domingo, 15 de marzo de 2015

La banalización del exilio

Nuestra situación no es normal. No es normal que un alto porcentaje de la población de un país tenga tantos deseos de dejarlo, de buscar una vida mejor en otras latitudes, no es lo más común que una persona rebusque en las opciones de otros lugares, y sin necesariamente enamorarse de otra tierra, simplemente se vaya ante la primera opción viable, y a veces no tanto.

La cantidad de venezolanos que están abandonando el país me preocupa en lo profundo. Con esta crisis económica, con la inseguridad que amenaza constantemente la propiedad y la vida, y con el comportamiento dictatorial del gobierno actual que cada día viola más derechos civiles, en verdad uno piensa muy seguido que lo que quiere es salir corriendo.

Uno tiene la esperanza (en realidad la certeza) de que esto va a acabar. El problema es cuándo. Y uno tiene la esperanza de formar parte de una reconstrucción, de una nueva salida a la prosperidad, pero cuándo, y a qué precio.

No es fácil dejar la tierra, y tampoco es fácil ser un extranjero en otro lugar. Esto es algo que hoy pocos mencionan. Ante lo feo de nuestra vida cotidiana, aquello parece empequeñecer.

Algunos pregonan "la patria no existe". Pero el terruño existe, y aunque le dejemos va con nosotros a todos lados. No en vano el exilio y la tierra son de los temas más recurrentes de la literatura y las artes. El exilio es una tragedia, y nos estamos acostumbrando a minimizarla.

Por otro lado, se tiende a tildar de héroe a aquel que se ha ido y ha logrado hacer una vida en el exterior. En cierto modo lo es, porque como dije, ser un extraño en otro lugar no es sencillo. El extranjero siempre genera desconfianza, es una cosa casi de instinto.

Pero el que se queda también es un héroe en cierto modo. Construir una vida aquí, contra la corriente de la crisis cotidianamente, a merced de un estado de ánimo colectivo nada saludable que se mueve entre la ira y la depresión, y con un salario paupérrimo; así decidimos quedarnos muchos. Mucho peor, a veces parecemos despertar con una terrible dualidad en el alma: una parte de nosotros quiere largarse y se siente mal por estar aquí aún, y otra quiere quedarse bien sea por pelear, bien sea por un simple apego.

Desde el gobierno se grita muy a la ligera "si no te gusta el país, pues vete". ¿Qué gobierno le grita a sus ciudadanos que si disienten lo mejor es que se vayan? ¿Qué gobierno se ahoga mandando al exilio a la mayor riqueza de un territorio: su gente?

Entre la condena al exilio del gobierno, y el pensamiento generalizado del ciudadano de que la única salida es la frontera, hemos banalizado esa tragedia. Esta tragedia de país, de la cual probablemente no escapamos ni largándonos.

cishore™ / Foter / CC BY-NC-ND

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