martes, 8 de diciembre de 2015

A los exiliados

Las actitudes con respecto al fenómeno de la emigración venezolana muchas veces son lamentables. Lamentables a veces desde quienes deciden irse, a veces desde quienes se quedan y miran a los que se van. El éxodo venezolano es un fenómeno social del momento, y al igual que todas las emigraciones masivas se da en el marco de una crisis que llega a ser insoportable, sea por una guerra, por una debacle económica (que se parece más a lo que vivimos aquí)...

Emigrar no es fácil. No lo he hecho, pero he enfrentado ese dilema al menos durante los últimos 3 años. Soy una persona muy amarrada a mi tierra, me identifico con muchas cosas de ella, he amado sus lugares, su idioma, sus manifestaciones, y desde siempre, no es nada nuevo que me haya salido ahora que enfrento la posibilidad de irme por razones prácticas. 

Siempre me han gustado las canciones que hablan del lago, cuando estaba en la universidad escribía textos cómicos sobre el transporte público de Maracaibo, me gusta como hablan los marabinos decentes, me gusta incluir influencias venezolanas en mi música, me gusta la comida de aquí, y me parece altamente interesante conocer la historia de mi región, mi país, y hasta de mi familia.

Eso no quita que yo quiera salir y explorar y conocer. Pero jamás he pretendido romper el vínculo que me une a mi tierra natal, es más, romper ese vínculo me parece una tragedia. En estos 3 años me levanté muchas mañanas como con una resaca emocional, un yo dividido entre amar no solo su tierra, sino el camino que he logrado forjar en ella, y la realidad que aparentemente te cierra las puertas por todos lados, el yo que a pesar de tanto trabajo no ha podido ser independiente. Y eso es duro. El romanticismo que no es secundado por una base de realización práctica, tarde o temprano muere.

Tal vez si yo no hubiera logrado realizar algunas metas, si no tuviera algunos vínculos personales que me ataran, tal vez si fuera más fría, si hubiera visto las cosas venir desde antes, si hubiera actuado con más decisión, si no hubieran pasado determinadas cosas, tal vez, yo no estuviera ya aquí, tal vez hubiera sido una emigrante más.

Con el tiempo he entendido que el amor a la tierra, el nacionalismo, el etnocentrismo, es en parte algo natural, algo genético, quiero decir. No lo digo yo ni mi experiencia, lo dice la ciencia. Eso no es bueno ni malo. Es. Y es bueno o malo en la medida en que sea tomado con exageración, con falsedad, o cómo ello nos haga actuar en determinadas circunstancias. He pensado por ejemplo, que no saldremos de esta crisis si no tenemos ese nacionalismo presente, el de verdad.

Y a todas estas, me he fijado mucho en cómo actúan los grupos de exiliados que viven en nuestro país. La comunidad italiana, portuguesa, árabe... ellos se reúnen con los suyos aquí, cada vez que pueden viajan a sus tierras sea a verlas o a reunirse con familiares, preservan lo que pueden de sus costumbres y cultura, y a la vez han dejado lo mejor de sí en Venezuela, y no tienen ningún problema con eso. Así mismo, si esas personas llegasen a necesitar algo de sus países, no les será negado, creo que nadie los llama "traidores" por haber abandonado su suelo en el momento que lo sintieron necesario como individuos.

No entiendo las dos actitudes enfermas que han nacido acá: primero, la del emigrante que dice que no quiere encontrarse con venezolanos, ni saber nada de venezolanos en la tierra que ahora tienen, y hablan mal de sus compatriotas desde fuera; y segundo, la del que se queda, que constantemente está condenando al que se fue, por "abandonarnos" o "traicionarnos". Emigrar es una decisión práctica. No tiene nada que ver con sentirse venezolano o no. Y sentirse venezolano tampoco perturba la adaptación a un nuevo hogar. Capaz te enamoras más de la tierra a la que vas, como le ha pasado a muchos inmigrantes acá, que tampoco niegan sus orígenes, ¿y?

Venezuela es una comunidad que va más allá de una frontera, somos un país y un grupo cultural. Y debemos ser medianamente solidarios (lo dice una persona que es altamente egoísta) en esta crisis, que nos ha trastocado a todos, dentro y fuera del territorio. Nos ha cambiado y ahora vamos a un nuevo estadio en nuestra historia. Y vamos a construirla juntos, queramos o no.

No lo sabemos, pero hay mucha gente que se ha ido con la plena esperanza de volver, muchos por fuerza mayor van a tener que volver, y otros, aunque estemos bien, se van a querer ir o decidirán irse por nuevas oportunidades. Es algo que pasa todo el tiempo. Y pasa, porque al mismo tiempo estamos altamente determinados por nuestro grupo humano de origen, pero somos individuos autónomos. Ambas cosas tenemos que aceptarlas.

El piso cinetista de Maiquetía, incluso el meme de nuestros exiliados es hermoso.
Fuente: https://www.flickr.com/photos/elexpatriado/2452714784/in/photostream/

1 comentario:

  1. Muy buena tu reflexión Vanesa. Mas que de acuerdo con tus comentarios. Saludos.

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