domingo, 22 de abril de 2012

En este Día de la Tierra, hablemos de humildad

En esta fecha vuelvo a recordar los tiempos en los que leía a Carl. Pero también otros más recientes, hace unos tres o cuatro años cuando leí a Fritjof. Éste último expresó muy claramente que el día en que vimos la primera foto de nuestro planeta desde el espacio, la humanidad cambió. Y todavía está cambiando.


Esa foto es un hito. Partió la historia en dos. Pocas imágenes tienen semejante impacto. Para nosotros ver un globo terráqueo ya resulta normal. Pero aunque antes de esa imagen ya teníamos los recursos científicos y tecnológicos para dibujar mapamundis, para afirmar que la Tierra es redonda y que gira alrededor del Sol, jamás habíamos visto un retrato de ella. Y por primera vez, un 23 de agosto de 1966, vimos su faz.

Después de haber visto con nuestras sondas las faces y los paisajes de los demás mundos de nuestro vecindario, tan bellos a veces pero indudablemente, tan hostiles, nuestra Tierra luce como una joya en medio de la negritud absoluta del espacio. Pero nada más al alejarnos un poco, nos parece que nuestra majestuosa Tierra es una mota de polvo en la vastedad, y que, apenas en el Sistema Solar exterior, aparentemente, no tiene nada de especial.

No vengo a decir aquí que "no seamos nada" ni cosas por el estilo. Yo me considero humanista, aún creo enormemente en la humanidad, y que cosa más insensata no hacerlo, cuando yo en primer lugar soy humana y debo todo lo que sé a otros seres humanos. Pero acordándome un poco de Carl, la humanidad a veces, no sé qué coño se cree.

Así es. Muchos lo demuestran todo el tiempo. Creen que la Tierra es el centro del Universo (hoy en día, metafóricamente, porque creo que es de sobra sabido que físicamente no lo es); creen que el Universo fue diseñado para nosotros; se creen el pináculo de la evolución, a veces hasta de la creación universal; se creen mil veces más que todos los seres vivos del planeta; creen que son los únicos seres que tienen derecho a una "vida después de la muerte", etcétera. Eso por mencionar las creencias de la humanidad en general, y no las de alguna raza sobre otra o de alguna cultura sobre otra.

Y la experiencia nos ha demostrado que nada de eso es así. Los "chauvinismos" han ido cayendo uno a uno en nuestra historia, y aún padecemos de una arrogancia y una soberbia que no tienen fundamento alguno.

Último retrato de la Tierra en alta resolución. Fuente: NASA

La imagen de la Tierra desde el espacio, en primer lugar nos enseño que nuestro espacio habitable es limitado, infinitamente limitado, y que estamos metidos todos en una isla, que compartimos irrevocablemente, y que estamos abusando de ella. Comprendimos que somos muy dependientes de todos los seres vivos que en ella habitan, que somos todo menos autosuficientes. Entendimos que la Tierra es un sistema, un todo, lo cual inspiró la Teoría Gaia. Y la ecología (la de verdad) no es un romanticismo de hippies anacrónicos, es un pensamiento holístico e inteligente, demasiado necesario para preservar la joya azul que vimos desde el espacio, y por lo tanto, para nuestra supervivencia a largo plazo.

Y para cuidar a nuestra joya y a la humanidad entera, necesitamos dejar de creernos el máximo-no-se-qué de la "creación universal". Tenemos que empezar a creer que nuestras moléculas vienen de las reacciones nucleares de las estrellas. Tenemos que empezar a creer que compartimos el mismo lenguaje genético de todas las especies del planeta, y que por lo tanto, es muy lógico que seamos todos parientes. Nuestro cerebro, nuestra inteligencia y nuestra cultura no tienen parangón en el pequeñísimo pedazo de cosmos que conocemos. Pero ese cerebro, esa inteligencia, esa cultura, se la debemos a miles de millones de años de procesos cósmicos, geológicos, biológicos y culturales, no aparecimos aquí así como así, nuestro organismo tiene contenida en sí toda esa experiencia de una manera u otra, así como en nuestros conocimientos tenemos toda la experiencia de todos los que han pasado por aquí. Somos trascendencia pura. Y por lo tanto, tenemos que ser humildes.

La humildad es una gran virtud, porque solamente aquél que es humilde es capaz de ir más allá. Si creemos que somos el pináculo de la creación, ¿cómo seremos capaces de ir más allá? ¿Cómo podremos respetar todo lo que nos rodea y entender las relaciones de reciprocidad que existen con todo ello? ¿Cómo vamos a sobrevivir? La vida entera es un aprendizaje. Así mismo, la historia entera lo ha sido. Y la actitud del aprendiz tiene que ser humilde, para entender que la única manera de ser más, es superándose a sí mismo.

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