viernes, 15 de agosto de 2014

Suicidio

Con el tema de la muerte de Robin Williams, ha saltado a la palestra del debate de las redes sociales (¿debate?) el tema del suicidio. El suicidio en diferentes culturas ha tenido diferentes connotaciones éticas. Puede ser desde una cuestión de honor hasta el peor de los pecados.

A mi no me queda más que ser coherente conmigo misma. Si creo en el individualismo, y en la voluntad de que cada quien es dueño de su cuerpo y de su vida, el suicidio sería una de las máximas demostraciones de esa posesión, y de ese disponer cada quien como quiera de su existir. 

No hay manera de condenar a alguien por eso, más que quizás por el sufrimiento que pueda dejar a su alrededor, pero ¿qué sentido tiene?, sobre todo para alguien como yo que cree que la muerte es la aniquilación de nuestro ser, así que después de la muerte, no queda condena alguna. Por eso también la muerte es poca condena, si no es por el deseo de continuar viviendo.

En el suicidio hay una barrera ética: no se hace daño a nadie más, sino a uno mismo. ¿Y acaso no nos provee de esa posibilidad la libertad?

Claro está, la depresión es un oscuro lugar, una enfermedad a la que muchos se refieren a la ligera, como si de dar mensajes de auto ayuda se tratara. Es una cuestión química, que afecta todo nuestra percepción, incluyendo la percepción de la vida y de la muerte.

Por lo menos para Williams, un ser que logró trascender, quizás existe aún la única opción de inmortalidad: la de no ser olvidado.













Photo credit: dak1b2006 / Foter / Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-NC-SA 2.0)

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