sábado, 14 de febrero de 2015

El amor y el individualismo

A finales del año pasado leí dos famosas obras con un contenido, digamos, parecido. Explorando un poco en textos que ayuden a ver en nuestro realidad política, en la vivencia del autoritarismo y en la impotencia del individuo en semejante sociedad, leí dos muy mencionadas recomendaciones de muchas personas: 1984, de George Orwell; y Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

Las leí en ese orden, y creo que fue el orden correcto. Leyendo 1984, me sorprendía de la intuición del autor en el funcionamiento de regímenes autoritarios, del culto a la personalidad, del uso contradictorio del lenguaje y de la utilización de la tecnología para el control total de la vida privada del ser humano.

Pero en cierto modo, había algo predecible: el control era ejercido por medio de la represión total de todo atisbo de pensamiento autónomo o de sentimiento muy personal. La sociedad vivía en un engaño masivo constante, que permitía una perenne manipulación por parte del tirano, que era incluso un hombre de dudosa existencia. El gran hermano podía fácilmente estar muerto o no haber existido jamás, era una especie de dios.

Ahora bien, en Un mundo feliz la cosa es totalmente sorprendente. La gente es absolutamente desprovista de su individualidad mediante un sistema que aparentemente les da libertad y placer sin límites. Aunque por un lado, los seres humanos son creados en castas manipuladas genéticamente, y cuidadosamente educados según la labor que se espera de ellos; se vive en una ideología que fácilmente pudiera confundirse con un hedonismo moderno: las castas tenían su razón de existir para que todos fuesen felices haciendo el trabajo que les tocaba; la sexualidad era totalmente libre, es más, lo normal era que todos tuvieran sexo con la mayor cantidad posible de personas, compartieran sus experiencias, y nada de amor ni familia, la reproducción corría por cuenta de la ciencia; y el Estado proveía a todos de una ración de droga semanal: para que fueran felices y olvidasen cualquier posible pasión o profundidad.

La trampa de Huxley es impresionante: el placer también puede ser peligroso, por medio de la aparente alegría y la perenne satisfacción también puede desaparecer nuestra individualidad, aunque aparentemente eso es lo que todos queremos. En el mundo feliz, nadie se enamora, nadie llora la muerte, nadie sufre por otro ser humano.
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Al adentrarme en la lectura de la segunda novela, algo me estaba pareciendo muy interesante: a pesar de que se presentan distopías, aparentemente llevadas por la sumisión del individuo por métodos diametralmente opuestos, ambas tenían un punto en común: en una sociedad donde el individuo es anulado, el amor es subversivo.

¿Ser amante es subversivo? ¿Qué más subversivo que eso? Nuestras mentes jóvenes parecen intuirlo, pero uno se anda con cuidado: en nombre del amor romántico también se defienden cosas de lo más conservadoras y reaccionarias.

Esto llamó mucho mi atención. Toda la segunda parte de 1984 esta prácticamente dedicada al amor clandestino que mantenía Winston con una muchacha. Tenían que verse a escondidas, en las afueras de la ciudad, y luego escondidos en un cuarto alquilado que acabó siendo su trampa. En Un mundo feliz, la entrada de un personaje "salvaje", limpio de civilización, y que se enamora de una de las féminas " alfa", pero no quiere simplemente "saciar su deseo por ella" (y que de hecho prefiere no hacer nada con esa "puta"), viene a poner el cuestionamiento de todo el sistema.

Es en esta última novela que hay una frase avasallante en este sentido: el amor es darle demasiada importancia a otro individuo.

¿Es el amor romántico un acto individualista? No se debe confundir individualismo con egoísmo, es un error común, y no es lo mismo. Individualismo es la filosofía según la cual la sociedad se construye a partir de la acción individual y la libre asociación de individuos en instituciones (en contraste con en colectivismo que pretende que el individuo sea moldeado por y para la sociedad); y el egoísmo es actuar por intereses propios y listo. Un individuo puede ser egoísta y altruista, y creo que de hecho todos tenemos un poco de ambas dimensiones.

Me refiero aquí entonces al amor como ese sentimiento de que el otro es un ser único e inigualable y eso le hace especial y adorable para nosotros; el amor libre, que incluso nos lleva a aparentemente anularnos a nosotros mismos, o sentir que el otro es lo más importante del mundo. Sin importar si esto es pasajero, durable, o si conlleva a alguna institución con condiciones determinadas (matrimonio, etc.)

Quizás en un entorno colectivista el amor tiene poco sentido, pues es una vivencia profundamente individual. También pienso que curiosamente, una de las épocas más individualistas en el arte, el romanticismo, fue también la de los amores suicidas.

Pero quizás cometo un error, quizás el amor es algo demasiado biológico para darle dimensiones ideológicas. O cabe preguntarse, ¿qué tanto dependerán nuestras convicciones ideológicas de nuestra biología?


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