos en este momento me lo parece… todo encanto es consecuencia directa de mi
capacidad de percepción.
Percibo… mi mente no está sola, más
bien parece aturdida, como en cada detalle de la realidad hubiese posibilidades
de quedar embelesado… Pero mi
mente está loca, ella absorbe y todo lo transforma, todo lo mezcla, todo lo
universaliza… ella no es capaz de contemplar lo efímero, porque lo que es fugaz
es inconsciente, y sin embargo, éste último es accesible… ya no es fugaz…
ella no sabe de instantes, sólo sabe de reanimarlos y recontextualizarlos, sin
embargo, ella es maravillosa.
Esta mañana desperté… percibí un
destello, que luego fue tomando forma… azules, verdes, rosas, amarilos, claro
está, esa es mi mente la que se da el trabajo de darles los nombres, y después
observa cómo se entretejen y descubre con sus remembranzas que estoy en mi
habitación, pero este proceso es fugaz y despreciable… Se oyen sonidos afuera, y mi mente concluye:
un camión, una corneta, una reja, el aire acondicionado… a veces –como ya lo
dije, ella está loca- quiere contemplar
lo fugaz, lo puro, y aunque lo pretende le es muy costoso, y si alguna vez
estuvo cerca de lograrlo, le pareció un trance infantil o surrealista… sueños
poco coherentes para ella, simplemente se deja llevar por lo que percibe, pero
al momento le resulta tan bello que es incapaz de olvidarlo, ella insiste en
comprenderlo. Pero no conforme
con estar allí, pasiva mas no estática, contemplando la realidad, ella la
admira tanto que quiere recrearla, quiere cambiarla, le gusta de vez en cuando
ser material, vibrar con el universo, y finalmente percibirse a sí misma ahí
afuera, formando parte de todo lo demás… Mira un paisaje y no se conforma con
guardarlo en sus intrincadas e imperfectas neuronas, sino que lo asimila, lo
retoca y luego quiere recrearlo, quiere percibirlo a su manera pero desde la misma realidad. A ella le gusta jugar consigo misma, le gusta
echar colores al lienzo y reencontrarse con ellos en la realidad; le gusta
recrear sus estados psíquicos con un montón de sonidos… a ella le gusta hacerse
sentir, le gusta mover la realidad, le gusta hacer ondas… sí, a veces tira
piedritas al agua y a veces canta; a veces colorea y a veces toca el piano,
pero siempre lo disfruta… le encantan las proporciones de las ondas… se
recuesta en el pecho fecundo del cosmos y siente su cálido latir… siente el
tiempo…
Surface waves. Roger McLassus |
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