martes, 24 de diciembre de 2013

Cuentos de sermón III: más fe, mejor sociedad

Este es el cuento de nunca acabar, repetido sin duda por muchos sacerdotes, y por mucha gente también. En estos días asistí a una misa, donde el sacerdote hablaba de la situación del país, específicamente del sistema judicial y carcelario, que está en pésimas condiciones. Y dejaba al final una interrogante: ¿aún quedará fe en el pueblo venezolano? A manera de argumentar que mientras más fe, habría más valores.

Lamento desilusionar a este sacerdote, y a muchos creyentes, pero el venezolano es un ser de muchísima fe, y desgraciadamente. Mientras más religiosa sea una sociedad, es más injusta y menos racional. La gente tiende más a actuar sin escepticismo en todos los aspectos de la vida.

La aproximación del venezolano promedio a la mayoría de las cosas, incluyendo la política, es demasiado y desgraciadamente religiosa. Nuestros políticos representan mesías, o al menos santos, a quienes se hacen altares y encienden velas. Llevar a cualquier persona a este nivel es estimarla en demasía, es considerar al político de nuestra preferencia un ser perfecto, a quien no se cuestiona, y se abordan sus virtudes desde una postura emocional, en lugar de racional: "Chávez nos amó a todos", mientras otro por allá nos recuerda "el tiempo de dios es perfecto".

Lo mismo sucede al momento de abordar cualquier tema ético, ya sea relacionado con la sexualidad, con la violencia, con aspectos de bioética, etc., sin importar la postura que se defienda; aunque casi siempre es el religioso al que le importan más los diez mandamientos que los derechos humanos, quien tiene un pensamiento retrógrado respecto a estos temas, y lamentablemente son mayoría.

Los países muy religiosos no están bien. Por el contrario, se cometen en ellos injusticias y barbaridades amparadas por el Estado en nombre de la religión. Se irrespetan los derechos de la mujer, se asesinan personas, se realizan rituales barbáricos, etc.

Los países muy seculares, poco creyentes en cambio, tienen altos niveles de progreso, y en cuanto a las cárceles (por donde empezamos a hablar), hasta las están cerrando.
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