viernes, 18 de enero de 2013

Por la ventana santiaguina

Dicen que es un buen ejercicio visitar otros países, viajar, conocer. Desde hace mucho tiempo, no he pasado un año sin agarrar aunque sea una hora de carretera. Su olor, su vivencia, son una experiencia digna de extrañar, y de revivir con frecuencia. Pero ya salir del país, solo lo he hecho un par de veces, las dos al mismo lugar. Yo me considero una persona apegada a mi tierra, que no es lo mismo que a mi "patria". La tierra es eso que uno vive todos los días, de un modo tangible: Maracaibo, el calor, el lago, cerro El Milagro, la avenida Universidad, Ruta 6, la gente de la universidad, del grupo, del Sistema, los compañeros de entrenamiento, etcétera. Soy de extrañarlos en mi propia ausencia.

Sin embargo, irse a otro lugar es darse cuenta, es entrar en consciencia de que las cosas podrían hacerse mejor. Claro, depende del lugar al que uno vaya. Santiago, particularmente, es un lugar agradable, una ciudad de gran urbanidad y urbanismo, y de paso, una ciudad latinoamericana. Allá la gente te habla en castellano, con su canta'o particular, y pueden ser tanto amables como odiosos. Si me piden una descripción del lugar, diría que es una ciudad hermosa. Con sus altos y bajos como cualquier ciudad. Es un verdadero placer mirar desde un punto alto la inmensidad santiaguina, con sus edificios, con la cordillera nevada por todos los flancos, y con el tenue manto gris que cubre perennemente la ciudad.

Caminarla es todavía más placentero, más aún, si vienes de Maracaibo, una ciudad anti-peatonal por excelencia. Las aceras son amplias, al más puro estilo del "Boulevard" 5 de julio, pero así en toda la ciudad. Está todo muy arborizado, muy limpio, no hay vehículos mal estacionados, y el transporte público es una vaina eficiente. De paso, puedes sentir el extraño placer de poner un pie en la calle, y que cualquier vehículo que venga circulando (y si estás atravesando por el lugar indicado), se detenga y te dé paso, porque tú eres el respetable peatón. Por esas calles caminan ríos de gente todo el tiempo en todos los sectores, incluso de noche.

Tanto la primera vez que fui, en 2009, como esta vez, hace tres meses, estuvimos hospedados en apartamentos, destinados a alquilarlos a los turistas, estilo hotel. Las dos veces, teníamos un espacio público enorme destinado a la recreación muy cerca. La primera vez estábamos frente a un parque inmenso, al que salíamos con frecuencia a entrenar. Ahora estuvimos a unas tres cuadras de otro parque, que bordeaba un río y era atravesado por numerosas avenidas. Corrimos unos dos kilómetros bordeándolo, y aún no se veía el final. La importancia que se da en aquella ciudad al espacio público me impresionó. Acá solo hay Vereda del Lago, y ya se nos quedó pequeñita. La cantidad de gente que hay en ella un día cualquiera a las siete de la noche, demuestra que el marabino está ávido de espacio público. Tiene que haber como cinco veredas más. 

El primer día, llegamos al apartamento aproximadamente a las seis de la mañana, hora local de allá. Habíamos estado unas 24 horas, entre madrugar, vuelo nacional, espera en el aeropuerto, vuelo, escala, vuelo, espera en el aeropuerto de Santiago por el transporte, búsqueda de la dirección del edificio. Estábamos agotados, y esa mañana hizo bastante frío. Entre echarnos un baño, comer y dormir se nos fue ese día. Lo más surrealista fue ver el sol, ya pasadas demasiadas horas, y preguntarme por qué aquel día había sido tan extremadamente largo. Miré el reloj: eran las siete y media de la noche. ¡Válgame! Y eso que apenas acababa de pasar el equinoccio de primavera, no me imagino en estos días. El color de atardecer apenas lo veíamos como a las ocho y media de la noche, y la oscuridad más o menos a las nueve. Y no amanecía tarde, a las seis de la mañana había claridad.

Un día que íbamos a las afueras a conocer un centro comercial, vi un letrero que decía "Observatorio Nacional de Santiago". Y se  veía por un lado un cerro no muy alto, y las cúpulas características de cualquier observatorio. Apenas llegué al apartamento, busqué el lugar en la web, y me percaté de que había horario de visita al día siguiente. Enseguida bajé a buscar un teléfono, cuando me atienden y me dicen que ya todas las visitas estaban reservadas hasta diciembre. No pude evitar pensar en el pobre y abandonado Planetario Simón Bolívar, donde nadie hace trabajos científicos, y muy pocos lo visitan alguna vez.

Allá conocimos a unos marabinos, que conocían gente que yo conozco, porque Maracaibo "es un trapo", incluso en Chile. Fue interesante escuchar su historia, de decepción y valentía en primer lugar, y cómo en relativamente poco tiempo levantaron cabeza en aquel lugar, y llevaban una vida digna, aún siendo muy jóvenes.

No todo es color de rosa, claro está. Mientras estuvimos allá, sentimos uno de esos temblores que con frecuencia azotan a esa zona geográfica. También tuvimos problemas para trasladarnos una tarde, debido a una manifestación estudiantil, y padecimos alergias debido a la cercanía del gas lacrimógeno. Y también fuimos estafados por un taxista con un taxímetro "pulla'o", que nos quitó mucho dinero, una tarde agotadora y lluviosa. Los dos días de la competencia a la que fuimos, fueron de lluvia incesante, no paraba de llover.

Sentada frente a la ventana del apartamento, una extraña ventana sin rejas, tuve sentimientos encontrados. Tan hermosa aquella ciudad, tanto extraño a la mía. Mientras estuvimos allá fueron las elecciones presidenciales. Tanta decepción, a pesar de estar tan lejos.

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2 comentarios:

  1. Ciertamente me gustaría conocer muchos lugares, porque creo como vos que cada uno es un mundo distinto. Sabía muchas cosas de las que me dices (como la de la educación superior), y en verdad, no se conoce un lugar hasta que se vive en él. Yo a Venezuela la quiero con sus altas y bajas, el problema es que algunas bajas, como la inseguridad, se vuelven insoportables. Algo que no pude encontrar en Santiago, y me molestó hasta cierto punto, fue precisamente comida chilena. Si traéis un turista a Maracaibo, le podéis dar un menú completo toda una semana de comida zuliana y/o venezolana :)

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  2. IMFO ("F" for Feline), no te perdisteis de mucho.

    La gastronomía de CL resumida: Panes de salchicha con aguacate mal llamados completos, "arepas" de zapallo llamadas sopaipillas y un guarapo hecho con duraznos y mote de trigo jugo de huesillos, empanadas de cebolla con un poquito de carne molida llamadas "empanadas de pino", chorrillanas... bah, no me parece la gran vaina.

    De hecho, opino que acá la gente se alimenta aún peor que en VE y que esa sería la causa probable de tanta enfermedad.

    No me cabe duda que la gastronomía venezolana tiene mucho más qué ofrecer.

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