martes, 11 de septiembre de 2012

Existencia nauseabunda

Retomando la onda de la lectura que descuidé un poco en estas vacaciones, pretendo escribir algo sobre el libro que me ha tenido sumida durante casi un mes. Quizás más por inconstancia que por otra cosa. Se trata de La Náusea de Jean Paul Sartre.

Sartre despertó mi curiosidad hace poco tiempo. Sin embargo, el existencialismo ha pasado a ser una de los movimientos filosóficos más importantes en mi pensamiento personal. Uno siente esa "química" de repente. La premisa fundamental de que "la existencia precede a la esencia", constituye para mi persona una especie de hito, y con él se borra toda necesidad de teleología alguna, esa molesta cosa de la que siempre había querido desembarazarme por completo. No queda entonces nada más que existir, y construirnos a través de esa existencia.

Pero la existencia puede ser muy tortuosa. Y todos los que existimos lo sabemos. El primer texto de Sartre que me recomendaron fue esta novela. A pesar de ser una historia ficticia, a través de su narración nos hunde en esa sensación que sentimos más veces de las que quisiéramos, ese hastío de existir.

Considero que no tengo nada importante que decir o criticar del texto. Solo diré que a ratos me hace ponerme existencialista. Su discurso me ha contagiado el pensamiento, y muchas de sus reflexiones me han impresionado.

Una de ellas es la reflexión en torno al presente. El presente es lo único que existe. Cualquier vista del tiempo hacia el pasado o hacia el futuro resulta una falacia. Recordar o fantasear son dos cosas que en nada se parecen al presente, a la existencia. Las cosas pasan en un sentido, y cuando las contamos o fantaseamos sobre ellas ya sabemos el final, por lo cual nunca son iguales a como son vividas. Recuerdo que hablaba de algo parecido en el post Metáforas que favorecen al deísmo, y eso me impresionó. Planteaba que la gente siempre comete el error de pensar que la forma cómo son las cosas es la única forma posible, y se olvidan de qué fue primero y qué después, cayendo en el error del determinismo absoluto. La vida en retrospectiva parece mucho más interesante, pero la realidad, es que es lenta y a veces tortuosa.

Otro aspecto que me ha llamado la atención de este libro es el discurso sobre la música. Esa idea de que la música es lo único que se regocija en su muerte, la música necesita morir. A veces pienso que yo era existencialista desde antes de leer a Sartre.

Esta reseña habrá de parecerles un poco personalista. Pero no hallo otra manera de existir, sino desde mí misma. Y creo que ya no tengo más nada que decir. Si quieren saber más sobre el texto, mejor búsquenlo, y existan junto a él.

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domingo, 9 de septiembre de 2012

21 Kms a pie: Mi experiencia en la Media Maratón de Maracaibo



Así esperaba celebrar qyer el cumpleaños de la ciudad que me viera nacer, y en la que he habitado la mayor parte de mi vida. Cualquiera por ahí diría "estupideces". Lamentablemente soy de las que cree que el suelo en el que nacemos determina mucho en nosotros, pues en su contexto está toda nuestra existencia temprana, y aunque lo abandonemos y no volvamos, su marca nos acompañará toda la vida. "Qué santo el amor de la tierra". Y sí, yo soy de las que cada vez que pasa el Puente sobre el Lago, lanza fotos, mira al horizonte, saluda a los pelícanos y se regocija en tanta inmensidad.

En estos meses y debido a un evento del que seré partícipe, sin que haya precedentes en toda mi vida, he estado entrenando como nunca, y esta experiencia ha sido altamente satisfactoria. Me enteré hace un par de meses que en Maracaibo se llevaría a cabo una Media Maratón, y que parte del recorrido sería ese Puente que tanto me gusta pasar. Ahora imaginen ¡pasarlo a pie! Esta fue la primera razón que me llevó a inscribirme. Ya que no soy corredora consagrada, mi meta era pasar los 9 Kms. del Puente sobre el Lago, y desistir, pero las circunstancias y la compañía me llevaron a otra cosa.

Cuando llegamos a Punta Iguana, en la Costa Oriental del Lago (COL), hacía un calor infernal (una cosa muy normal por aquí en estos días). Pero cerca de la hora de inicio de la carrera unas nubes nos hicieron el favor de ofuscar el Sol, y pensamos incluso que iba a llover. Encontré a varios amigos en la zona de la salida, y me dio gusto. 

Al momento de comenzar la emoción se hacía sentir. Yo jamás había hecho ni siquiera una carrera de 10 Km, de ahí que quisiera sólo atravesar el Lago. Fue grande entrar al Puente, que inevitablemente se hizo más largo de lo normal. Pasarlo, más allá del cansancio, más allá de la falta de hidratación que sufrimos, fue una gran experiencia, hasta cierto punto, una experiencia estética. El atardecer caía sobre Maracaibo, y a pesar de la mucha nubosidad pudimos apreciar sus colores hermosos sobre aquella inmensa ciudad. Hacia atrás se veía el camino recorrido, con el nacimiento de la oscuridad de fondo, y a los lados, solo aquel inmenso Lago, perdiéndose en ambos horizontes. La falta de agua hizo que de aquel camino me quedara un sabor a sal. Luego de pasar las pilas, en la bajada recuperamos el aliento. De todos los amigos a quienes encontré, solo quedó una tocaya, que es más una desconocida para mí, pero fue mi compañera el resto del viaje.

Corredores entrando en el Puente Rafael Urdaneta. Fuente: noticias24.com


Cuando terminábamos de pasar el Puente, se abrió el canal contrario y empezaron a pasar los vehículos en sentido Maracaibo-COL. Por un momento me molestó el olor de los gases, pero la gente nos tocaba corneta y nos saludaba haciéndonos porras, lo cual ayudó a subir el ánimo. Terminé el Puente con buena velocidad, pues era mi meta. Moría de sed, y al final había unos militares con filtros de agua fría que nos brindaron la primera hidratación de todo el camino.

Yo en el fondo esperaba a que alguien pasara buscando a quienes no queríamos seguir, pero nadie pasó. Estaba oscureciendo, y como ya entrábamos a la ciudad había gente por todos lados haciéndonos porras, eso fue simplemente genial. Había niños que nos extendían la mano. En un tramo que me pareció más bien corto, vislumbramos un semáforo y nos dijimos ¡allá está, es la Plaza de las Banderas! Ese era el kilómetro 12. Ya faltaba menos de la mitad. Yo seguía esperando que alguien me recogiera, y a partir de ahí prácticamente caminé todo el tiempo.

Los Haticos es en sí una vía bastante fea, pues es una zona industrial. El alumbrado público está bastante dañado y había pedazos de mucha oscuridad. A veces corría para mantenerme dentro de un grupo de gente, con el que llegué casi al final. En el kilómetro 14 recibimos la primera hidratación legal. Si no hubiera sido por la buena voluntad de la gente, no hubiésemos tomado nada hasta allí, al menos los que íbamos atrás. En este pedazo vimos pasar unos cinco buses llenos de maratonistas que decidieron no continuar, y tuve la más grande tentación de irme, pero ya que, faltaban unos 7 Kms. Ya había llegado muy lejos.

Luego de que vislumbramos la Iglesia La Milagrosa, todo empezó a ser reconocible. Faltaban 5 Kms. Allí todo es referente. El Terminal de Pasajeros, Las Playitas, la Avenida Libertador, el centro comercial Ciudad Chinita, la Basílica, la Plaza Bolívar, el Teatro Baralt, la avenida El Milagro, el Puerto de Maracaibo y finalmente la Vereda del Lago. En este recorrido confieso que no aguantaba el ardor en los pies y el dolor en las pantorrillas. Caminaba a duras penas, y a partir del Puerto, aproximadamente en el último kilómetro, mi compañera me abandonó. Sin embargo, una vez entré en la Vereda, y ví que los maratonistas que estaban detrás de mi empezaron a correr, yo corrí también, luchando por defender el lugar que llevaba desde hacía rato.

Estuve moviendo las piernas por aproximadamente 3 horas y 25 minutos. Mucho tiempo. Cuando llegué no quería dar un paso más y ni siquiera tenía hambre, pero luego de sentarme un rato recobré el aliento y me sentí satisfecha de aquella experiencia.

Me dio mucho gusto saber que, a pesar de que el ganador absoluto fue un extranjero, hubo muchos ganadores venezolanos, incluyendo al segundo y tercer lugar absolutos y al primer lugar femenino.

Espero pronto participar en más carreras, más cortas preferiblemente, y hacer mejores tiempos. De momento puedo decir que hice una Media Maratón y ¡que pasé el Puente sobre el Lago a pie!

Ahora les dejo unas poquitas fotos que tomé ;-)


El Puente Rafael Urdaneta, visto desde Punta Iguana (salida)

Mientras corría en el Puente. A lo lejos se ve el humo de las tres chimeneas que se ven al entrar a la ciudad. Aún desde esta perspectiva, a la derecha, no se ve el punto de llegada.

Mientras corría en el Puente. Entrando en las pilas.

Mientras corría en el Puente. Vista hacia atrás (Costa Oriental del Lago)

Mientras corría en el Puente. Ya en las pilas, con el atardecer de frente.

Mientras corría en el Puente. Vista hacia atrás (Costa Oriental del Lago)

Mientras corría en el Puente. Cerca de Maracaibo, con un espectacular cielo.

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