lunes, 3 de octubre de 2011

Maestros, infantes y recuerdos

El día de hoy tuve un momento de inspiración, fugaz, extraño e inesperado; y quizás fue uno de los momentos que más me han hecho disfrutar de estar tocando.

La cosa es que hoy fue un día de mucho ajetreo, un día de esos en que todo coincide, que si la reunión, que si la clase, que si el concierto. Y con el atuendo del concierto tuve que hacer todas las actividades de la mitad del día. El repertorio que debía afrontar ya tenía tiempo preparándose e incluso se había presentado en una ocasión, pero no era mío solo, sino que era interpretado por un coro infantil de unos cuarenta niños y yo era su acompañante.

Trabajar con niños siempre ha sido algo fresco, que le remueve las ideas a cualquiera no más de oír tanta ocurrencia de los pequeños diablillos. Pero debo decir que sí que cantan como los ángeles, después de tanto darles duro pa'llá y pa'cá, pero como los ángeles cantan; la claridad de sus voces se compara con el primer rayo de sol en el amanecer. Ya en serio, la cosa andaba sonando bien.

Desde hacía días visitaba la ciudad una persona con la que no compartí prácticamente nada. Los directores del coro de niños son como compañeros míos, es más, algunos de ellos hasta de promociones posteriores de la universidad. La persona en cuestión vendría a ser la maestra del maestro de ellos, que estaba acá haciendo una serie de talleres. Vaya qué decir, que todos le tenemos inmenso respeto, y sólo pensar dirigir, tocar o cantar frente a la señora, ya nos daba como miedo. Lo cierto es que ella no había escuchado a los diablillos desde su arribo a Venezuela, y cuando vemos que va a estar presente en el ensayo general antes del concierto, como que nos entró un susto.

Pero cuál no fue mi sorpresa, que al empezar a tocar las canciones del paisano suyo Vitier, la mujer no hizo sino trasladarse a su infancia, y ha empezado como la misma niña a aplaudir, cantar las canciones y tararear hasta los solos del piano. Les juro que nunca en mi vida vi a alguien ser tan feliz mientras yo estaba tocando, sea que sola o que acompañada, y pensar que a la primera persona que vi tan emocionada y tan sinceramente, fue a la maestra del maestro.

Qué decir que esta noche después de ese ensayo, subí feliz al escenario, y todo salió a pedir de boca, al menos para mi, y a pesar de las deficientes circunstancias acústicas. Éramos todos una cuerda de jóvenes, más una cuerda de carajitos, que sin querer conmovimos a un viejo y experimentado corazón y quién sabe a cuántos más y ni sabemos.

Para eso quise ser músico. Y es la primera vez que lo logro palpar. Fue hermoso.


Vanesa Pérez Cárdenas
  15 de julio de 2011




Foto tomada el día del Concierto. Maracaibo, 15/07/11
Templo a San Tarcisio
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