viernes, 22 de julio de 2011

Caminando al filo del abismo

Yo no soy una persona a la que le gusten los deportes extremos, ni los juegos fuertes, ni las emociones excesivas... ¿saben qué? Con la música tengo suficiente.  Aunque parezca que estar sentado o parado o como sea, manipulando o ejecutando un instrumento, sea una cosa un poco sedentaria (porque pasiva no es), es una cosa realmente arriesgada y en muchos casos, agotadora.

Tocar, cantar, ejecutar, es estar todo el tiempo caminando al filo de un abismo, y ser lo suficientemente calmado para hacer caso omiso de eso y de paso hacerlo con gracia.

La música, como es bien sabido, es un arte temporal, como otras tantas, y como decía Nietszche, la manifestación más pura del devenir, o del morir constantemente.  En el caso de algunas artes, como la plástica o la escritura misma, el artista tiene una idea, busca el material, construye la obra, y al final, ésta queda lista y única, y ya ha quedado terminado el trabajo, aunque pueda ser sometida a modificaciones.  En la música, más específicamente, en el acto de la ejecución, la obra de arte está en permanente construcción.  Estudiar una obra determinada es como construir un edificio, destruirlo, al día siguiente intentar construir un edificio similar y volverlo a destruir, y así sucesivamente; todo esto con la esperanza de que cada día seas más y más habilidoso intentando construir ese mismo edificio, cada vez con más éxito, más gracia y más consciencia, pero con la certeza de que nunca quedará igual.  Y cuando crees que esa habilidad está de lo mejor, pues ejecutas frente a los demás, y la ejecución musical en sí no es más que una permanente construcción de la obra, y la obra acabada, no es más que una impresión que se vale de la memoria.  Esta es, quizás, la magia de la música.

Visto desde la perspectiva del ejecutante, son tantas y tantas las variables que debe concientizar y coordinar (cosa perfectamente posible), que en realidad siempre está expuesto al error.  Y el error a lo mejor puede no ser obvio, pero al artista ya no le satisfizo su ejecución, ya no es perfecta.  Y ni decir cuando el error es obvio.  Y ni siquiera hablar de cuando hace uno un desastre en el escenario.  Lo peor es que todos sabemos que esa posibilidad existe, simplemente hacemos lo posible por reducirla al mínimo.

La música, lo digo con toda sinceridad, es una profesión extrema en la que, si todo sale bien, puedes ser un héroe, pero si algo sale mal, eres la cagada hecha ejecutante.  Y de verdad admiro a todos aquéllos que pueden ejercer este rol sin pensar en nada de esto.

Yo, particularmente, no he sido testigo de mi primera ejecución perfecta, por muy buena que haya sido alguna.  Y siento que al deslizarme por las teclas, estoy siempre a la intemperie, siempre en los brazos del caos, siempre a la deriva en las olas del devenir, siempre caminando al filo del abismo.  Quién sabe, a lo mejor ya soy adicta a ello.



Texto escrito originalmente el 05/06/2010

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5 comentarios:

  1. Qué buen texto...es tan transparente y cotidiano...tan cercano que puedes reemplazar la palabra música por VIDA...Y sin más..sigue siendo tanto o más profundo...me ha gustado mucho...SALUDOS DESDE COLOMBIA

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  2. Saludos amigo, me ha sorprendido tu pasada por aquí, cómo están las cosas.

    Y pues sí, es como la vida misma... me recordaste un comentario de un gran colega mío sobre esta entrada. Decía que esta constante busqueda y re-construcción de la creación y de la interpretación es lo que nos mantiene vivos.

    Gracias por tu comentario.

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  3. Está muy bueno este artículo si Mahoma lo hubiese leído capaz y le da un patatus. Menos mal qué difiero radicalmente con ese señor con respecto a la música. Para mi la música es lo máximo mi vida no tendría sentido si no pudiese escuchar la música qué me gusta, y admiro mucho ala gente qué la hace mientras camina al borde del abismo. Excelente artículo paisana me gustó mucho y cómo diría mi hermano músico de pinga pues. @alrolando

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  4. ¡Saludos Rolando! Muchas gracias por tu comentario... pero ahora me causaste curiosidad ¿Qué era lo que decía Mahoma de la música?

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  5. Ok Paiku te explico, el señor Mahoma odiaba a la música y a todo lo qué tenía qué ver con ella porque creía qué perturbaba a la concentración (OSEA) Este pendejo palurdo para mi no era más qué un loco, y créeme qué lo entiendo porque cuando le paras mucha bolas a una religión o terminas enloqueciendo o te vuelves un fanático pendejo, por eso yo no creo en religiones y simplemente hago el bien y hago el amor ya con eso creo qué tengo la mitad del cielo ganada si es qué el fulano cielo en realidad existe. Saludos para ti mi pana Paiku pero mosca no revolucionarios, jajajaja qué viva la MÚSICAAAAA pero la buena

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