jueves, 23 de octubre de 2014

Reseña: Ser gay en el islam




El día que fui a la FILVEN de este año, uno de los primeros puestos que encontré a mano izquierda tenía varios libros gay-friendly. Los amigos que andaban conmigo me empezaron a molestar porque saben que me gusta el tema y anduvimos revisando. Este libro del que les hablaré brevemente llamó mi atención instantáneamente: Amor sin nombre, de Brian Whitaker, un periodista inglés que ha dedicado gran parte de su carrera al Medio Oriente.

El primer aspecto que llamó mi atención del libro por supuesto, fue esta mezcla temática entre diversidad sexual y religión, que si quisiéramos, están muy relacionados en la mayoría de los casos. El islam es un gran desconocido para la mayoría de los occidentales, incluyéndome, y las impresiones que nos llegan de esta religión no son muy buenas. La falta de libertades, el machismo acérrimo, la violencia, la no-secularidad son realidades del mundo musulmán que no podemos ignorar. Sin embargo a veces se peca de juzgar en base a la religión a esta cultura, cuando las religiones occidentales no han sido mucho mejores.

Hubo varias perspectivas en este libro que llamaron mi atención. En primer lugar está lleno de testimonios de gente que ha "salido del closet", y los problemas que se presentan van desde la vergüenza familiar hasta la muerte. Sin embargo, el autor destaca que la ejecución por homosexualidad no es algo común en Oriente Medio, que siempre los "criminales" son acusados de otros crímenes conjuntamente (que casi siempre incluyen violación), y que muchas veces el gobierno realiza estas ejecuciones a modo de propaganda o de demostración de que son defensores de la "moral y las buenas costumbres".

A pesar de esto, hay todo un mundo gay en muchas ciudades musulmanas, que mientras se mueva en la esfera privada, no suscita escándalos, ni terminará en ejecuciones.

Muchos jóvenes sufren por el temor de ser expulsados de sus familias, e incluso de su país. A veces optan por llevar una vida clandestina, y otras optan por huir y poder ser libres. Pero la mayoría de ellos de hecho no quiere renunciar a su religión sino hacer las paces entre ella y su sexualidad.

Algo interesante es que existen variedad de posturas respecto a la homosexualidad: hay desde quienes la consideran un pecado menor, en el que la persona puede evitar las tentaciones y pedir perdón a dios, hasta quienes piensan que es una abominación inconcebible que atenta contra la naturaleza de la sexualidad humana. También me pareció interesante el hecho de que muchos de los musulmanes más conservadores en este sentido establecen alianzas con cristianos conservadores para mover sus influencias y para el movimiento anti-gay.

El autor destaca la influencia occidental en las políticas contra la homosexualidad. Muchos países árabes actuales fueron colonias de países europeos que aplicaban sus leyes en estos territorios. La tradición árabe está llena de relatos eróticos y homoeróticos, y resulta extraña en parte su actitud en la actualidad con respecto a las relaciones entre personas del mismo sexo. Incluso se habla de una época en que Occidente vio a Oriente como una tierra llena de prácticas depravadas, y hoy sucede justamente lo contrario. En todo caso, se trata también de una idealización del otro.

Una de las conclusiones más importantes del autor llama mi atención: el problema no necesariamente es la religión, sino la falta de laicismo en los países árabes. El hecho de que la religión pueda ejercerse desde el poder y tomarse como referencia para la justicia es un problema que desde hace rato estamos superando en Occidente, y esa es una diferencia fundamental a la hora de reconocer y ejercer los derechos ciudadanos.

Un libro muy recomendado para quienes les interese el tema.

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