lunes, 6 de octubre de 2014

¿Los venezolanos andamos muy sensibles?

Photo credit: TarikB / Foter / CC BY-NC

Sí, claro que sí.

La sensibilidad es un aspecto humano complejo, del que no se puede hablar a la ligera. Este domingo ha ocurrido un incidente que me ha llevado a escribir y poner mi perspectiva sobre ello, sobre lo que considero un momento de hiper-sensibilidad del venezolano.

La caricatura de Weil

El caricaturista Roberto Weil, envió una caricatura para su publicación como es usual en un suplemento dominical, en la que se hace una sátira de un velorio. Muchos chavistas asociaron la caricatura directamente con el reciente asesinato del diputado oficialista Serra, y han manifestado en las redes sociales toda clase de insultos hacia Weil, e incluso han mencionado el hecho de que debe ser investigado. Weil alega que la caricatura fue hecha hace dos semanas, que no tuvo nada que ver con el lamentable suceso, y que además, la misma no circuló en la revista, por la asociación que podría haber acarreado.

Hablando en específico de este caso, diré que las cargas contra Weil son exageradas (como es costumbre desde el actual gobierno). Para mi la caricatura es genial, pues es una sátira de cómo suelen ser los funerales, en los cuales se rinden honores y casi siempre se habla bien de esa persona fallecida, cuando no necesariamente fuera así de buena. La representación de las personas como animales no es nada nuevo, y menos si se quiere hacer sátiras de políticos. Puede ser que haya herido sensibilidades sin haberlo querido, pero Weil hizo lo propio al disculparse, y estar de acuerdo con la retirada de la página en el suplemento del día de hoy.

Por otro lado, el oficialismo ha tenido una esta reacción, y se ha tomado la caricatura como algo "personal", cuando ya se afirmó que no sería así. La misma se coló en las redes sociales (no sé desde qué fuente en primer lugar), pero ha supuesto pronunciaciones de ministros y personajes importantes de la política nacional, amenazando, utilizando lenguaje soez contra un ciudadano, y atentando contra la libertad de expresión.

El fanatismo

No es la primera vez que el oficialismo exige "respeto" por la sátira realizada hacia sus símbolos y personajes. Incluso cuando la muerte del ex presidente Chávez, todo el tiempo se pedía que se dejara de hablar mal de lo que él había hecho en vida, "por respeto" a los sentimientos de sus seguidores.
En mi opinión, nada más fuera de lugar que pedir respeto hacia los sentimientos de un fanático. Todos merecemos respeto en cuanto seres humanos, pero pedir que "no se hable mal de alguien" por respeto hacia tu adoración hacia esa persona, es por lo menos ridículo. Más aún, cuando Hugo Chávez tuvo tantos detractores y no sin razones reales.

Todos tenemos nuestros seres que admiramos, pero esto no quiere decir que otros no puedan hablar mal de ellos u opinar en contra, más aún si estas opiniones se emiten con argumentos. La libertad de no estar de acuerdo con algo también existe. Digamos de paso, que el fanatismo es de los más bajos sentimientos humanos y lleva una fuerte carga de irracionalidad. No es lo mismo admirar a alguien que adorarle, y por lo general, cuando se defiende a alguien a quien se adora, se lo hace con pasiones exageradas.

El disentimiento, y más aún en la política es sano, y necesario para la existencia de la democracia y la pluralidad. Si se saca el argumento de que se "hieren sensibilidades" se está asumiendo el problema como algo personal y emocional, perspectiva totalmente errada y que ofusca contra una visión equilibrada de la realidad.

El discurso oficial

No es secreto para nadie que Hugo Chávez utilizaba un lenguaje bastante violento para referirse a la otredad política de Venezuela. Ni siquiera cuando se trataba de muertos, él "respetaba" (recuérdese el caso de la muerte de CAP: "yo no pateo perro muerto"). El ex presidente utilizó así mismo toda clase de insultos para referirse a su oposición política (incluyendo a los ciudadanos): escuálido, majunche, etc.

Los seguidores de Chávez y su gabinete político, han imitado este discurso. Y así, en sus redes sociales, responden a los ciudadanos diciendo "hijo de puta" sin siquiera tener en cuenta que ellos son funcionarios públicos. El actual Presidente, Nicolás Maduro, mostró una total indolencia ante los asesinatos en las protestas del primer trimestre de 2014, y bien se recuerda un video en el que bailó con su esposa, dando a entender que no había nada que lamentar.

En resumidas cuentas, el discurso oficial es provocador y violento. Esto no justifica que desde la oposición se responda de la misma manera, y menos aún de parte de los dirigentes de la misma. Pero la gente normalmente tiene reacciones verbales acordes a las que se están lanzando desde su propio gobierno.

Más aún, no se justifica que desde la boca de funcionarios públicos se insulte a la ciudadanía por su posición política, puesto que quien está allí, sea del partido que sea, detenta un cargo en el cual se supone que trabaja para todos los sectores del país por igual.

La realidad, la negación y la ira

Si bien existen oficialistas que andan muy sensibles por su fanatismo, y un discurso oficial que pone sensibles a muchos, también existe en Venezuela una realidad agobiante, que de paso, pretende ser negada todos los días.

El ciudadano común debe soportar largas colas para conseguir alimentos de la cesta básica, para surtir combustible, debe calarse apagones de alcance local y nacional, mala administración de los recursos hídricos, devaluación constante de la moneda y pérdida del poder adquisitivo en plazos cotidianos, falta de oferta inmobiliaria, falta de medicamentos e insumos médicos aún habiendo la existencia de epidemias, y una inseguridad que se lleva a más de 20.000 venezolanos anualmente, con una impunidad de más del 90%.

Todos estos problemas, además de tener que soportarlos, son negados constantemente por aquellos oficialistas que nos gobiernan. "El contrabando y la especulación son los que acaban con la comida y el combustible" sin admitir que los controles de precios y subsidios han influido grandemente en ello; "estamos ante una guerra bacteriológica", o el argumento más ridículo para describir las razones de la proliferación de ciertas enfermedades; "la inseguridad es una construcción mediática", o el alegato también de que las víctimas son los culpables cuando son robados o asesinados, negándose a aportar soluciones, e irrespetando cada una de las víctimas humanas que dejan este mundo todos los días por decenas.

Es normal que en esta situación se genere ira, irritabilidad y resentimiento en cualquier persona, y es fácil sentirse totalmente impotente y además burlado con el discurso oficial. Esta dimensión de la "hiper-sensibilidad" del venezolano es quizás la que más se justifica. Por ejemplo, ¿qué se le va a hablar a una madre que perdió a un hijo joven a manos del hampa, y que todos los días ve cómo desde el gobierno se niega su realidad, de "respeto" ante el asesinato de un político? ¿Qué se le dirá a padres de familia que no pueden costear la comida sobre "no herir" a quienes adoran al difunto? ¿Cómo decirle a un joven que ve mermado su futuro que "respete" y no insulte o al menos satirice al gobierno? Es absurdo.

Justificada o no, nuestra sensibilidad es un problema

Ya que estamos muy sensibles, y aunque haya razones, debo decir que esta actitud es un serio problema. Andamos muy volátiles, y con ello, el sano debate no existe.

Unos por un lado, andan dolidos todo el tiempo por las críticas a su líder, a sus gobernantes o a sus partidos. Esa no es la actitud. ¿Cómo esperamos que se construya democracia si no hay opiniones? Defender lo que piensas no puede hacerse desde la apelación constante a las emociones, porque las mismas no justifican nada.

Por otro lado, hay quienes andamos sensibles por una realidad aplastante, a la que no se le ve voluntad alguna de solución por parte de nuestros administradores. Cualquier tema relacionado con la realidad o con la política en sí, muchas veces genera reacciones de ira, y es común, ya sea en la internet o en las calles, que la gente discuta fuertemente por estos temas, algunos por el fanatismo del que ya hablé (que existe en ambos bandos), y otros por sentirse muy indignados constantemente.

Pero en todo esto hay puntos de encuentro, o mejor dicho, existe otro tipo de sensibilidad que hemos perdido y que nos convendrá desarrollar de nuevo para salir de esta crisis. Esa sensibilidad está relacionada con la empatía y la capacidad de ponernos en el lugar del otro, y me refiero a los ciudadanos, no a los políticos.

Los problemas que nos aquejan nos afectan a todos, en primer lugar, solo que se difiere en las causas de los mismos. Hay que comprender que hay causas múltiples, y que muchas veces se ve solo algunos aspectos o dimensiones (cosa que pasa preocupantemente desde el gobierno, por lo que no hay soluciones efectivas); pero entre los ciudadanos, para la discusión, para la crítica y para la construcción de una alternativa a esta crisis, hay que ver las cosas desde todos los ángulos posibles.

Otra cosa es que el fanatismo se ha construido muchas veces en base a la desesperanza, y se halla en el líder, esa promesa de un mañana mejor. Hay que bajarle dos al fanatismo por un lado, pero entender un poco en las causas del fanatismo del otro, que casi siempre se origina desde las mismas carencias, en pro de que haya una reconciliación y un posible diálogo. 

Y si hay algo que nunca dejaré de decir que necesitamos mucho es racionalidad, cosa que este gobierno se ha empeñado en dejar a un lado, siempre invocando las pasiones de la gente.


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