jueves, 15 de noviembre de 2012

A solas con él


Me imagino que todos, sea cual sea el oficio que ejerzamos, hablamos solos de vez en cuando, nos encontramos en medio de trabas trabajando solos, y decimos maldiciones solos.

Recuerdo que cuando empecé mi carrera, solía decir que la música es una de las artes más sociales: cuando se hace, cuando se suena, casi siempre se hace en grupo. Dependemos los unos de los otros para construir tejidos y sonoridades en pleno momento. Ensayamos, despotricamos del otro, y en oportunidades encontramos una divina sincronización, exclusivamente musical, pues a veces ni amigos llegamos a ser.

Pero en el meollo de tocar un instrumento, la verdad es que la mayor parte del trabajo la hace uno solo. A solas con ese objeto con el que debemos construir una relación: el instrumento. Esta relación es muchas veces ambivalente, de amor-odio, de oscilación entre el amor que tenemos a la belleza y las maravillas que somos capaces de lograr, y el odio por las limitaciones siempre existentes, y por la obligación del entrenamiento permanente, en el cual tenemos que hacer cosas que son eso, entrenamiento y nada más.

Me causa gracia cuando me hallo hablando sola con el piano, gritándole a mis dedos, o halándome los pelos porque alguna cosa no me sale.

Si hay algo que nos saca de quicio con mucha frecuencia es lograr la coordinación necesaria en determinados pasajes. Todo el tiempo estamos intentando lograr una sincronización mano derecha - mano izquierda - dedos entre sí - cuerpo - ojo - oído, cuyo equilibrio es tan sutil que solo años de repetición y práctica logran más o menos algo bien hecho.

Hay momentos que son dignos de quedar con tics nerviosos. A cada rato nos vemos en la obligación de inventar metodologías diversas para lograr determinados pasajes. Cambiar el ritmo, hacer polirritmias con las manos, cantar y tocar, cambiar las articulaciones y acentos, etcétera; convirtiéndonos en dignos maestros de nosotros mismos. Tenemos que ser capaces de lograr eso, por obligación, y a solas, para poder resolver nuestros propios problemas ante cada nueva obra que queramos o tengamos que llevar a cabo.

Quise escribir esto, porque a veces me siento como fastidiosa cuando publico cosas como ésta:



Creo que a nadie le interesan, y muchos ni entenderán, pero bueno, Twitter es un poco para hablar solo.


Y pensar que cuando ensayo con otros, ellos no tienen ni idea, ni yo de lo que han pasado ellos. Y el público mucho menos.

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